Clara no encendi� luces. No necesitaba ver m�s. Solo entender. Solo decidir.
El espejo estaba esperando. Lo supo por el silencio. Ya no se o�a el viento entre las paredes, ni el crujir del techo. La casa conten�a el aliento. Como si tambi�n ella supiera que hab�a llegado el momento.
Se sent� frente al cristal. En la superficie, no hab�a reflejo. Solo oscuridad l�quida, ondulante, como un pozo sin fondo.
Llevaba en las manos el cuaderno de Rosal�a y un frasco con cenizas. Las de su madre.
- Esto no es solo m�o. Esto viene de antes - susurr� - . Pero si termina aqu�? que sea por decisi�n. No por miedo.
Apoy� el cuaderno abierto contra el marco, marcando la �ltima p�gina. La tinta a�n ol�a a humedad y hierro. Encendi� una vela. Luego, otra. Y comenz� a recitar el fragmento que su abuela hab�a tachado, como si no quisiera que nadie m�s lo leyera:
"Lo que fue entregado puede ser reclamado. Lo que fue sellado puede ser abierto. Pero lo que mira desde el otro lado? nunca olvida."
El espejo vibr�.
Una grieta apareci� en la superficie, delgada, apenas perceptible. Clara se levant� y coloc� su palma contra el cristal. El fr�o la atraves� como un cuchillo. Y entonces, lo vio todo.
El espejo le mostr� el pasado: su madre huyendo, su abuela llorando sangre, su bisabuela encerrada en una habitaci�n id�ntica, con el mismo rostro cansado.
Le mostr� el presente: ella, repitiendo los mismos gestos, la misma desesperaci�n.
Y el futuro?
El futuro era un beb�. Una ni�a. Su hija.
En el mismo cuarto. Frente al mismo espejo.
- No - dijo Clara con un nudo en la garganta - . No voy a permitirlo.
Y entonces tom� el frasco con las cenizas, lo abri� y arroj� su contenido sobre el espejo. El cristal grit�. No con sonido, sino con una presi�n que le llen� los o�dos, el pecho, los huesos. Las im�genes temblaron. El reflejo de su madre apareci� por �ltima vez. Sonre�a. Y desapareci�.
El marco se agriet�. El vidrio estall� hacia dentro, como si el espejo se tragara a s� mismo.
Y luego? nada.
El silencio volvi�. Pero no era el mismo silencio de antes. Era completo. Era limpio.
Clara cay� de rodillas. Llor� por todo lo que hab�a visto, por todo lo que no volver�a, y por todo lo que hab�a salvado.
Se qued� dormida al pie del espejo roto, con la vela a�n encendida.