Fue Martina, la vecina anciana, quien rompi� el silencio que todo el pueblo parec�a guardar.
- Tu abuela no era una mujer cruel? pero s� era una mujer acorralada - le dijo, sentada en su jard�n marchito - . El espejo no lleg� a ella por casualidad. Fue un regalo de bodas? de una mujer que no quer�a que Rosal�a se casara. Una bruja, seg�n dec�an. Pero no era una bruja. Era algo peor: alguien con dolor y poder, que quiso dejar una maldici�n vestida de obsequio.
Martina le entreg� una llave envuelta en un pa�o.
- Rosal�a me pidi� que te la diera si alguna vez el espejo se despertaba contigo. Est� en el s�tano. La verdad? est� all� abajo.
Esa noche, Clara baj� por la escalera de piedra que descend�a al s�tano. El aire era espeso, denso, lleno de polvo y algo m�s: un olor antiguo, casi met�lico. Con la llave en la mano, abri� una puerta oculta tras un anaquel.
Dentro, encontr� una mesa, un espejo m�s peque�o, y un altar de s�mbolos extra�os. Velas consumidas hasta la cera seca. Pero lo que capt� su atenci�n fue un viejo ba�l lleno de papeles, grabaciones en cinta y diarios encuadernados.
Las p�ginas hablaban claro, con la caligraf�a inconfundible de Rosal�a:
"La primera fue mi hermana Luc�a. Mir� el espejo cuando ten�a 9 a�os. Dej� de hablar al d�a siguiente. Muri� una semana despu�s. Dijo que algo la estaba llamando desde dentro."
"Intent� destruirlo. No se puede. Cambia de forma. Se adapta. Se esconde si se siente amenazado."
"Descubr� la regla. Una vida cada generaci�n. El reflejo elige. Si no se le da? toma lo que desea."
"Yo sobreviv�. Lo hice entregando otra vida. La de mi esposo. �l jam�s supo. Y yo jam�s dorm� en paz."
Clara sinti� que el suelo desaparec�a bajo sus pies. Todo encajaba: los susurros, los reflejos imposibles, el dolor en su cuerpo. El espejo no era un objeto. Era una entidad hambrienta, una grieta entre mundos. Y hab�a despertado.
Y ahora, como cada generaci�n, quer�a un tributo.
Subi� a su habitaci�n con las manos temblando. Se par� frente al espejo.
- �Por qu� yo?
La superficie se oscureci�. Y entonces, una voz suave, que no ven�a de fuera ni de dentro, sino de ella misma, le respondi�:
- Porque t� miraste primero.
En el reflejo, Clara vio a su madre - a quien apenas recordaba - . La vio llorando frente al espejo, suplicando perd�n. La vio desaparecer al d�a siguiente. Nadie hab�a hablado nunca de c�mo hab�a muerto.
La imagen cambi�. Ahora Clara estaba en la cama, dormida. Su reflejo la acariciaba, susurrando algo al o�do.
Una vida por generaci�n.
La deuda se hereda.
El pacto no se rompe. Solo se paga.
Y entonces, una frase apareci� grabada sobre el cristal, como tallada con u�as invisibles:
"Es tu turno."