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Horror

El Espejo de la Abuela

Sinopsis: Tras la muerte de su abuela Rosalía, Clara —una joven restauradora de arte— hereda la vieja casona familiar enclavada en un pueblo remoto, envuelto en supersticiones y secretos. La casa, que siempre le causó una extraña incomodidad desde niña, guarda intactos los objetos personales de la anciana… excepto por uno: un gran espejo barroco cubierto con una sábana negra y sellado con clavos oxidados. Pese a las advertencias del notario y las historias de los vecinos, Clara decide quedarse unos días para ordenar los papeles de la herencia. Una noche, impulsada por la curiosidad, retira la sábana del espejo. A partir de ese momento, la casa comienza a cambiar. Los relojes se detienen a las 2:17, se escuchan pasos en los pasillos vacíos y el reflejo del espejo muestra cosas que no están allí... o que aún no han sucedido. Atrapada entre visiones perturbadoras, voces del pasado y una historia familiar que nunca le contaron, Clara empieza a descubrir que su abuela no era la mujer dulce que recordaba. El espejo no solo muestra lo que fue, sino también lo que exige ser repetido. Y a veces, mirar demasiado tiempo… es una invitación. ¿Qué vio la abuela Rosalía en ese espejo antes de morir? ¿Y qué quiere que Clara vea ahora?

May 26, 2025  |   14 min read

F E

El Espejo de la Abuela
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Capítulo 5: La Verdad de Rosalía

Clara apenas comi� en los d�as siguientes. El espejo ya no necesitaba mover objetos ni proyectar figuras: bastaba con saber que estaba all�, encendido, despierto. Hab�a algo en su presencia que la desgastaba lentamente, como si cada mirada robara un fragmento de su fuerza.

Fue Martina, la vecina anciana, quien rompi� el silencio que todo el pueblo parec�a guardar.

- Tu abuela no era una mujer cruel? pero s� era una mujer acorralada - le dijo, sentada en su jard�n marchito - . El espejo no lleg� a ella por casualidad. Fue un regalo de bodas? de una mujer que no quer�a que Rosal�a se casara. Una bruja, seg�n dec�an. Pero no era una bruja. Era algo peor: alguien con dolor y poder, que quiso dejar una maldici�n vestida de obsequio.

Martina le entreg� una llave envuelta en un pa�o.

- Rosal�a me pidi� que te la diera si alguna vez el espejo se despertaba contigo. Est� en el s�tano. La verdad? est� all� abajo.

Esa noche, Clara baj� por la escalera de piedra que descend�a al s�tano. El aire era espeso, denso, lleno de polvo y algo m�s: un olor antiguo, casi met�lico. Con la llave en la mano, abri� una puerta oculta tras un anaquel.

Dentro, encontr� una mesa, un espejo m�s peque�o, y un altar de s�mbolos extra�os. Velas consumidas hasta la cera seca. Pero lo que capt� su atenci�n fue un viejo ba�l lleno de papeles, grabaciones en cinta y diarios encuadernados.

Las p�ginas hablaban claro, con la caligraf�a inconfundible de Rosal�a:

"La primera fue mi hermana Luc�a. Mir� el espejo cuando ten�a 9 a�os. Dej� de hablar al d�a siguiente. Muri� una semana despu�s. Dijo que algo la estaba llamando desde dentro."

"Intent� destruirlo. No se puede. Cambia de forma. Se adapta. Se esconde si se siente amenazado."

"Descubr� la regla. Una vida cada generaci�n. El reflejo elige. Si no se le da? toma lo que desea."

"Yo sobreviv�. Lo hice entregando otra vida. La de mi esposo. �l jam�s supo. Y yo jam�s dorm� en paz."

Clara sinti� que el suelo desaparec�a bajo sus pies. Todo encajaba: los susurros, los reflejos imposibles, el dolor en su cuerpo. El espejo no era un objeto. Era una entidad hambrienta, una grieta entre mundos. Y hab�a despertado.

Y ahora, como cada generaci�n, quer�a un tributo.

Subi� a su habitaci�n con las manos temblando. Se par� frente al espejo.

- �Por qu� yo?

La superficie se oscureci�. Y entonces, una voz suave, que no ven�a de fuera ni de dentro, sino de ella misma, le respondi�:

- Porque t� miraste primero.

En el reflejo, Clara vio a su madre - a quien apenas recordaba - . La vio llorando frente al espejo, suplicando perd�n. La vio desaparecer al d�a siguiente. Nadie hab�a hablado nunca de c�mo hab�a muerto.

La imagen cambi�. Ahora Clara estaba en la cama, dormida. Su reflejo la acariciaba, susurrando algo al o�do.

Una vida por generaci�n.

La deuda se hereda.

El pacto no se rompe. Solo se paga.

Y entonces, una frase apareci� grabada sobre el cristal, como tallada con u�as invisibles:

"Es tu turno."

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