Baj� a la cocina buscando caf�, o al menos algo que la conectara con el presente. Mientras rebuscaba entre frascos antiguos y latas oxidadas, oy� pasos sobre el entarimado del piso de arriba. Se detuvieron apenas ella dej� de moverse.
- Son solo los cimientos - se dijo en voz alta - . O el viento.
Pero la casa no cruj�a como una estructura vieja. Se quejaba, como si recordara.
Ese mediod�a, sali� a recorrer el pueblo. Santa Luc�a no hab�a cambiado tanto desde su infancia: las mismas calles empedradas, la misma bruma persistente, y los mismos ojos observ�ndola desde detr�s de las cortinas. En la tienda de abarrotes, una anciana con delantal bordado se le qued� mirando con una expresi�n dif�cil de definir.
- Usted es la nieta de Rosal�a, �verdad?
- S�. Soy Clara Montenegro.
La mujer asinti� lentamente, pero no sonri�.
- Dios la guarde, ni�a. Su abuela? ten�a dones. Dones que a veces no vienen de lo alto.
Antes de que Clara pudiera responder, la mujer se dio media vuelta y desapareci� entre los estantes. Clara regres� a la casona con una mezcla de fastidio y desconcierto. Se sent�a fuera de lugar, como si hubiera entrado en una historia que todos conoc�an excepto ella.
Esa tarde, mientras revisaba documentos en la biblioteca, encontr� una caja de madera sin llave. Dentro, hab�a cartas amarillentas y cuadernos antiguos. Muchas p�ginas estaban escritas con caligraf�a fuerte, en tinta azul. Palabras tachadas, frases incompletas, fragmentos como:
"No se debe mirar cuando el espejo llama."
"El reflejo no siempre es tuyo."
"Ella me lo pidi�? pero yo no lo hice. A�n."
Clara cerr� el cuaderno con un escalofr�o. En ese instante, algo cruji� arriba, en la habitaci�n de Rosal�a. Un golpe seco. Como si algo hubiese ca�do.
Subi� lentamente, pelda�o a pelda�o, hasta llegar a la puerta. Todo estaba en silencio? hasta que lo vio.
La s�bana negra que cubr�a el espejo ahora yac�a en el suelo. El marco dorado reluc�a bajo la tenue luz del atardecer. Y el cristal?
Clara dio un paso atr�s. El espejo no reflejaba la habitaci�n como era. Las cortinas se mov�an con un viento que no exist�a. El retrato de Rosal�a en la c�moda estaba ladeado. Y, en medio del cuarto reflejado, una figura la observaba.
Una figura que no estaba all�.
Cerr� la puerta con fuerza y retrocedi� hasta el pasillo. Su respiraci�n era r�pida, entrecortada. Busc� explicaci�n. Razonamiento. Pero algo dentro de ella sab�a que el espejo nunca hab�a estado dormido. Solo? esperando.
Esa noche, al intentar dormir, crey� o�r el sonido de u�as ara�ando madera.
Muy despacio.
Muy cerca.