Cap�tulo 1: Presagio en el Viento
El cielo ten�a un color morado, como una contusi�n, un lienzo feo salpicado de venas amarillas ardientes. Silas, due�o, jefe y �nico empleado del "Dust Devil Motel," batallaba en el porche desgastado, escupiendo en las r�fagas de viento que aumentaban en furia. La r�faga de viento estaba llena de un olor a ozono y polvo, quem�ndole la garganta como una pesadilla que sali� mal. Hab�a visto a trav�s de tormentas para llegar aqu� y volver a casa, pero esto. Esto era diferente.
Golpe� el ala de su sucio y desgastado sombrero de vaquero en un �ltimo esfuerzo por desalojar el polvo que los torbellinos que jugueteaban en el suelo seco hab�an tra�do. El Motel Dust Devil era una miseria: cuatro peque�as habitaciones sucias arriba de un bar mugriento impregnado de whisky rancio y sue�os destrozados. Era el �nico hilo de civilizaci�n en kil�metros a la redonda, apretujado en un peque�o cuenco �rido entre los restos de Old Mesa y el ostentoso horizonte donde se mov�an los vagabundos de metal.
Escupi� un halo de tabaco en el polvo. "No va a ser bueno," murmur�, pero su murmullo se ahog� en el grito creciente del vendaval. Esto no era lluvia. Esto era una tempestad que tra�a secretos, sacud�a los huesos de la vieja ciudad y chillaba en el viento.
Un borr�n de movimiento llam� su atenci�n. A lo lejos, un solo faro brillaba a trav�s de la oscuridad a una velocidad aterradora. Alg�n tipo en alg�n de motocicleta, no se ve�a como las destrozadas y desali�adas motos de dos ruedas que usaban los buscadores de chatarra, sino algo negro y vil, una maravilla tecnol�gica saqueada de una f�brica de la posguerra.
Silas se levant� y se qued� all�, con el est�mago revuelto. Esta tormenta estaba trayendo todo tipo de individuos. Hab�a borrachos, alborotadores y personas necesitadas.
La motocicleta rug�a m�s cerca, una nube de polvo y la noche que se acercaba. El cielo negro movi�ndose en c�rculos amenazantes, como si el motociclista estuviera convocando la tormenta. Silas permaneci� inm�vil pensando que el motociclista seguir�a su camino, pero en un instante la motocicleta gir� a la izquierda, esparciendo grava con los neum�ticos, dirigi�ndose al Dust Devil Motel.
Cap�tulo 2: Agua y Cicatrices
La campana de la perta son�, oxidada y desafinada, un extra�o estaba en la puerta llamando. Silas, cuyas arrugas conten�an siglos de historias, estaba limpiando el mostrador con un trapo. El hombre estaba tan sin afeitar y despeinado como un roble retorcido, marcado por las l�neas de una vida amarga e infeliz. Cincuenta y tantos, su rostro curtido y desgastado, sazonado por el mundo. El polvo cubr�a su chaqueta de cuero desgastada y los jeans de mezclilla seca, como si estuvieran momificados por la propia tierra.
El extra�o se apoy� en el umbral, limpiando el polvo de su ropa. Silas con una voz de autoridad. "No importa." Esto es una caja de polvo, no vale la pena limpiarse".
El hombre gru�� bruscamente, sus ojos escaneando el bar. Se movi� cansadamente y con suavidad sobre un taburete en la barra.
"�Qu� va a ser?". Pregunto Silas con una voz �spera.
Los ojos del extra�o se encontraron con los de Silas; sus ojos eran de un gris acero en la luz que se desvanec�a. "Agua, solo agua."
Silas mir� hacia arriba, pero se contuvo, sirviendo un vaso de una jarra de hierro. El agua era densa y c�lida. Silas no juzgar�a a un hombre por lo que beb�a en un lugar como este.
El extra�o bebi� a grandes tragos, la manzana de Ad�n sobresaliendo. Y volvi� a mirar a Silas con furia, con los ojos hundidos.
"�Tienes una habitaci�n?"
Silas se apoy� en la barra, sus ojos mirando hacia abajo. "Tengo una. Pero te va costar un ojo de la cara esta tarde.
Los ojos del extra�o se volvieron fr�os. "�Por qu�?"
"Se avecina una tormenta," le dijo Silas, torciendo los labios en una sonrisa.
El extra�o lo mir� eternamente antes de soltar un suspiro. "Habitaci�n, comida y agua todo incluido..."
Silas sonri�. "Trato. Veinte "piezas". Las "piezas" eran la moneda del desierto: trozos de metal recuperado, alambre, cualquier cosa que sirviera o pudiera ser revendida.
El extra�o meti� la mano en su chaqueta y sac� una bolsa de pedazos de metal, cont� los trozos sobre la barra.
"Los ba�os est�n al fondo," Silas gesticul�, asintiendo hacia una puerta trasera en la parte trasera del bar. "Es un ba�o p�blico. La vieja Maisie se encarga. Ella lo administra."
El extra�o asinti�, tomando la llave que Silas le extend�a. Se levanto lentamente, sus articulaciones crujiendo. Comenz� a caminar hacia la puerta de atr�s, cuando un rayo cay� sobre el edificio y las ventanas temblaron.
Silas se sent�, un nudo en el est�mago. Sab�a que esta tormenta iba a desatar problemas.
"S�," gru�� Silas contra el fr�o concreto del bar. "Va a haber problemas, claro que s�,"
Cap�tulo 3: El Ba�o P�blico
El balneario estaba a un minuto caminado, una cosa encorvada y demacrada que apestaba a desinfectantes y vapor. All� estaba Maisie, su rostro, un mapa de arrugas cuya edad no consideraba apropiado revelar.
El extra�o entr�, la tormenta justo atr�s de el. La cabeza de Maisie se levant� de golpe mirando con ojos sospechosos.
"Silas me envi�," dijo el extra�o, su voz resonando en la sala de vapor. "Me dijo que pod�a usar el ba�o."
Maisie asinti�, mirando su rostro. "Cinco "piezas" para el ba�o, dos para lavar la ropa. Es un buen precio, especialmente con la tormenta que viene."
La respuesta fue un gru�ido. Maisie le entreg� un gran trozo de jab�n �spero y dos toallas. "La regadera est� en la parte de atr�s. Hay un carro de lavander�a frente a la puerta del ba�o. Pon tu ropa all�. Puedes sentarte en las piscinas termales mientras esperas."
El extra�o gru�� una vez m�s, aceptando el jab�n y las toallas.
El extra�o se quit� la ropa al entrar al ba�o, los ojos agudos de Maisie se posaron en el salvaje retazo de heridas estriadas a lo largo de su espalda y brazos, una topograf�a de violencia inscrita en su piel. Algunas cicatrices, blancas y muy viejas. Algunas otras eran marcas rojas de furia reciente que destacan contra su piel.
Un segundo rugido de trueno sacudi� el aire. "Va a ser una tormenta mala," dijo Maisie, su voz casi ahogada por el viento aullante.
Empujo el carrito de la ropa hacia la lavander�a. Se sent�a m�s pesado de lo que hab�a anticipado, m�s pesado de lo que hab�a imaginado basado en el f�sico del extra�o. Ella lo atribu�a al grueso peso de la mezclilla y la suciedad que estaba incrustada en la tela de cada pliegue.
Bajo la ducha, en agua hirviendo, el extra�o se qued� bajo el chorro, para que se lavara el polvo, la mugre. Cerr� los ojos y se estrell� con fuerza contra los azulejos.
Record� las r�fagas de viento soplando en su cabello, la adrenalina recorriendo sus venas mientras corr�a de la tempestad.
Pasaron unos minutos, y se acerc� a una de las piscinas, agua caliente y medicinal. Se sent�, con la barbilla en las rodillas, y se envolvi� la cabeza con una toalla.
"Solo un poco de descanso," jade�, con la voz apenas m�s alta que el retumbar de la tormenta all� en el horizonte. "Solo un poco?"
Cap�tulo 4: Secretos en el Vapor
El tiempo pas�. La calidez del agua, el golpe de la lluvia en el techo, lo envolvi� en una visi�n parcial borrosa. Un recuerdo destrozado, una memoria rota, de un destello del pasado. Rostros muertos, hombres gritando mientras mueren, el amargo sabor met�lico de la sangre en sus labios.
Reprimi� esos recuerdos, poni�ndolos muy adentro en el fondo de su mente. No pod�a dormir. todav�a no pod�a descansar.
Una voz que lo despert�. "�Tu ropa est� lista!" Maisie abriendo la puerta del cuarto de ba�o.
Se levanto un poco y golpe� su cabeza para despejar la niebla de ella. �l pod�a sentirla al otro lado del cristal esmerilado, era una sombra contra la luz de colores.
Nad� hacia el otro lado y sali� de la piscina, sec�ndose con una toalla y asegurando que la toalla este bien sujeta alrededor de su cuerpo. Ahora se sent�a un poco mejor, el agua caliente hab�a relajado y calentado parte de la agon�a de su cuerpo golpeado.
Camin� hacia la puerta, cambi�ndose a su ropa limpia. La ropa se sent�a ajustada y r�gida, pero limpia.
Mientras caminada hacia la salida, Maisie estaba parada detr�s del escritorio. "No hab�a visto alguien que disfrutara tanto del ba�o como t�," gru��, su voz estaba en un tono bajo.
"Hab�a pasado mucho tiempo desde la �ltima vez," respondi� el.
Mientras sal�a del edificio. Ella lo miraba con desd�n, sus ojos cazadores llenos de sospecha.
Al marcharse, no pudo evitar notar que hab�a visto antiguas heridas en su cuerpo. Un secreto en sus ojos, una fatiga que atestiguaba un pasado amargo y reprimido. Y su ropa, era tan pesada, como si algo m�s pesado que el barro y el agua las hubiera arrastrado.
Afuera, la tempestad rug�a con viento y lluvia. La oscuridad rodeaba el exterior del Dust Devil Motel. Maisie se cubri� con una manta desgastada, temblando. En lo m�s profundo de sus huesos, estaba segura de que el extra�o hab�a convocado algo m�s que polvo. Ese extra�o hab�a conjurado la tormenta misma, una tormenta que los consumir�a a todos.
Cap�tulo 5: Presagio de la Tormenta
La puerta se cerr� de golpe, su sonido devorado por el repentino y salvaje inicio de la tormenta. El rel�mpago rasg� los cielos, iluminando el destartalado motel por un instante antes de sumergirlo de nuevo en la oscuridad. El trueno que sigui� fue una fuerza palpable, sacudiendo los cimientos del edificio, una promesa del caos que desatar�a.
En la taberna tenuemente iluminada, un murmullo de conversaci�n zumbaba, un bajo retumbar de charlas indescifrables provocadas por el whisky barato y el aburrimiento. El aire estaba impregnado con el olor a cerveza rancia y desesperaci�n. En este escenario, el extra�o entr� solo, una anomal�a entre los rostros cansados y las almas magulladas.
Se mov�a con una confianza silenciosa, un cambio sutil en la atm�sfera. El extra�o subi� las crujientes escaleras de madera, sus pesadas botas resonando contra las tablas desgastadas. Lleg� a una habitaci�n en el segundo piso, un refugio temporal de la tormenta. Se despoj� de su equipo con prisa, una pesada chaqueta de cuero y un casco de estilo futurista que hablaba de una vida vivida al borde de la civilizaci�n.
Se dirigi� de nuevo al bar, con intenci�n evidente. Se acerc� al due�o, un hombre delgado con ojos cansados y una ceja permanentemente fruncida en su rostro.
"Comida y agua, por favor," gru�� el extra�o, su voz un bajo rugido que apenas se escuchaba por encima del ruido.
El due�o gru��, se�alando con una mano hacia una mesa en la esquina. "S�rvanse el guiso. El agua est� en la parte de atr�s. Y una cosa m�s," dijo, afilando su tono. "No se permiten las armas en las salas comunes."
El extra�o dud�, sus ojos inquebrantables. "No tengo ninguna arma."
Como si fuera una respuesta, otro rayo atraves� el cielo, iluminando la habitaci�n con una luz azul sobrenatural. Las luces parpadearon salvajemente, como si tambi�n se rindieran ante la oscuridad. Un trueno ensordecedor respondi�, sacudiendo las ventanas y haciendo temblar el edificio. Todos los ojos en el bar se volvieron hacia el extra�o.
Sin prestar atenci�n a la mirada de los dem�s, tom� un plato lleno de guiso y una gran taza de agua con un borde astillado. Se dio la vuelta y se dirigi� a una mesa en la esquina del bar, sus movimientos lentos y calculados.
Cap�tulo 6: Los ecos de la uniformidad
El guiso no ten�a sabor, el agua sab�a a �xido, pero el extra�o com�a con una pericia econ�mica. No hab�a comido en d�as. Mientras com�a, tres j�venes, inquietantemente parecidos, se acercaron a su mesa. Se mov�an en una unidad sincronizada, con rasgos ins�pidos e imperceptibles.
"�Qu� quieres, extra�o?" pregunt� el primero, su voz un zumbido mon�tono.
El extra�o no le respondi�, simplemente sigui� comiendo.
"Es muy grosero ignorarnos," dijo el segundo, su tono reflejando el del primero.
"Eso puede causar problemas," contribuy� el primero, una amenaza escondida, en tonos de cortes�a.
El extra�o finalmente levant� la cabeza, sus ojos gris tormenta los escanearon con una repugnancia apenas disimulada. Volvi� a comer, su silencio un rechazo amplificado.
"Notamos tu motocicleta afuera," a�adi� el tercero, su voz tan impersonal como la de los otros.
"�Quieres venderla? Mi jefe tiene mucho dinero. Podemos pagar un buen precio."
De nuevo, el extra�o no respondi�. Las preguntas continuaron, un flujo constante de interrogantes sobre su lugar de origen, su destino previsto y el motivo de su viaje. Los ignor� a todos hasta que termin� el �ltimo bocado del guiso.
Levant�ndose, el extra�o habl� al fin, su voz un bajo y vibrante gru�ido. "Busco algunos amigos. Montamos juntos una vez, pero nos separamos." Guardo silencio por un momento, sus ojos apagados. "Y la motocicleta no est� en venta."
Al levantarse, los j�venes finalmente parecieron comprender la magnitud de �l. Se alzaba sobre ellos, claramente siete pies de altura. Aunque parec�a delgado, su complexi�n exudaba un aura de poder que insinuaba una fuerza oculta, como un depredador esperando su momento para atacar.
Regres� al bar, pidi�ndole al due�o que le diera otra taza de agua. Luego, hizo un gesto hacia las �reas oscuras de la habitaci�n. "�D�nde puedo encontrar informaci�n? Estoy buscando a unos amigos."
Un hombre enorme y brutal, un tipo crudo con la mitad de su cuerpo un remiendo de metal y carne, mec�nica injertada en su marco org�nico, se sent� junto a �l. Cables recorr�an su carne, y trozos de acero sobresal�an de sus brazos y piernas.
"Extra�o," bram� el hombre aumentado, su voz un gru�ido distorsionado. "Parece que no eres muy educado. Mis amigos te hicieron preguntas, y no respondiste."
El extra�o desvi� su atenci�n hacia �l, una evaluaci�n lenta y calculadora. Examin� el rostro del hombre y luego, con una terrible realizaci�n, hizo las conexiones. El metal retorcido, los ojos vac�os, la voz mon�tona - todo conduc�a a un solo hecho espantoso.
"Clones," pens�, su voz un susurro inaudible en la tempestad.
Cap�tulo 7: El Despertar de Mictly
El hombre aumentado infl� el pecho, su coraz�n mec�nico zumbando notablemente. "Soy yo quien dirige esta ciudad. Nada ocurre sin mi conocimiento o permiso."
El extra�o devolvi� la mirada. "Solo estoy de paso, buscando refugio de la tormenta." Un rel�mpago ilumin� la habitaci�n y se escuch� un estruendoso trueno. "Pero creo que he encontrado lo que buscaba."
Los ojos del hombre aumentado se entrecerraron, y examin� al extra�o con renovada intensidad. Una chispa de reconocimiento, seguida de un creciente horror, contorsion� su rostro.
"Eres t�," tartamude�, con la voz temblorosa. "No puede ser. Deber�as estar muerto. �Qui�n eres?" Empez� a retroceder, sus extremidades aumentadas raspando contra el suelo.
La voz del extra�o era un gru�ido bajo y ominoso. "Mi nombre es Mictly, y estoy aqu� para llevarte al infierno para que pagues por lo que t� y tus compa�eros le hicieron a mi familia, te enviar� al infierno."
El hombre aumentado lanz� un grito penetrante. "�Det�nganlo! �M�tenlo!"
Como un solo cuerpo - cada clon, cada rostro alterado - se gir�. El zumbido apagado de sus voces se convirti� en un gru�ido gutural. Se mov�an en una sincronicidad inquietante, como marionetas en un hilo controladas por una voluntad mal�vola.
El extra�o retrocedi�, con la adrenalina bombeando por sus venas. "�Est�pidos clones!" grit�, "�No podr�n detenerme!"
Los clones atacaron, una ola de rasgos id�nticos y metal retorcido. Se abri� paso entre ellos, sus pu�os un borr�n de movimiento. Golpe� con una brutalidad eficiente, los clones estrell�ndose por toda la habitaci�n, sus cuerpos aumentados chocando contra las mesas y haciendo que las botellas se rompieran. La sangre salpicaba las paredes, pintando el bar con un macabro mosaico de violencia.
Sin embargo, segu�an llegando, una ola interminable de clones. El extra�o luchaba con una ferocidad nacida de la rabia y la desesperaci�n, pero la cantidad era abrumadora. Abruptamente, una r�faga ensordecedora de disparos reson� desde la parte trasera de la sala. Un hombre gigante, a�n m�s grande que el extra�o, se perfilaba en la puerta, sosteniendo en sus manos dos enormes ametralladoras. Abri� fuego, ametrallando a los clones que rodeaban al extra�o con balas.
Las luces se atenuaron y se apagaron, dejando el bar en total oscuridad. La �nica luz era la de los destellos de los ca�ones. La noche realmente hab�a comenzado.
Cap�tulo 8: Gritos y Silencio
El tiroteo hab�a cesado, y el aire colgaba denso con un silencio asfixiante. Un silencio tan denso como un objeto, un objeto contra los t�mpanos de Elias, su propio coraz�n latiendo en sus o�dos. Elias se mov�a a trav�s de la oscuridad del bar, su propia casa de los horrores llena de los cuerpos destrozados de sus clones.
Hab�a perdido la cuenta. �Veinte? �Treinta? Todos con su cara, todos eran desechables para el hombre que hab�a desatado este infierno.
Elias avanz� en el paisaje retorcido con una determinaci�n sombr�a, sus botas secando el suelo. Ten�a que saberlo con certeza.
Y solo cuando pens� que todos estaban muertos, sali� una mano de debajo de un mont�n de cuerpos sin vida. Se movi� a una velocidad imposible, con un salvajismo y precisi�n impresionante. Elias no tuvo la oportunidad de moverse la mano agarro su rostro, enterrando sus dedos en la carne, los pulgares en los ojos.
Un aullido como el de un lobo estall� de la garganta de Elias, un bramido de dolor abrasador como si se reflejara en la frialdad de un pesado silencio. Segundos despu�s nada.
El sabor amargo de su propia sangre en su cara, en sus fosas nasales. Fuera, en la calle, las primeras gotas pesadas de la lluvia acababan de comenzar a caer.
Mictly tambale� hacia la puerta rasgada del sal�n, la puerta un umbral de calle medio inflada y empapada en la inmundicia nocturna. Y entonces record� que al menos dos balas alcanzaron su cuerpo. Un dolor ardiente y desgarrador en su vientre. La respiraci�n dol�a.
Y mientras tambaleaba hacia la calle, la lluvia se convirti� en un diluvio. Un destello de luz, ilumino la desolada escena por un segundo y un intenso dolor lo atraves� instant�neamente. Cay� sobre sus rodillas, sus brazos abrazando su pecho, su mano honda en una herida irregular. La sangre caliente brot�, lubricando sus palmas y la acera sucia.
Una risa victoriosa y enfadada reson� en la noche. "Te tengo ahora, hijo de puta. Mataste a mis hermanos, pero ahora est�s acabado. �Muere!
Mictly tosi�, sus labios ensangrentados. Busco en el bolsillo y sac� una fotograf�a doblada. Una mujer con ojos suaves y una sonrisa suave le sonri�. Tres beb�s, acurrucadas en sus brazos, sonriendo a la c�mara. Su familia.
Se inclin� hacia ellos y extendi� un dedo tembloroso para tocar sus rostros, su propia cara retorcida en una sonrisa espantosa. "Creo que es hora de que vuelva con ustedes," luch� a trav�s de la cacofon�a de la lluvia. "Las extra�o tanto."
Sus labios espumaban sangre mientras intentaba hablar. "Hice lo mejor que pude. Las extra�o tanto."
La figura del gigante emergi� de la oscuridad, una silueta de un gigante iluminada por la luz de ne�n del letrero del motel. El hombre se ri� de nuevo, una risa que se extend�a hacia el olvido.
La visi�n de Mictly comenz� a desvanecerse. Su coraz�n lat�a cada vez m�s lento, cada latido era como un golpe como en un tambor bajo con un ritmo cansado. Su boca estaba fr�a llena del sabor met�lico de la sangre.
Y luego, nada. Bendita oscuridad.
�Qu� es esto; color? Pero no el color est�ril del pueblo, sino un color rico y c�lido que no hab�a visto en a�os.
"Finalmente, estoy a tu lado una vez m�s".
Entonces, una voz. Una voz suave pero urgente. "A�n no. Debes encontrarlas. Tienes que salvarlas."
Un recuerdo lo invadi�. Tres ni�as peque�as, ahora mujeres adultas, riendo en un jard�n soleado, sus risas resonando en el aire.
La voz una vez m�s, insistente. "S�lvalas."
Un rel�mpago cay� del cielo golpeando a Miclty. Seguido de un trueno que estall� en la tierra y lo trajo de vuelta a la conciencia.
El hombre gigante se acercaba a �l, riendo mani�ticamente "Ni el cielo te perdona".
El hombre gigante de pie enfrente de �l ten�a su gran mano cerrada alrededor de su garganta y comienza a apretar mientras lo levanta del suelo, no pod�a respirar, lo estaban ahorcando.
"�Otro m�s ca�do!" rugi� el hombre, su propia voz burlona.
De repente, un sonido diferente. Un sonido que no ten�a sentido. Un sonido r�tmico. �Un latido?
La adrenalina inund� a Mictly, una ola de poder animal crudo. Motivado por instinto puro, golpe� con los pu�os la cara del gigante, con los pulgares hundidos en las �reas carnosas alrededor de sus ojos.
El gigante grit� de dolor, dej�ndolo caer.
Mictly estaba de pie, su cuerpo gritando de dolor en protesta. Golpe� al gigante, pu�os llenos de dolor y p�rdida. La risa de sus hijas, los brazos reconfortantes de su esposa, los abrazos de sus peque�as apretado contra �l, giraban en su cabeza.
Y luego el horrendo dolor, los gritos, el rostro ensangrentado de su esposa, las habitaciones vac�as. Todo hab�a sido robado en un momento.
Se lanz� sobre el gigante, cada golpe, un recordatorio de su vida destrozada.
Y el gigante cay� al fin, una figura m�s sin vida en la calle mugrienta.
Mictly se qued� de pie sobre �l, el pecho subiendo y bajando, la lluvia enjuagando la sangre de su rostro. All� se qued� y dej� que la lluvia enjuagara la sangre de su cuerpo sus heridas sanaron como si nada hubiera pasado. Le dol�a, estaba de luto, pero eso se olvid� como el viento. Las cicatrices permanec�an, profundas, irregulares recordatorios de las batallas que hab�a librado, de la familia que hab�a sido destruida.
Mictly se dio la vuelte y comenz� a caminar, dejando detr�s solo cuerpos sin vida. Los edificios a su alrededor comenzaron a llenarse de llamas, en pocos minutos el pueblo entero se hab�a convertido en un infierno, que reflejaba el furia de su alma.
Cap�tulo 9: Presagios y Cenizas
A kil�metros de distancia, Marcus ve�a el canal de noticias en su pantalla. Un peque�o pueblo, poco m�s grande que un punto en el mapa, estaba en llamas. La c�mara recorri� los edificios carbonizados, y no hab�a nada m�s.
"Un incendio en el pueblo de Dust Devil," dijo el presentador de noticias con una tristeza ensayada, "Un incendio mat� a todos los habitantes del pueblo de Dust Devil, consumi�ndolo todo. Las autoridades investigan los hechos, pero todo parece indicar un accidente"
Marcus gru��. "Mal d�a para todos nosotros," gru��, todav�a encorvado sobre la pantalla.
Sali� de su tienda, una peque�a tienda llena de relojes y baratijas in�tiles de anta�o. El aire estaba denso y caliente, con un silencio antinatural. Mir� hacia el cielo, una gran masa de nubes negras se ve�a en el horizonte. Y bajo ellas una motocicleta movi�ndose a gran velocidad.
Se acercaba una tormenta.
El cielo ten�a un color morado, como una contusi�n, un lienzo feo salpicado de venas amarillas ardientes. Silas, due�o, jefe y �nico empleado del "Dust Devil Motel," batallaba en el porche desgastado, escupiendo en las r�fagas de viento que aumentaban en furia. La r�faga de viento estaba llena de un olor a ozono y polvo, quem�ndole la garganta como una pesadilla que sali� mal. Hab�a visto a trav�s de tormentas para llegar aqu� y volver a casa, pero esto. Esto era diferente.
Golpe� el ala de su sucio y desgastado sombrero de vaquero en un �ltimo esfuerzo por desalojar el polvo que los torbellinos que jugueteaban en el suelo seco hab�an tra�do. El Motel Dust Devil era una miseria: cuatro peque�as habitaciones sucias arriba de un bar mugriento impregnado de whisky rancio y sue�os destrozados. Era el �nico hilo de civilizaci�n en kil�metros a la redonda, apretujado en un peque�o cuenco �rido entre los restos de Old Mesa y el ostentoso horizonte donde se mov�an los vagabundos de metal.
Escupi� un halo de tabaco en el polvo. "No va a ser bueno," murmur�, pero su murmullo se ahog� en el grito creciente del vendaval. Esto no era lluvia. Esto era una tempestad que tra�a secretos, sacud�a los huesos de la vieja ciudad y chillaba en el viento.
Un borr�n de movimiento llam� su atenci�n. A lo lejos, un solo faro brillaba a trav�s de la oscuridad a una velocidad aterradora. Alg�n tipo en alg�n de motocicleta, no se ve�a como las destrozadas y desali�adas motos de dos ruedas que usaban los buscadores de chatarra, sino algo negro y vil, una maravilla tecnol�gica saqueada de una f�brica de la posguerra.
Silas se levant� y se qued� all�, con el est�mago revuelto. Esta tormenta estaba trayendo todo tipo de individuos. Hab�a borrachos, alborotadores y personas necesitadas.
La motocicleta rug�a m�s cerca, una nube de polvo y la noche que se acercaba. El cielo negro movi�ndose en c�rculos amenazantes, como si el motociclista estuviera convocando la tormenta. Silas permaneci� inm�vil pensando que el motociclista seguir�a su camino, pero en un instante la motocicleta gir� a la izquierda, esparciendo grava con los neum�ticos, dirigi�ndose al Dust Devil Motel.
Cap�tulo 2: Agua y Cicatrices
La campana de la perta son�, oxidada y desafinada, un extra�o estaba en la puerta llamando. Silas, cuyas arrugas conten�an siglos de historias, estaba limpiando el mostrador con un trapo. El hombre estaba tan sin afeitar y despeinado como un roble retorcido, marcado por las l�neas de una vida amarga e infeliz. Cincuenta y tantos, su rostro curtido y desgastado, sazonado por el mundo. El polvo cubr�a su chaqueta de cuero desgastada y los jeans de mezclilla seca, como si estuvieran momificados por la propia tierra.
El extra�o se apoy� en el umbral, limpiando el polvo de su ropa. Silas con una voz de autoridad. "No importa." Esto es una caja de polvo, no vale la pena limpiarse".
El hombre gru�� bruscamente, sus ojos escaneando el bar. Se movi� cansadamente y con suavidad sobre un taburete en la barra.
"�Qu� va a ser?". Pregunto Silas con una voz �spera.
Los ojos del extra�o se encontraron con los de Silas; sus ojos eran de un gris acero en la luz que se desvanec�a. "Agua, solo agua."
Silas mir� hacia arriba, pero se contuvo, sirviendo un vaso de una jarra de hierro. El agua era densa y c�lida. Silas no juzgar�a a un hombre por lo que beb�a en un lugar como este.
El extra�o bebi� a grandes tragos, la manzana de Ad�n sobresaliendo. Y volvi� a mirar a Silas con furia, con los ojos hundidos.
"�Tienes una habitaci�n?"
Silas se apoy� en la barra, sus ojos mirando hacia abajo. "Tengo una. Pero te va costar un ojo de la cara esta tarde.
Los ojos del extra�o se volvieron fr�os. "�Por qu�?"
"Se avecina una tormenta," le dijo Silas, torciendo los labios en una sonrisa.
El extra�o lo mir� eternamente antes de soltar un suspiro. "Habitaci�n, comida y agua todo incluido..."
Silas sonri�. "Trato. Veinte "piezas". Las "piezas" eran la moneda del desierto: trozos de metal recuperado, alambre, cualquier cosa que sirviera o pudiera ser revendida.
El extra�o meti� la mano en su chaqueta y sac� una bolsa de pedazos de metal, cont� los trozos sobre la barra.
"Los ba�os est�n al fondo," Silas gesticul�, asintiendo hacia una puerta trasera en la parte trasera del bar. "Es un ba�o p�blico. La vieja Maisie se encarga. Ella lo administra."
El extra�o asinti�, tomando la llave que Silas le extend�a. Se levanto lentamente, sus articulaciones crujiendo. Comenz� a caminar hacia la puerta de atr�s, cuando un rayo cay� sobre el edificio y las ventanas temblaron.
Silas se sent�, un nudo en el est�mago. Sab�a que esta tormenta iba a desatar problemas.
"S�," gru�� Silas contra el fr�o concreto del bar. "Va a haber problemas, claro que s�,"
Cap�tulo 3: El Ba�o P�blico
El balneario estaba a un minuto caminado, una cosa encorvada y demacrada que apestaba a desinfectantes y vapor. All� estaba Maisie, su rostro, un mapa de arrugas cuya edad no consideraba apropiado revelar.
El extra�o entr�, la tormenta justo atr�s de el. La cabeza de Maisie se levant� de golpe mirando con ojos sospechosos.
"Silas me envi�," dijo el extra�o, su voz resonando en la sala de vapor. "Me dijo que pod�a usar el ba�o."
Maisie asinti�, mirando su rostro. "Cinco "piezas" para el ba�o, dos para lavar la ropa. Es un buen precio, especialmente con la tormenta que viene."
La respuesta fue un gru�ido. Maisie le entreg� un gran trozo de jab�n �spero y dos toallas. "La regadera est� en la parte de atr�s. Hay un carro de lavander�a frente a la puerta del ba�o. Pon tu ropa all�. Puedes sentarte en las piscinas termales mientras esperas."
El extra�o gru�� una vez m�s, aceptando el jab�n y las toallas.
El extra�o se quit� la ropa al entrar al ba�o, los ojos agudos de Maisie se posaron en el salvaje retazo de heridas estriadas a lo largo de su espalda y brazos, una topograf�a de violencia inscrita en su piel. Algunas cicatrices, blancas y muy viejas. Algunas otras eran marcas rojas de furia reciente que destacan contra su piel.
Un segundo rugido de trueno sacudi� el aire. "Va a ser una tormenta mala," dijo Maisie, su voz casi ahogada por el viento aullante.
Empujo el carrito de la ropa hacia la lavander�a. Se sent�a m�s pesado de lo que hab�a anticipado, m�s pesado de lo que hab�a imaginado basado en el f�sico del extra�o. Ella lo atribu�a al grueso peso de la mezclilla y la suciedad que estaba incrustada en la tela de cada pliegue.
Bajo la ducha, en agua hirviendo, el extra�o se qued� bajo el chorro, para que se lavara el polvo, la mugre. Cerr� los ojos y se estrell� con fuerza contra los azulejos.
Record� las r�fagas de viento soplando en su cabello, la adrenalina recorriendo sus venas mientras corr�a de la tempestad.
Pasaron unos minutos, y se acerc� a una de las piscinas, agua caliente y medicinal. Se sent�, con la barbilla en las rodillas, y se envolvi� la cabeza con una toalla.
"Solo un poco de descanso," jade�, con la voz apenas m�s alta que el retumbar de la tormenta all� en el horizonte. "Solo un poco?"
Cap�tulo 4: Secretos en el Vapor
El tiempo pas�. La calidez del agua, el golpe de la lluvia en el techo, lo envolvi� en una visi�n parcial borrosa. Un recuerdo destrozado, una memoria rota, de un destello del pasado. Rostros muertos, hombres gritando mientras mueren, el amargo sabor met�lico de la sangre en sus labios.
Reprimi� esos recuerdos, poni�ndolos muy adentro en el fondo de su mente. No pod�a dormir. todav�a no pod�a descansar.
Una voz que lo despert�. "�Tu ropa est� lista!" Maisie abriendo la puerta del cuarto de ba�o.
Se levanto un poco y golpe� su cabeza para despejar la niebla de ella. �l pod�a sentirla al otro lado del cristal esmerilado, era una sombra contra la luz de colores.
Nad� hacia el otro lado y sali� de la piscina, sec�ndose con una toalla y asegurando que la toalla este bien sujeta alrededor de su cuerpo. Ahora se sent�a un poco mejor, el agua caliente hab�a relajado y calentado parte de la agon�a de su cuerpo golpeado.
Camin� hacia la puerta, cambi�ndose a su ropa limpia. La ropa se sent�a ajustada y r�gida, pero limpia.
Mientras caminada hacia la salida, Maisie estaba parada detr�s del escritorio. "No hab�a visto alguien que disfrutara tanto del ba�o como t�," gru��, su voz estaba en un tono bajo.
"Hab�a pasado mucho tiempo desde la �ltima vez," respondi� el.
Mientras sal�a del edificio. Ella lo miraba con desd�n, sus ojos cazadores llenos de sospecha.
Al marcharse, no pudo evitar notar que hab�a visto antiguas heridas en su cuerpo. Un secreto en sus ojos, una fatiga que atestiguaba un pasado amargo y reprimido. Y su ropa, era tan pesada, como si algo m�s pesado que el barro y el agua las hubiera arrastrado.
Afuera, la tempestad rug�a con viento y lluvia. La oscuridad rodeaba el exterior del Dust Devil Motel. Maisie se cubri� con una manta desgastada, temblando. En lo m�s profundo de sus huesos, estaba segura de que el extra�o hab�a convocado algo m�s que polvo. Ese extra�o hab�a conjurado la tormenta misma, una tormenta que los consumir�a a todos.
Cap�tulo 5: Presagio de la Tormenta
La puerta se cerr� de golpe, su sonido devorado por el repentino y salvaje inicio de la tormenta. El rel�mpago rasg� los cielos, iluminando el destartalado motel por un instante antes de sumergirlo de nuevo en la oscuridad. El trueno que sigui� fue una fuerza palpable, sacudiendo los cimientos del edificio, una promesa del caos que desatar�a.
En la taberna tenuemente iluminada, un murmullo de conversaci�n zumbaba, un bajo retumbar de charlas indescifrables provocadas por el whisky barato y el aburrimiento. El aire estaba impregnado con el olor a cerveza rancia y desesperaci�n. En este escenario, el extra�o entr� solo, una anomal�a entre los rostros cansados y las almas magulladas.
Se mov�a con una confianza silenciosa, un cambio sutil en la atm�sfera. El extra�o subi� las crujientes escaleras de madera, sus pesadas botas resonando contra las tablas desgastadas. Lleg� a una habitaci�n en el segundo piso, un refugio temporal de la tormenta. Se despoj� de su equipo con prisa, una pesada chaqueta de cuero y un casco de estilo futurista que hablaba de una vida vivida al borde de la civilizaci�n.
Se dirigi� de nuevo al bar, con intenci�n evidente. Se acerc� al due�o, un hombre delgado con ojos cansados y una ceja permanentemente fruncida en su rostro.
"Comida y agua, por favor," gru�� el extra�o, su voz un bajo rugido que apenas se escuchaba por encima del ruido.
El due�o gru��, se�alando con una mano hacia una mesa en la esquina. "S�rvanse el guiso. El agua est� en la parte de atr�s. Y una cosa m�s," dijo, afilando su tono. "No se permiten las armas en las salas comunes."
El extra�o dud�, sus ojos inquebrantables. "No tengo ninguna arma."
Como si fuera una respuesta, otro rayo atraves� el cielo, iluminando la habitaci�n con una luz azul sobrenatural. Las luces parpadearon salvajemente, como si tambi�n se rindieran ante la oscuridad. Un trueno ensordecedor respondi�, sacudiendo las ventanas y haciendo temblar el edificio. Todos los ojos en el bar se volvieron hacia el extra�o.
Sin prestar atenci�n a la mirada de los dem�s, tom� un plato lleno de guiso y una gran taza de agua con un borde astillado. Se dio la vuelta y se dirigi� a una mesa en la esquina del bar, sus movimientos lentos y calculados.
Cap�tulo 6: Los ecos de la uniformidad
El guiso no ten�a sabor, el agua sab�a a �xido, pero el extra�o com�a con una pericia econ�mica. No hab�a comido en d�as. Mientras com�a, tres j�venes, inquietantemente parecidos, se acercaron a su mesa. Se mov�an en una unidad sincronizada, con rasgos ins�pidos e imperceptibles.
"�Qu� quieres, extra�o?" pregunt� el primero, su voz un zumbido mon�tono.
El extra�o no le respondi�, simplemente sigui� comiendo.
"Es muy grosero ignorarnos," dijo el segundo, su tono reflejando el del primero.
"Eso puede causar problemas," contribuy� el primero, una amenaza escondida, en tonos de cortes�a.
El extra�o finalmente levant� la cabeza, sus ojos gris tormenta los escanearon con una repugnancia apenas disimulada. Volvi� a comer, su silencio un rechazo amplificado.
"Notamos tu motocicleta afuera," a�adi� el tercero, su voz tan impersonal como la de los otros.
"�Quieres venderla? Mi jefe tiene mucho dinero. Podemos pagar un buen precio."
De nuevo, el extra�o no respondi�. Las preguntas continuaron, un flujo constante de interrogantes sobre su lugar de origen, su destino previsto y el motivo de su viaje. Los ignor� a todos hasta que termin� el �ltimo bocado del guiso.
Levant�ndose, el extra�o habl� al fin, su voz un bajo y vibrante gru�ido. "Busco algunos amigos. Montamos juntos una vez, pero nos separamos." Guardo silencio por un momento, sus ojos apagados. "Y la motocicleta no est� en venta."
Al levantarse, los j�venes finalmente parecieron comprender la magnitud de �l. Se alzaba sobre ellos, claramente siete pies de altura. Aunque parec�a delgado, su complexi�n exudaba un aura de poder que insinuaba una fuerza oculta, como un depredador esperando su momento para atacar.
Regres� al bar, pidi�ndole al due�o que le diera otra taza de agua. Luego, hizo un gesto hacia las �reas oscuras de la habitaci�n. "�D�nde puedo encontrar informaci�n? Estoy buscando a unos amigos."
Un hombre enorme y brutal, un tipo crudo con la mitad de su cuerpo un remiendo de metal y carne, mec�nica injertada en su marco org�nico, se sent� junto a �l. Cables recorr�an su carne, y trozos de acero sobresal�an de sus brazos y piernas.
"Extra�o," bram� el hombre aumentado, su voz un gru�ido distorsionado. "Parece que no eres muy educado. Mis amigos te hicieron preguntas, y no respondiste."
El extra�o desvi� su atenci�n hacia �l, una evaluaci�n lenta y calculadora. Examin� el rostro del hombre y luego, con una terrible realizaci�n, hizo las conexiones. El metal retorcido, los ojos vac�os, la voz mon�tona - todo conduc�a a un solo hecho espantoso.
"Clones," pens�, su voz un susurro inaudible en la tempestad.
Cap�tulo 7: El Despertar de Mictly
El hombre aumentado infl� el pecho, su coraz�n mec�nico zumbando notablemente. "Soy yo quien dirige esta ciudad. Nada ocurre sin mi conocimiento o permiso."
El extra�o devolvi� la mirada. "Solo estoy de paso, buscando refugio de la tormenta." Un rel�mpago ilumin� la habitaci�n y se escuch� un estruendoso trueno. "Pero creo que he encontrado lo que buscaba."
Los ojos del hombre aumentado se entrecerraron, y examin� al extra�o con renovada intensidad. Una chispa de reconocimiento, seguida de un creciente horror, contorsion� su rostro.
"Eres t�," tartamude�, con la voz temblorosa. "No puede ser. Deber�as estar muerto. �Qui�n eres?" Empez� a retroceder, sus extremidades aumentadas raspando contra el suelo.
La voz del extra�o era un gru�ido bajo y ominoso. "Mi nombre es Mictly, y estoy aqu� para llevarte al infierno para que pagues por lo que t� y tus compa�eros le hicieron a mi familia, te enviar� al infierno."
El hombre aumentado lanz� un grito penetrante. "�Det�nganlo! �M�tenlo!"
Como un solo cuerpo - cada clon, cada rostro alterado - se gir�. El zumbido apagado de sus voces se convirti� en un gru�ido gutural. Se mov�an en una sincronicidad inquietante, como marionetas en un hilo controladas por una voluntad mal�vola.
El extra�o retrocedi�, con la adrenalina bombeando por sus venas. "�Est�pidos clones!" grit�, "�No podr�n detenerme!"
Los clones atacaron, una ola de rasgos id�nticos y metal retorcido. Se abri� paso entre ellos, sus pu�os un borr�n de movimiento. Golpe� con una brutalidad eficiente, los clones estrell�ndose por toda la habitaci�n, sus cuerpos aumentados chocando contra las mesas y haciendo que las botellas se rompieran. La sangre salpicaba las paredes, pintando el bar con un macabro mosaico de violencia.
Sin embargo, segu�an llegando, una ola interminable de clones. El extra�o luchaba con una ferocidad nacida de la rabia y la desesperaci�n, pero la cantidad era abrumadora. Abruptamente, una r�faga ensordecedora de disparos reson� desde la parte trasera de la sala. Un hombre gigante, a�n m�s grande que el extra�o, se perfilaba en la puerta, sosteniendo en sus manos dos enormes ametralladoras. Abri� fuego, ametrallando a los clones que rodeaban al extra�o con balas.
Las luces se atenuaron y se apagaron, dejando el bar en total oscuridad. La �nica luz era la de los destellos de los ca�ones. La noche realmente hab�a comenzado.
Cap�tulo 8: Gritos y Silencio
El tiroteo hab�a cesado, y el aire colgaba denso con un silencio asfixiante. Un silencio tan denso como un objeto, un objeto contra los t�mpanos de Elias, su propio coraz�n latiendo en sus o�dos. Elias se mov�a a trav�s de la oscuridad del bar, su propia casa de los horrores llena de los cuerpos destrozados de sus clones.
Hab�a perdido la cuenta. �Veinte? �Treinta? Todos con su cara, todos eran desechables para el hombre que hab�a desatado este infierno.
Elias avanz� en el paisaje retorcido con una determinaci�n sombr�a, sus botas secando el suelo. Ten�a que saberlo con certeza.
Y solo cuando pens� que todos estaban muertos, sali� una mano de debajo de un mont�n de cuerpos sin vida. Se movi� a una velocidad imposible, con un salvajismo y precisi�n impresionante. Elias no tuvo la oportunidad de moverse la mano agarro su rostro, enterrando sus dedos en la carne, los pulgares en los ojos.
Un aullido como el de un lobo estall� de la garganta de Elias, un bramido de dolor abrasador como si se reflejara en la frialdad de un pesado silencio. Segundos despu�s nada.
El sabor amargo de su propia sangre en su cara, en sus fosas nasales. Fuera, en la calle, las primeras gotas pesadas de la lluvia acababan de comenzar a caer.
Mictly tambale� hacia la puerta rasgada del sal�n, la puerta un umbral de calle medio inflada y empapada en la inmundicia nocturna. Y entonces record� que al menos dos balas alcanzaron su cuerpo. Un dolor ardiente y desgarrador en su vientre. La respiraci�n dol�a.
Y mientras tambaleaba hacia la calle, la lluvia se convirti� en un diluvio. Un destello de luz, ilumino la desolada escena por un segundo y un intenso dolor lo atraves� instant�neamente. Cay� sobre sus rodillas, sus brazos abrazando su pecho, su mano honda en una herida irregular. La sangre caliente brot�, lubricando sus palmas y la acera sucia.
Una risa victoriosa y enfadada reson� en la noche. "Te tengo ahora, hijo de puta. Mataste a mis hermanos, pero ahora est�s acabado. �Muere!
Mictly tosi�, sus labios ensangrentados. Busco en el bolsillo y sac� una fotograf�a doblada. Una mujer con ojos suaves y una sonrisa suave le sonri�. Tres beb�s, acurrucadas en sus brazos, sonriendo a la c�mara. Su familia.
Se inclin� hacia ellos y extendi� un dedo tembloroso para tocar sus rostros, su propia cara retorcida en una sonrisa espantosa. "Creo que es hora de que vuelva con ustedes," luch� a trav�s de la cacofon�a de la lluvia. "Las extra�o tanto."
Sus labios espumaban sangre mientras intentaba hablar. "Hice lo mejor que pude. Las extra�o tanto."
La figura del gigante emergi� de la oscuridad, una silueta de un gigante iluminada por la luz de ne�n del letrero del motel. El hombre se ri� de nuevo, una risa que se extend�a hacia el olvido.
La visi�n de Mictly comenz� a desvanecerse. Su coraz�n lat�a cada vez m�s lento, cada latido era como un golpe como en un tambor bajo con un ritmo cansado. Su boca estaba fr�a llena del sabor met�lico de la sangre.
Y luego, nada. Bendita oscuridad.
�Qu� es esto; color? Pero no el color est�ril del pueblo, sino un color rico y c�lido que no hab�a visto en a�os.
"Finalmente, estoy a tu lado una vez m�s".
Entonces, una voz. Una voz suave pero urgente. "A�n no. Debes encontrarlas. Tienes que salvarlas."
Un recuerdo lo invadi�. Tres ni�as peque�as, ahora mujeres adultas, riendo en un jard�n soleado, sus risas resonando en el aire.
La voz una vez m�s, insistente. "S�lvalas."
Un rel�mpago cay� del cielo golpeando a Miclty. Seguido de un trueno que estall� en la tierra y lo trajo de vuelta a la conciencia.
El hombre gigante se acercaba a �l, riendo mani�ticamente "Ni el cielo te perdona".
El hombre gigante de pie enfrente de �l ten�a su gran mano cerrada alrededor de su garganta y comienza a apretar mientras lo levanta del suelo, no pod�a respirar, lo estaban ahorcando.
"�Otro m�s ca�do!" rugi� el hombre, su propia voz burlona.
De repente, un sonido diferente. Un sonido que no ten�a sentido. Un sonido r�tmico. �Un latido?
La adrenalina inund� a Mictly, una ola de poder animal crudo. Motivado por instinto puro, golpe� con los pu�os la cara del gigante, con los pulgares hundidos en las �reas carnosas alrededor de sus ojos.
El gigante grit� de dolor, dej�ndolo caer.
Mictly estaba de pie, su cuerpo gritando de dolor en protesta. Golpe� al gigante, pu�os llenos de dolor y p�rdida. La risa de sus hijas, los brazos reconfortantes de su esposa, los abrazos de sus peque�as apretado contra �l, giraban en su cabeza.
Y luego el horrendo dolor, los gritos, el rostro ensangrentado de su esposa, las habitaciones vac�as. Todo hab�a sido robado en un momento.
Se lanz� sobre el gigante, cada golpe, un recordatorio de su vida destrozada.
Y el gigante cay� al fin, una figura m�s sin vida en la calle mugrienta.
Mictly se qued� de pie sobre �l, el pecho subiendo y bajando, la lluvia enjuagando la sangre de su rostro. All� se qued� y dej� que la lluvia enjuagara la sangre de su cuerpo sus heridas sanaron como si nada hubiera pasado. Le dol�a, estaba de luto, pero eso se olvid� como el viento. Las cicatrices permanec�an, profundas, irregulares recordatorios de las batallas que hab�a librado, de la familia que hab�a sido destruida.
Mictly se dio la vuelte y comenz� a caminar, dejando detr�s solo cuerpos sin vida. Los edificios a su alrededor comenzaron a llenarse de llamas, en pocos minutos el pueblo entero se hab�a convertido en un infierno, que reflejaba el furia de su alma.
Cap�tulo 9: Presagios y Cenizas
A kil�metros de distancia, Marcus ve�a el canal de noticias en su pantalla. Un peque�o pueblo, poco m�s grande que un punto en el mapa, estaba en llamas. La c�mara recorri� los edificios carbonizados, y no hab�a nada m�s.
"Un incendio en el pueblo de Dust Devil," dijo el presentador de noticias con una tristeza ensayada, "Un incendio mat� a todos los habitantes del pueblo de Dust Devil, consumi�ndolo todo. Las autoridades investigan los hechos, pero todo parece indicar un accidente"
Marcus gru��. "Mal d�a para todos nosotros," gru��, todav�a encorvado sobre la pantalla.
Sali� de su tienda, una peque�a tienda llena de relojes y baratijas in�tiles de anta�o. El aire estaba denso y caliente, con un silencio antinatural. Mir� hacia el cielo, una gran masa de nubes negras se ve�a en el horizonte. Y bajo ellas una motocicleta movi�ndose a gran velocidad.
Se acercaba una tormenta.