Cap?tulo 1: Una Tormenta Que Se Acerca
El cielo palpitaba con energ?a mal?vola. Hab?a una tormenta, enfadada, antinatural, desgarrando el cielo. Rayos gruesos como troncos de ?rbol, desgarrando el suelo, iluminando nubes moradas con una furia desenfrenada. No era una tormenta natural, sino una tormenta construida de algo maligno, algo antiguo, y un duplicado de la tempestad que rug?a dentro de Mictly.
Apretaba el acelerador de su motocicleta con furia, mientras empujaba el motor m?s all? de sus l?mites. El asfalto se convert?a en una cinta oscura desenroll?ndose en su desesperada persecuci?n. El viento gritaba en sus o?dos; un lamento que reflejaba el miedo en su coraz?n. Su rostro estaba marcado por surcos de miedo, y una determinaci?n casi inhumana. Ten?a que llegar a ellos. Ten?a que salvarlas.
Lo ?nico que importaba era recuperar a su familia; pero su mente era una zona de guerra, no le daba tregua. Recuerdos, no deseados e inolvidables, salieron a la superficie, alimentados por el poder primitivo de la tormenta.
Cap?tulo 2: El Regalo del Sanador
Un beb?, abandonado en medio de una matanza. La historia, compartida por su madre adoptiva siempre con tristeza, furia y miedo. El campo de batalla estaba cubierto de cad?veres, desgarrados por una fuerza sobrenatural, los cuerpos parec?an haber sido alcanzados por un rayo. Y en medio de todo, un beb?, llorando mientras la tormenta se acercaba, su trueno ensordecedor resonando de vuelta hacia ?l.
Fue encontrado por Elara, la sanadora de las Almas Demoniacas. Cincuenta mercenarios, endurecidos en la batalla por la crueldad, la codicia y unidos por su constante sed de sangre.
Elara era una extra?a entre ellos. Una esclava, su vida reflejaba la brutalidad de los mercenarios. Ella ten?a el don de curar, una mezcla de conocimiento cient?fico y comprensi?n intuitiva de c?mo funcionaba el cuerpo humano que se balanceaba al borde de la magia. Ella pod?a sanar huesos rotos, reparar tejidos, pero sus propias heridas, las cicatrices invisibles de su encarcelamiento, permanec?an intactas.
La noche en que lo encontr?; estaba al l?mite de su resistencia. La desesperaci?n era un peso aplastante y paralizante que se posaba sobre ella. Ella se encontraba bajo un viejo ?rbol, silencioso centinela de su desesperaci?n, pregunt?ndose por qu? las cosas ten?an que haber sucedido de esa manera.
Entonces, escucho un grito. Un peque?o grito que romp?a t?mpanos atraves? la oscuridad, resonando en la tormenta aullante. Un rayo ilumin? una escena de horror indescriptible. Los cuerpos? eran diferentes a cualquier cosa que hubiera visto antes, incluso durante las batallas m?s salvajes de las Almas Demoniacas.
Elara corri? hacia el sonido, su coraz?n latiendo con fuerza dentro de su pecho. Y all? estaba ?l. Un beb?, cubierto de harapos desgastados y manchados de rojo, rojo como la sangre, su peque?o rostro contorsionado en un llanto casi primitivo.
Fue golpeada por una ola de calidez; algo que no hab?a sentido en a?os. Esperanza. Era un milagro, un rayo de sol que, a pesar de su peor d?a, le mostraba que la vida continua. Ella lo abraz? fuerte, sus brazos lo envolvieron, las l?grimas del bebe se sent?an reconfortantes contra su hombro. Era la raz?n, la raz?n para seguir viviendo.
Detr?s de ella, acechando en la oscuridad, estaba Ragnar, el l?der de las Almas Demon?acas. Su rostro, normalmente una m?scara de cruel indiferencia, se convirti? en uno de asco. Hab?a visto las secuelas de la matanza y vislumbrado la ira de la tormenta. Entendi? que algo antinatural hab?a ocurrido. Sab?a que este ni?o era diferente de los dem?s.
Se levant? y vio a Elara desaparecer en la oscuridad, con el beb? en brazos, y un escalofr?o de miedo se apoder? de su coraz?n. Este ni?o, ser?a un problema.
Cap?tulo 3: Forjado en el Dolor
Ella lo llam? "Mictly," que significa "Nube oscura" en su idioma. Ella vio en sus ojos el poder de la tormenta, una inmensidad que conten?a tanto belleza como un poder aterrador. Sab?a, por improbable que pareciera, que hab?a encontrado a un hijo.
Ella protegi? al ni?o de los mercenarios por diez a?os bajo el velo de su campamento, y le instruy? en todo lo que hab?a aprendido del mundo m?s all? de las crueles fronteras del suyo. Ella le ense?? acerca de humanidad, compasi?n, amabilidad y justicia. Ella entend?a que era una existencia fr?gil, pero no pod?a permitir que se convirtiera en otra cosa.
Sin embargo, Ragnar ten?a otros planes.
Mictly fue entrenado desde su d?cimo cumplea?os. El entrenamiento era cruel y despiadado que buscaba ?nicamente destrozarlo, convertirlo en un arma para su deleite. Ragnar, impulsado por una mezcla de miedo y odio, percibi? el poder bruto en el chico, un poder que era alimentado por la tormenta.
A Mictly se le prohibi? usar armas. Se defend?a con sus manos desnudas contra sus perseguidores. Y Ragnar y sus hombres lo golpeaban sin piedad d?a tras d?a. Lo golpeaban, pateaban, llev?ndolo casi al borde de la muerte. Se burlaban de su sufrimiento, se deleitaban en su miseria.
Soport? todo, impulsado por el instinto primario de sobrevivir y el amor inquebrantable de su madre. Sab?a que, si solo pod?a soportar, solo sobrevivir a la agon?a, entonces Elara estar?a bien.
Y ella siempre llegaba justo a tiempo.
Aparec?a despu?s de las golpizas, sus ojos ardiendo en una agon?a tan profunda que amenazaba con destrozarlo. Ella lo sosten?a en sus brazos, susurr?ndole palabras reconfortantes mientras usaba sus habilidades curativas en ?l. Sus manos magulladas y callosas eran un b?lsamo para su carne herida. Ella reparar?a sus huesos rotos, sanar?a sus heridas profundas y volver?a a unir sus m?sculos desgarrados. Lo san? mil veces. Sin ella, habr?a perecido innumerables veces.
Pasaron diez a?os. Diez a?os de palizas diarias. Diez a?os de furia contenida. Diez a?os de ver crueldad sin sentido. Se volvi? m?s duro, m?s fuerte. Al punto de que Ragnar ya no pod?a derrotarlo solo.
Y entonces, llam? a sus "amigos." Cuatro, cinco, a veces m?s mercenarios, que estaban m?s que encantados de desatar su furia sobre el chico. El esquema era siempre el mismo: golpearlo hasta que se rindiera, hasta que fuera incapaz de moverse, aferr?ndose al borde de su vida.
Y cada vez, Mictly se aferraba. Luch? a trav?s de ello. ?l soport?. Y esper? a que Elara lo sanara.
Cap?tulo 4: Lluvia Carmes?
El hedor de la cerveza agria y el olor corporal flotaba en el viento, ese era el olor de su vida en el campamento. Esta noche, sin embargo, adem?s de esos olores, en el viento flotaba un aroma met?lico: el olor a sangre. Mictly estaba en el suelo, su cuerpo una lleno de manchas azules y p?rpuras siendo golpeado por dos por hombres que disfrutaban infringir dolor.
Se prepar? para el siguiente golpe, un chorro de dolor en la nuca. Cada golpe era un reproche a la esperanza a la que ?l se aferraba. Su madre, Elara, siempre cuidando, era su escudo, una voz suave de comprensi?n en un mundo que no mostraba piedad.
Esa noche, sin embargo, la golpiza fue de otro tipo. Los hombres, con sus cerebros embotados por el licor de mala calidad y su furia, fueron a matarlo. Mictly gimi?, un peque?o llanto pat?tico ahogado por sus burlas ebrias.
Elara corri? hacia ellos.
Ella hab?a permanecido de brazos cruzados mientras acosaban a su hijo. A?os de pasividad impotente finalmente la hab?an llevado a la desesperaci?n. En un grito desesperado, se interpuso entre Mictly y sus verdugos, su delgado cuerpo era una barricada in?til contra su crueldad.
"?Por favor!, ?Det?nganse!, ?El no ha hecho nada!"
Su interrupci?n le hab?a costado una fuerte bofetada. Ella se tambale?; sus ojos estaban muy abiertos por el miedo. Su interrupci?n desato un nuevo nivel de rabia. Patadas y pu?etazos, ahora desatando su ira ebria sobre ella tambi?n.
Mictly observaba con horror, el dolor en su propio cuerpo desvaneci?ndose en un terror insensible. Intent? alcanzarla, sus extremidades pesadas e insensibles. Solo pod?a escuchar sus sollozos ahogados, cada uno un pu?al retorci?ndose en su coraz?n.
Y entonces, en medio del caos, ella empez? a susurrar: "Lo siento, Mictly?Lo siento tanto?"
Ella lo abraz? con fuerza, manteni?ndolo apretado contra ella en un intento desesperado de evitar los golpes de sus agresores. Los pu?etazos ca?an sobre sus dos cuerpos, brutales y pesados. Los hombres, con rostros retorcidos en sonrisas s?dicas, continuaron golpeando.
Finalmente, se detuvieron. No por compasi?n, sino por agotamiento. Se retiraron, jadeando y respirando con dificultad, sus rostros enrojecidos por el esfuerzo.
El silencio descendi?, pesado y opresivo. Mictly se desvanec?a y volv?a en s?, con la boca llena por el detestable sabor de la sangre. El tiempo se volvi? m?s lento, en una eternidad de dolor lo invadi?.
Despert? en medio de la noche, el campamento estaba desierto, los hombres se hab?an ido en la oscuridad. Elara segu?a abraz?ndolo; su cuerpo era un escudo contra la fr?a tierra. Mir? hacia su rostro, p?lido y cubierto de sangre. Sus labios segu?an sonriendo, como si finalmente hubiera encontrado paz en su sacrificio.
"Mam??" susurr?, su propia voz un fr?o murmullo.
La sacudi? lentamente. No hubo respuesta. La sacudi? una vez m?s con m?s fuerza, su propio coraz?n latiendo con miedo. Nada.
Elara estaba muerta.
Un grito desgarrador sali? de la garganta de Mictly, un sonido crudo y primitivo lleno de tristeza, de dolor y de una rabia creciente que amenazaba con consumirlo. El grito fue engullido por la tormenta que se avecinaba.
El grito fue seguido por un estruendoso trueno, que reson? en toda su potencia, y la tierra tembl?. Un ?rbol a lo lejos fue alcanzado por un rayo y se incendi?. El clima ind?mito encontr? su igual en la tormenta de ira que rug?a dentro de Mictly.
Intent? sentarse, sostener a su madre sobre ?l, pero sus piernas estaban rotas, in?tiles. Sus brazos, pesos muertos, no respond?an. Yac?a atrapado bajo el cuerpo de ella, mientras el ?ltimo hilo de vida abandonaba su cuerpo.
Cerrando los ojos, susurr?: "Lo siento, mam?. No pude protegerte."
Su coraz?n titube?, luego se detuvo lentamente. La oscuridad descendi?.
Y luego un destello de luz cegadora. Colores explotan en la parte posterior de sus ojos, vibrantes e intensos. "?Es esto el cielo, como dijo Mam??" se dijo a s? mismo.
La paz no dur?. Una agon?a ardiente lo atraves?, fuego quemando cada c?lula de su cuerpo. Grit?; pero su grito fue ahogado por el sonido de la tormenta. Sinti? los huesos volviendo a su lugar, las heridas cerr?ndose, los m?sculos cosi?ndose. Estaba siendo reconstruido, rehecho, y no pod?a soportar el dolor.
Los segundos se convirtieron en eones. Y entonces la agon?a ces?, dej?ndolo d?bil y temblando. Estaba vivo. Y en su mente, una palabra, un canto de invocaci?n persistente: Venganza.
Cap?tulo 5: Mil Batallas
"Mil batallas," jade?, las palabras huecas en los vac?os pasillos de su coraz?n. "Mil batallas para ser invencible." Y convertirse en la tormenta misma."
Su primera lucha hab?a sido contra el dolor. Arrastr? el cuerpo de su madre muerta, su ira humeando con un dolor tan vil que era una locura. La enterr? en una tumba rudimentaria, un agujero cavado en el suelo donde la coloc? con sus propias manos. Sobre la tumba de su madre hizo un juramento, una promesa ahogada: los har?a pagar por esto.
Dej? el campamento, un fantasma en los bordes del bosque. Robaba para sobrevivir, hurgando en latas, su ira una brasa brillante que lo empujaba hacia adelante. Una lucha constante, una acci?n de retroceso para su cuerpo.
Luch? contra perros callejeros salvajes. Luch? contra los crueles cazadores furtivos. Luch? contra su propia imagen en la superficie manchada del agua del arroyo, combatiendo el miedo corrosivo que le carcom?a el est?mago.
Cada lucha era una lecci?n, una dura escuela de supervivencia. Aprendi? a esperar el ataque, a usar su cuerpo como un ariete, a concentrar su furia en un punto preciso, para convertirse en una m?quina de precisi?n.
Aprendi? a cazar, a acechar, a matar. Era una criatura salvaje, un depredador nocturno. Su cuerpo maltrecho se transform? en m?sculo magro y crudo, trabajado arduamente en peleas implacables.
Pasaron cinco a?os. Hab?a olvidado cu?ntas peleas hab?a habido en ellos. Pero con cada triunfo, sent?a un destello de satisfacci?n, un paso m?s cerca de su objetivo. Aprendi?, luchando hasta quedar exhausto, soportando la tortura que matar?a a cualquier otro hombre.
Luch? contra hombres el doble de su tama?o, impulsados por el alcohol y la arrogancia. Luch? contra las bestias con colmillos y garras, impulsado por el hambre y el instinto. Aprendi? sus debilidades y explot? sus vulnerabilidades.
Domin? la lucha sucia, la lucha de supervivencia y la lucha ganadora.
Era un arma, tambi?n. No un cuchillo, no una pistola, sino sus pu?os, sus pies, su cuerpo, afilados como el filo de una navaja. Una tormenta de rabia, una tempestad de la naturaleza desatada.
Ya no era Mictly. Algo m?s grande, algo m?s oscuro, algo fatal. Era la tormenta, forjada en el fuego del sufrimiento y la venganza.
Se aferraba al recuerdo de Elara, la suave curva de su cara era su gu?a. Su recuerdo lo instaba a entrenar, su devoci?n la llama para nunca rendirse. Honrar?a su sacrificio, no en l?grimas y luto, sino con la sangre de aquellos que la hab?an arrebatado de ?l.
Necesitaba vengar su muerte. Necesitaba detenerlos antes de que lastimaran a otra persona inocente una vez m?s. Necesitaba encontrar los mercenarios llamados Almas Demoniacas.
Cap?tulo 6: La Guarida de las Almas Demon?acas
Historias de los "Almas Demoniacas" estaban por todas partes. Eran mercenarios, infames por su brutalidad y su falta de piedad. Traficaban con todo lo ilegal, desde esclavos hasta drogas ilegales, y les encantaba torturar a los d?biles.
Eran liderados por tres individuos, cada uno m?s depravado que el anterior. Tarum, el qu?mico, un loco retorcido que disfrutaba experimentar con personas inocentes con cruel alegr?a. Elias, el cyborg, una criatura degenerada hombre-m?quina, que coleccionaba partes de los cuerpos de sus v?ctimas para crear su vil "ej?rcito de clones." Y Ragnar, el l?der, un s?dico que disfrutaba torturando y matando con sus propias manos.
Mictly sab?a que ellos eran los responsables de la muerte de Elara.
Sigui? las pistas de bienes robados y cuerpos destrozados; su persecuci?n fue implacable. Aprendi? su rutina, sus vulnerabilidades, sus debilidades. Merodeaba como un depredador, rastreando sus pasos, recopilando informaci?n, esperando el momento adecuado para atacar.
Fuera de la Ciudad Pagan, anidado en el espeso bosque, se encontraba el campamento de las Almas Demoniacas. Un enorme conjunto de tiendas y refugios improvisados, era un refugio para la escoria de la tierra. El aire estaba contaminado con una presencia maligna, una fuerza nociva compuesta de crueldad, codicia y desesperaci?n.
Mictly observaba desde las sombras, con los ojos entrecerrados y el cuerpo tenso. Observ? a los hombres beber, jugar, abusar de los prisioneros. Vio a los l?deres, sus rostros marcados por la crueldad, disfrutando de su repugnante poder.
En sus rostros, vio a los asesinos de su madre.
La rabia corr?a por sus venas, un torrente de ira que lo consum?a. Apret? los pu?os, sus nudillos de color marfil. Quer?a entrar de un salto, desatar toda su furia sobre ellos, desgarrarlos miembro por miembro.
Pero sab?a que ten?a que ser paciente. Ten?a que ser estrat?gico. No pod?a permitirse fallar. Ten?a que vengar a su madre.
Esper? el momento adecuado, el momento en que el campamento estaba m?s vulnerable, cuando los guardias estaban demasiado cansados para preocuparse por su entorno, ese era el momento en que la tormenta de ira dentro de ?l finalmente pod?a liberarse.
Esta noche, bajo el manto de la oscuridad, ?l atacar?a. Esta noche, los mercenarios conocidos como las Almas Demon?acas conocer?an las consecuencias de sus pecados. Esta noche, Mictly comenzar?a su acto final de venganza.
Cap?tulo 7: Ecos del Silencio
El viento aullaba, un lamento que reflejaba el coraz?n de Mictly. A?os hab?an pasado, a?os dedicados a perfeccionar sus habilidades, a?os construyendo su cuerpo en un arma perfecta, a?os impulsados por un singular y ardiente deseo de venganza. Esta noche, era el principio del fin para ellos. Los hab?a encontrado. Los hombres responsables de la brutal muerte de su madre, los hombres que crearon su infierno personal.
El campamento apestaba a licor barato y risas crueles. Los mercenarios re?an alrededor de un fuego humeante, los gritos ahogados de los esclavos en los rincones m?s oscuros del campamento eran una m?sica macabra de su celebraci?n. El est?mago de Mictly se retorc?a, no por miedo, sino por la rabia hirviente que amenazaba con consumirlo. No merec?an morir. Merec?an sufrir, entender el vac?o que ?l hab?a llevado durante tanto tiempo.
Una tormenta se nac?a en la distancia, una tempestad que resonaba con el tumulto dentro de ?l. Las nubes negras eclipsaron las estrellas, rayos cortantes y el estruendo ensordecedor del trueno. El tel?n de fondo perfecto para que se dictara el juicio. Mictly hab?a sido un fantasma, un susurro en el viento, durante a?os. Ahora ser?a su verdugo.
Se mov?a con una velocidad sobrehumana, una sombra entre sombras. La infame cerca de alambre de p?as erigida apresuradamente, un intento pat?tico de seguridad, no ofreci? resistencia. Camin? a trav?s de ella como si no existiera y aterriz? en medio de un grupo de mercenarios, sus rostros sonrojados por la juerga et?lica.
El destello de rel?mpago mostr? el rostro de Mictly - una m?scara de fr?a determinaci?n. Mictly se movi? con una brutal eficiencia. Un golpe r?pido al plexo braquial dej? a un hombre inconsciente. Otro fue inmovilizado por una r?tula destrozada. Evit? los golpes letales, centr?ndose en lesiones incapacitantes, dej?ndolos en agon?a, incapaces de moverse, incapaces de escapar de las consecuencias de sus acciones.
Esto no era justicia. Era sobre la retribuci?n. Los romper?a, f?sica y mentalmente, luego pasar?a al siguiente grupo. Ojos suplicantes se encontraron con su fr?a mirada, gritos desesperados de misericordia fueron recibidos con indiferencia silenciosa. Miclty hab?a pedido piedad en el pasado, pero nadie lo escuch?.
La tormenta rug?a, el viento azotando el campamento, llevando un hedor a sangre y miedo. El trueno enmascaraba los gritos de los ca?dos, el rel?mpago mostraba un campo de lleno de cuerpos destrozados. Mictly se mov?a a trav?s del campamento, convertido un torbellino de violencia controlada, dejando tras de s? un rastro de extremidades destrozadas y vidas rotas.
No eran hombres. Eran monstruos. Y esta noche, Mictly les mostrar?a lo que realmente significaba ser cazado.
Cap?tulo 8: Los Arquitectos de la Desesperaci?n
Tarum, El?as y Ragnar. Nombres que, en su mente, eran una maldici?n. Los arquitectos de su desesperaci?n. Se encontraban alrededor del fuego, sus rostros iluminados por las llamas danzante, sus risas resonando sobre el espantoso tableau de cad?veres mutilados que los rodeaban. Su sanguinario y cruel sadismo era una herida punzante en su conciencia.
Estaban bebiendo, celebrando su barbarie, ajenos a la tormenta que se avecinaba.
Entonces, vieron a una figura emergiendo de las sombras, una silueta de oscuridad contra la tormenta furiosa. Un rayo ilumin? la escena, ceg?ndolos por un instante. Cuando su visi?n regres?, vieron a un joven de pie frente a ellos, cubierto de sangre, con los pu?os apretados, los ojos ardiendo con una rabia incandescente.
Tarum, el menos imponente de los tres, con un rostro marcado y endurecido, abri? la boca primero, y su tono estaba impregnado de un gru?ido de arrogancia. "?Qui?n eres t?? ?Qu? quieres?"
Mictly no respondi?, permitiendo que el peso de su presencia se asentara sobre ellos, sembrando la semilla de la inquietud.
La arrogancia de Tarum vacil?. "?Sabes qui?nes somos?, l?rgate, o aceptar tu destino."
El viento aull?, llevando su risa. Mictly finalmente habl?, su voz un bajo y amenazante gru?ido. "Ha pasado un tiempo. ?No se acuerdan de m?? Ahora, soy yo quien ha venido a jugar con ustedes." Su boca se curv? en una sonrisa s?dica.
Se acerco hacia el fuego de forma lenta, y sus expresiones cambiaron. Las risas fueron reemplazadas por expresiones de miedo, y luego por un terror agudo y escalofriante.
El bravado de Tarum se desmoron?. "Es imposible. Mictly? deber?as estar muerto."
A medida que Mictly avanzaba, los tres hombres retroced?an, su confianza reemplazada por un miedo primitivo. Ragnar, de ojos fr?os, agarr? a una mujer detr?s de ?l, un escudo humano contra el enemigo que se acercaba. La sostuvo con fuerza, su mano apretada alrededor de su garganta.
"Si das un paso m?s, otra vez, ella muere." Ragnar grito.
Mictly se detuvo. La mujer, joven, que apenas pasaba de los veinte, luchaba por respirar, sus ojos abiertos de par en par con terror. Mir? a Mictly, con l?grimas corriendo por su rostro, una s?plica silenciosa de ayuda.
De repente, un susurro, suave e insistente, resonando en su mente, un tenue recuerdo del esp?ritu gentil de su madre. "S?lvala. Prot?gela."
Cap?tulo 9: La Elecci?n
La voz de Mictly, fr?a y autoritaria, cort? a trav?s del viento rugiente. "D?jala ir. Ella no tiene nada que ver con esto. Esto es entre ustedes y yo."
Ragnar apret? su agarre alrededor de la garganta de la mujer. "Esta esclava es nuestra nueva sanadora", gru??. "Es mucho mejor que la vieja anterior."
Un fuego fr?o se encendi? dentro de Mictly, quemando los vestigios de la contenci?n. Hab?a visto demasiada violencia, demasiado dolor que era innecesario. Esta mujer, esta inocente, que estaba atrapada en su depravado juego, no ser?a otra v?ctima m?s. ?l se asegurar?a de esto.
Su rostro se torci? de rabia, sus ojos ard?an con una ira elemental y desnuda. En ese instante, un rayo ilumin?, derribando un ?rbol a la izquierda, cegando a todos.
Todos esos a?os de pr?ctica, impulsados por un odio com?n y la venganza, hab?an templado su carne en un arma. Mictly se movi? a una velocidad inhumana. En un segundo, se encontraba frente a Ragnar, su pu?o un borr?n de movimiento. Golpe? el codo de Ragnar con toda la rabia que pudo reunir, un movimiento que rompi? huesos y pulveriz? carne.
Una explosi?n de dolor atraves? a Ragnar; su grito se ahog? en el aullido de la tormenta. Su brazo destrozado y distorsionado, cortado a nivel del codo, vol? por el aire aun aferr?ndose a la mujer por el cuello.
Mictly salt? hacia adelante, atrapando a la mujer en el aire y alej?ndose de la pelea. Aterriz? pesadamente, con ella en sus brazos, manteni?ndola a salvo del mu??n de Ragnar.
La baj? cuidadosamente al suelo, lejos del peligro inmediato, y se levant? una vez m?s para enfrentarse a sus enemigos. Ragnar, de rodillas, retorcido de agon?a, sosteniendo el resto de su brazo contra el pecho. Elias y Tarum; sus rostros p?lidos de miedo, corrieron y se adentraron en la oscuridad.
Un rugido primal sali? de la garganta de Mictly. No los dejar?a escapar. Los persigui?, impulsado por la ira. Pero solo pudo avanzar un par de metros antes de que el suelo bajo sus pies vibrara con una explosi?n colosal.
Apenas tuvo tiempo de reaccionar. Salto hacia atr?s, protegiendo a la mujer con su cuerpo, intentando desesperadamente protegerla de la explosi?n.
El mundo alrededor de ?l explot? en una cacofon?a de fuego y ruido. Un dolor ardiente lo atraves? mientras la metralla desgarraba su carne. Fue engullido por el fuego de la explosi?n, la explosi?n lo lanz? del suelo y lo arroj? al espacio.
Su ?ltimo pensamiento racional fue una oraci?n desesperada: Debo protegerla. Como ?l fue protegido antes. Entonces la oscuridad lo reclam?.
Cap?tulo 10: El Peso de la Supervivencia
Despert? con un sabor rancio de humo y muerte. El campamento estaba quemado, desgarrado por la tierra con cuerpos destrozados y destrucci?n abrasadora.
Estaba de espaldas, luchando por recuperar el aliento, su cuerpo era una bruma de agon?a. Metal de metralla incrustado en su carne, cada movimiento causando olas de agon?a ardiente que lo recorr?an. Ten?a que levantarse, ten?a que comprobar c?mo estaba la mujer.
Se levant? con una fuerza herc?lea, sus piernas temblando bajo ?l. Se tambale? hacia donde la hab?a dejado, su visi?n borrosa, su cuerpo gritando de dolor.
La encontr? donde la hab?a dejado, tendida en el suelo, milagrosamente ilesa. Ella estaba inconsciente, pero respirando con regularidad. El alivio lo invadi?, un breve respiro del dolor.
Examin? la escena. Los mercenarios que ?l hab?a puesto fuera de combate personalmente ahora estaban hechos a?icos despu?s de la explosi?n. Tarum, Elias y Ragnar no se ve?an por ninguna parte. Hab?an escapado. De repente de dio cuenta. Su venganza estaba incompleta.
Se desplom? de rodillas, la desesperaci?n llen? su coraz?n. Se hab?a sacrificado para proteger a esta mujer y al hacerlo, Dej? escapar a sus enemigos.
Voltea a ver a la mujer en el suelo, toc? lentamente su mejilla, apartando suavemente un rizo de cabello rojo de sus ojos. Ella se movi?, sus p?rpados temblando. Su instinto de supervivencia tomo el control; no pod?a quedarse all?. Estaba herido, vulnerable. Ellos volver?an con m?s hombre. Ten?a que llevarla a un lugar seguro.
Con un gru?ido de esfuerzo, la levant? en sus brazos, su peso era una carga para su propio cuerpo herido. Comenz? a caminar, tropezando por el paisaje cubierto de escombros, el amanecer romp?a en el horizonte.
Su viaje apenas hab?a comenzado. Las cicatrices del pasado cortaban demasiado profundo, y el camino que ten?a por delante era traicionero. Pero ahora ten?a una nueva misi?n, una raz?n para seguir luchando. Ten?a que protegerla. Y no se detendr?a hasta haber localizado a sus enemigos, y por fin darles el tipo de justicia que merecen.
Cap?tulo 11: Cenizas y Luz
La llev? a la joven en sus brazos. Mictly, conocido m?s por su fuerza brutal que por su cuidado gentil, camino por el peligroso terreno.
Sigui? adelante, impulsado por una necesidad primitiva de escapar. Cada paso que daba era una victoria contra las adversidades, pero cuanto m?s se alejaban de la explosi?n, lo atacaba una debilidad creciente. Al principio sinti? un ligero mareo, el suelo se ve?a inestable bajo sus pies. Luego, un miedo fr?o y h?medo.
?l sab?a lo que era. Sangre, estaba perdiendo demasiada sangre. No hab?a tenido tiempo de evaluar el da?o en su cuerpo, en ese momento su ?nica preocupaci?n era proteger a la chica. Ahora, sent?a una sensaci?n de ardor en su costado, el latido del coraz?n en su brazo. Y heridas abiertas que mostraban lo cerca que hab?a estado de la muerte.
Se tambale?, sus rodillas cedieron. Luch? por mantenerse en pie, impulsado por la necesidad de proteger la vida indefensa que descansaba en sus brazos. Sin embargo, sus piernas no respond?an. Cay? al suelo, el shock comenzando a enviar escalofr?os por su espalda.
Entonces, una sensaci?n que no hab?a sentido en a?os. Una calidez envolvi? su cuerpo maltrecho. Como una manta, un abrazo reconfortante a trav?s de su cuerpo herido, un b?lsamo suave que aliviaba el dolor. El sentimiento reson? profundamente en ?l, un eco fantasma de su madre, sus manos brillando mientras sanaba sus cortes y rasgu?os de la infancia. Las l?grimas brotaron de sus ojos, nublando su visi?n.
Mir? hacia arriba a la mujer que sosten?a. Sus ojos verdes, tan verdes como un estanque en el bosque, se miraron en los suyos. No mostraban miedo, solo una profunda calma y una sorprendente amabilidad. Ella extendi? la mano, sorprendentemente fuerte, y limpi? suavemente las l?grimas de su rostro.
Su voz, suave como un susurro, llevaba un extra?o poder. "Puedes descansar ahora, Mictly. Me asegurar? de que est?s protegido."
Ella pronunci? su nombre; ?l no le hab?a dicho su nombre. Pero el agotamiento lo abrum?. Cerr? los ojos, dej?ndose llevar por la calidez, por la cadencia tranquilizadora de su voz. Se dej? llevar por una oscuridad que era sorprendentemente pac?fica.
Cap?tulo 12: Despertar
Se despert?. La noche hab?a descendido, el cielo una densa alfombra de puntos de estrellas. Se sent?a? bien. Mejor de lo que se hab?a sentido en a?os. El dolor persistente que sol?a atormentar su cuerpo hab?a desaparecido. Se sent?a descansado, renovado, como si hubiera dormido durante siglos.
El p?nico se desat?. ?La mujer! ?A d?nde hab?a ido? Intent? levantarse, pero un peso en su pecho lo manten?a inm?vil. Mir? hacia abajo.
La mujer estaba durmiendo, con la cabeza apoyada en su pecho. Su cabello rojo se derramaba sobre su piel, un fuerte contraste contra las cicatrices grabadas all?. Su rostro era pac?fico, angelical, bajo la luna. Algo c?lido y protector vibraba en ?l, algo tan nuevo y tan brillante que le quit? el aliento.
Trato de no moverse para no despertarla. ?l mir? su rostro, cosas que ni siquiera hab?a visto: la curva de su boca, tan suave, la peque?a forma de sus labios, la forma de sus pesta?as.
Se qued? all?, embelesado, mientras la primera luz se extend?a por el horizonte.
Cap?tulo 13: La Canci?n del R?o
Mictly se despert? de repente, era ya tarde por la ma?ana. La mujer no estaba all?. Con asombro, el latido del coraz?n contra su pecho, una extra?a sensaci?n de vac?o en su est?mago. ?Se hab?a ido? ?Lo hab?a abandonado?
Se toc? el pecho, donde ella hab?a dormido. El calor permanec?a, y la extra?a sensaci?n, un hormigueo que se extend?a en su cuerpo, una conexi?n que no pod?a explicar.
Se levant?, la hierba todav?a fresca y h?meda. Su est?mago rugi?, un recordatorio ?spero de sus necesidades terrenales. Ten?a un hambre voraz. Dej? de lado la preocupaci?n por la mujer y sigui? adelante.
Entonces lo oy?. Un sonido que le hizo cosquillas en la nuca, un zumbido bajo en el viento. ?Alguien cantando?
Su mecanismo de supervivencia, desarrollado a lo largo de los a?os, se activ?. Alguien estaba cerca de ?l. Quiz?s una amenaza. Pero el sonido de la canci?n era tan sobrenatural y encantador sent?a como que ?l ya lo hab?a escuchado antes.
Se acerc? con cautela a la fuente del sonido. El canto se hac?a m?s fuerte con cada paso que daba hacia ?l. Era ella. La mujer.
?l emergi? de entre los ?rboles y se detuvo, hipnotizado. Ella estaba sentada en una roca junto a la orilla del r?o, lav?ndose el cabello en el agua clara y corriente. El sol de la ma?ana ba?aba su cuerpo en oro, convirtiendo su cabello en una cascada de fuego l?quido.
No pod?a evitar mirarla fijamente. Una belleza sobrenatural irradiaba de ella, una hermosura que brillaba y temblaba a su alrededor como un aura viviente.
Levant? la cabeza, y sus ojos verdes se encontraron con los de ?l. Ella sonri?, una sonrisa simple y brillante que le rob? el aliento.
Apart? la cara, de repente avergonzado, miro los trapos sucios alrededor de su cuerpo y la suciedad en su piel, sinti?ndose m?s apenado.
"Lo?lo siento," murmur?, con los ojos en el suelo. "No deber?a haber interrumpido."
Se retorci? de verg?enza, sin saber qu? decir. Finalmente, no pudo evitar decir, "?Tienes? tienes hambre?"
Su sonrisa se ensanch?. "S?," respondi? ella, y su voz era tan agradable como su canto.
Se aclar? la garganta por tercera vez. "Voy a? pescar algo del r?o," le dijo, y a?adi?, "Probablemente deber?amos regresar al pueblo despu?s de eso."
Cap?tulo 14: La Tormenta Interior
Ella comenz? a caminar a lo largo de la orilla del r?o. Vio a Mictly que se encontraba en medio del agua, sus m?sculos marcados mientras se mov?an. Su espalda era una topograf?a de dolor inscrita en su piel: cientos de cicatrices, algunas p?lidas y viejas, otras rojas y nuevas. Se preguntaba sobre la existencia que hab?a vivido, la agon?a que hab?a soportado, la carga que llevaba. Y sobre la raz?n por la que quer?a "cazar" a las "Almas Demon?acas."
Ella se sent? en una roca lisa, calentada por el sol, perdida en sus pensamientos. ?Qui?n era este hombre, este Mictly? ?Un guerrero endurecido por la violencia?, sin embargo, la hab?a salvado y protegido. Qu? diferente de aquellos que hab?an comerciado con ella.
Un repentino estruendo la trajo de vuelta a la realidad. Mir? hacia arriba. Nubes oscuras se estaban acumulando sobre ellos, girando y revolvi?ndose con una velocidad antinatural. Una tormenta se acercaba.
Abri? la boca para advertir a Mictly, y se detuvo. Ella lo mir? y pudo sentir la tormenta que se canalizaba a trav?s de ?l. El estaba perfectamente quieto, con la mand?bula apretada, sus ojos ard?an con una intensidad que reflejaba la tormenta que se formaba sobre ellos. Levant? la mano, cerr?ndola en un pu?o, y golpe? violentamente el agua.
El mundo estall? en un destello cegador de luz. Ella se cubri? los ojos con sus manos y los cerr? con fuerza. Cuando pudo abrirlos de nuevo, el paisaje era diferente.
Las nubes se hab?an ido. La tormenta vino y se fue con la misma rapidez con la que lleg?. Mictly estaba parado frente a ella, con unos peces agarrados en su mano. Caminaba como si nada inusual hubiera ocurrido, extremadamente tranquilo.
Cap?tulo 15: Compartiendo el Fuego
Mictly encendio un fuego para cocinar los pescados, pronto el olor a pescado frito lleno el aire. Hab?a un silencio calmado pero expectante.
Mirando al fuego, su voz baja e inquisitiva. "Mi nombre es Mictly, pero ya lo sabes" le dijo sin levantar la mirada. "Viajo de pueblo en pueblo, ganando dinero peleando y buscando pistas sobre las Almas Demoniacas."
La mir? de reojo, una expresi?n de preocupaci?n cruzando sus rasgos. "Si lo deseas, puedo llevarte a un lugar seguro? ?tu familia, quiz?s?" ?O cualquier lugar donde te sientas segura?" pregunt?.
Ella mir? hacia el suelo, haciendo dibujos en la tierra con sus dedos. "Me llamo Rina," susurr?. "Mis padres adoptivos me vendieron como esclava. No tengo a d?nde ir."
Ella lo mir?, un resplandor tocando su rostro. "Pero podr?a ir contigo," le dijo, con un tono suplicante en su voz. "Como sabes soy una sanadora. Te podr?a ayudar."
La mir? con ojos tristes, las llamas parpadeando entre ellos. "No soy una buena persona, Rina. Viajo de pueblo en pueblo, peleando por dinero, nunca me quedo en un lugar por mucho tiempo. No creo que sea una vida para ti."
Su rostro se entristeci?. Se abraz? las rodillas y las acerc? a ella, apoyando su rostro en la curva de estas. Se ve?a tan expuesta, tan vulnerable.
Mictly la miraba, con un nudo en el pecho. ?Qu? era esto? ?Simpat?a? ?Culpa? De repente, una voz que familiar, un susurro desde el rinc?n m?s oscuro de su mente, habl? en su cabeza: "Tienes que protegerla."
Miclty exhal? preocupado, encogi? los hombros. No ten?a idea de c?mo pod?a dejarla a su suerte, no despu?s de lo que hab?a pasado.
Mictly mirando hacia el suelo dijo, "Tengo una casita en las afueras del pueblo," murmur? para s? mismo. "Puedes quedarte all? todo el tiempo que quieras. Nunca estoy all? y estar?s a salvo."
La cabeza de Rina se levant? de golpe; los ojos se le abrieron de sorpresa. Una lenta sonrisa se extendi? por su rostro, ahuyentando la tristeza. "?Est?s seguro?" susurr? ella.
?l movi? la cabeza de un lado a otro en un gesto divertido y poco caracter?stico.
Ella salt?, una explosi?n de pura felicidad brotando de ella. "?Gracias, Mictly!" exclam?.
Cap?tulo 16: Ciudad Pagana
Despu?s de terminar de comer, empezaron a caminar hacia la Ciudad Pagana. Mictly no pod?a apartar la vista de ella. Su largo cabello rojo danzaba en el aire, atrapando la luz del sol como una telara?a de seda. Su peque?o cuerpo giraba a su alrededor en un torbellino de energ?a, como un ratoncito persiguiendo un trozo de queso. Todo en ella era cautivador.
Rina estaba mal vestida, llevaba un viejo y sencillo vestido blanco, descalza. Pero a ella no le importaba. Ella le sonre?a, y a su alrededor hab?a un resplandor que parec?a emanar desde ella.
Mientras caminaban, Mictly sab?a que nada volver?a a ser igual. ?l, el guerrero cansado de las batallas, ahora era responsable de esta fr?gil criatura, esta mujer que hab?a iluminado la oscuridad de su vida. No ten?a idea de lo que el futuro deparaba para ?l, pero de una cosa estaba seguro: proteger?a a Rina, sin importar nada. Y al protegerla, podr?a, quiz?s, encontrar un poco de redenci?n para s? mismo.
Cap?tulo 17: El Desv?o
El crujido de la grava del camino resonaba bajo las botas de Mictly. Sent?a como si hubiera estado caminando durante meses, incluso a?os. Su vida era un esbozo desgastado de carreteras destrozadas y amistades transitorias, todo mantenido unido por un abrumador apetito de venganza que le dejaba la boca seca. Era un luchador, un hombre destrozado por la p?rdida de su madre, y su ?nico amigo era la venganza.
Llegaron a las afueras del pueblo y ?l la condujo a una peque?a tienda de aspecto humilde, cuyas ventanas estaban llenas de tarros de pepinillos y racimos de hierbas secas.
Entraron y se acercaron a la due?a, una mujer robusta con ojos amables. Mictly mir? a Rina. "Toma lo que necesites. Voy a recoger algunas cosas para la casa. Decidiremos si necesitamos algo m?s cuando lleguemos all?," dijo ?l.
Ella se interpuso frente a ?l, con los ojos muy abiertos. "?Est?s seguro?". El asinti?, en un raro gesto de acuerdo.
Las l?grimas se le llenaron en los ojos y retrocedi? asustada. Miclty no hab?a esperado esa reacci?n. No estaba acostumbrado a los sentimientos.
"Es la primera vez en toda mi vida que alguien ha ofrecido comprarme algo," dijo ella, con la voz temblorosa.
Luego una sonrisa apareci? en su boca, una sonrisa radiante y deslumbrante que lleg? a los ojos de ?l y lo calent? de adentro hacia afuera. Simple de producir, esta sonrisa, no pod?a entender c?mo esta peque?a criatura pose?a un poder que no pod?a comprender.
Sacudi? la cabeza, sinti?ndose un poco avergonzado. "No es gran cosa. Toma, lo que necesites. No te preocupes por el costo."
Y luego, ?puf!, se fue. Era una energ?a de torbellino, una conejita, saltando de estante en estante, examinando telas, mirando cintas, sus ojos brillando con una alegr?a que ?l nunca hab?a presenciado.
La observaba, hipnotizado, mientras ella met?a algunas cosas esenciales y un par de sencillos vestidos de verano en una peque?a bolsa. Se encontr? deseando proteger esa alegr?a, esa felicidad, proteger esa sonrisa de la dura realidad del mundo. ?l pag? por todo, su cabeza ya daba vueltas con la inquietante realizaci?n de que sus cuidadosamente construidas murallas estaban comenzando a desmoronarse. Se sent?a atra?do por ella, por su calidez, por su vulnerabilidad, y sab?a, en un coraz?n golpeado por el dolor, que su necesidad de venganza estaba a punto de tomar un desv?o inesperado.
Cap?tulo 18: Una Casa Recuperada
La casa era una reliquia, un antiguo vestigio del pasado de Mictly. Se encontraba en las afueras del pueblo, con malas hierbas creciendo por todos lados, ventanas tapiadas, bisagras de la puerta chirriando ominosamente. No hab?a entrado en meses.
Desbloque? la puerta con una vieja llave desgastada, y una nube de polvo sali?, como una bienvenida fantasmal.
"Lo siento," se disculp?, sonroj?ndose. "No he estado aqu? por un tiempo."
Rina sonri?, sin preocuparse por el estado de la casa. "Tiene buena estructura," le dijo, con un deseo en su voz que ?l no esperaba. "?Est?s seguro de que puedo quedarme?"
La mir?, sus ojos fijos en los de ella. Sus ojos le suplicaban. El sab?a que deber?a decir que no. Sab?a que deber?a ser cauteloso, proteger su coraz?n del dolor que ven?a con el apego. Pero no pudo.
"S?," le dijo, la palabra se sent?a extra?a en su boca.
La sonrisa de Rina se ensanch?. "?Est? bien! T? ve y consigue algo delicioso para la cena." Ella lo empuj? suavemente hacia la puerta, con una energ?a contagiosa. "?Adelante! No te preocupes por m?. Estar? bien."
Vacil? por un segundo, luego se dej? empujar hacia afuera. Ella cerr? la puerta detr?s de ?l y, por primera vez en a?os, sonri?. No una mueca de satisfacci?n o una imitaci?n de aburrimiento, sino una sonrisa natural y genuina.
Camin? hacia el mercado; sus pasos eran m?s ligeros de lo que hab?an sido en a?os. Sinti? una sensaci?n intangible de anticipaci?n, un anhelo que no pod?a identificar. Se encontr? comprando no solo lo necesario, sino tambi?n algunos lujos - miel, una barra de pan fresco, un ramo de flores.
Regres? un par de horas despu?s, con bolsas de mercado llenas en los brazos, cuando llego, apenas reconoc?a su casa. La vegetaci?n crecida hab?a desaparecido, las ventanas estaban abiertas y la luz del sol entraba a raudales, y la puerta principal estaba completamente abierta, una c?lida bienvenida para entrar.
Dentro, la transformaci?n fue m?s profunda. No hab?a polvo y un sutil aroma a lim?n y hierbas. Los muebles, oscuros y sombr?os en su estado anterior, hab?an sido pulidos. La calidez y la luz parec?an llenar el aire.
Y ella emergi? de una de las habitaciones traseras, y ?l sinti? que se le cortaba la respiraci?n. Ella llevaba el nuevo vestido azul, con una coleta bien peinada recogida detr?s de ella. Su sonrisa era m?s amplia y c?lida de lo que ?l recordaba.
Salt? a sus brazos, su toque envi?ndole una descarga a trav?s de ?l. "?Trajiste algo delicioso para la cena?" pregunt?, su voz burbujeante y llena de felicidad.
No pudo reaccionar por un momento. Estaba at?nito, deslumbrado por el resplandor de su felicidad. Hab?a pasado tanto tiempo en la oscuridad, que hab?a olvidado c?mo se sent?a estar rodeado de luz.
Finalmente, pudo balbucear, "Compr? carne y verduras en el mercado."
Ella le quit? las bolsas de las manos y se dirigi? a la cocina, un espacio improvisado que hab?a a?adido por pura fuerza de voluntad. "La cena estar? lista en un minuto," grit? por encima del hombro. "?Ve a lavarte! Y lo siento, no compr? jab?n as? que us? el tuyo."
Camin? hacia el ba?o, tom? el jab?n, de repente, se sonroj?, sus mejillas rojas. "Detente" se orden? con firmeza. "Comp?rtate." Su mente era un torbellino de emociones. Se sent?a atra?do por ella, s?, pero ten?a miedo. Temeroso de ser herido, temeroso de perder todo lo que hab?a luchado tan desesperadamente por mantener para s? mismo - su soledad, su cinismo, su prop?sito.
Cap?tulo 19: Semillas de Cambio
Cenaron juntos, una comida sencilla, carne asada y verduras fritas y arroz. Pero era algo m?s. Era una conexi?n entre ellos, una que se hab?a forjado en risas y conversaciones.
Pasaron horas sentados all?, intercambiando historias y chistes tontos. Le cont? sobre sus aventuras, omitiendo la parte sangrienta, pintando un cuadro de un vagabundo en busca de significado. Ella le habl? de su infancia, de sus sue?os, de las luchas sufridas con noble dignidad.
Las horas se convirtieron en d?as, luego en semanas, y meses. Mictly dej? de viajar. Se sinti? atra?do por la rutina saludable del hogar y la vida tranquila de Rina. La ayud? con las tareas dom?sticas, aprendi? a cocinar, e incluso intent? cultivar un peque?o jard?n.
La vio sanar, no solo f?sicamente sino tambi?n espiritualmente. La vio re?rse m?s abiertamente, sonre?r m?s c?lidamente. La vio florecer, como una flor que se estira hacia la luz del sol.
?l mismo estaba cambiando. La rabia que lo hab?a impulsado todos estos a?os se estaba desvaneciendo gradualmente, reemplazada por una sensaci?n de calma que nunca hab?a sentido antes. Se sent?a atra?do por los placeres simples de la vida: la belleza del amanecer, el calor del fuego, el sonido de la risa de Rina.
Una noche, sentados lado a lado en el porche, mirando las estrellas, Rina tomo la mano de Miclty, un destello de luz de luna en sus ojos. "?Por qu? lo dejaste?" pregunt? suavemente, "Viajar, ?quiero decir?"
Vacil?, inseguro de c?mo explicar el cambio que hab?a ocurrido en ?l. "Yo?encontr? algo por lo que vale la pena quedarme," dijo finalmente, sus palabras casi un susurro.
Ella sonri?, sabiendo. "?Yo?"
Asinti?, incapaz de mirarla a los ojos.
Ella extendi? la mano y toco su cara, enviando un escalofr?o por su espalda. "Me has cambiado, Mictly," susurr? ella, con la voz llena de emoci?n. "Me has dado esperanza, y nunca cre? que?" Podr?a ser sanado."
La mir?, su coraz?n desbord?ndose con un sentimiento que no pod?a nombrar. No era afecto; ni gratitud. Era algo m?s profundo, algo m?s intenso.
Se inclin? y la bes?, el beso titubeante al principio, luego m?s apasionado, m?s exigente. Era un beso que gritaba sentimientos no expresados, de experiencias compartidas, de un amor que hab?a florecido del lugar m?s inesperado.
Sus sentimientos crec?an d?a a d?a. El tiempo pas? y a?os despu?s, su peque?a familia creci?.
Cap?tulo 20: ?ngeles Secretos
Nacieron tres encantadoras hijas: Atzi, Tozi y Xoco. Ellas ten?an el coraz?n amoroso de su madre y el esp?ritu inquebrantable de su padre. Eran salvajes, vivaces y llenas de energ?a, y trajeron tanta alegr?a y risas a la vida de Mictly que nunca hab?a so?ado que algo as? fuera posible.
Pero tambi?n heredaron algo m?s, algo que se transmiti? hace mucho tiempo en la familia de Rina, algo que se mantuvo en secreto: la capacidad de sanar.
Rina ense?? a sus hijas c?mo usar su talento, c?mo aprovechar su conexi?n innata con el mundo para sanar heridas, aliviar el dolor y restaurar el equilibrio. Les advirti? que mantuvieran su poder oculto, pues el mundo no siempre era amable con aquellos que estaban dotados como ellas.
Mictly, quien siempre hab?a confiado en la fuerza bruta y la fuerza f?sica. Pronto fue testigo del poder de sus hijas en persona, las observ? curar a un animales heridos, sanar de una enfermedad e incluso reparar su coraz?n roto.
Aprendi? a aceptar sus habilidades, a protegerlas y a admirar la suave fuerza interior que pose?an. Se dio cuenta de que el verdadero poder no estaba en el ataque o la venganza, sino en la sanaci?n y la compasi?n.
Pasaron veinte a?os. Veinte a?os de transformaci?n para Mictly, de un hombre impulsado por la venganza y el odio a un hombre que viv?a para proteger su tesoro m?s preciado: su familia. Dejaron la casa vieja y construyeron una nueva m?s adentro del bosque, lejos de la ciudad.
Intercambi? cicatrices de combate por ampollas en las palmas. El hombre de combate se convirti? en agricultor, sembrando tierras y criando ganado para alimentar a su familia. D?as pac?ficos llegaron a sus vidas, llenos de cielos azules y sol.
Vio crecer a sus hijas y convertirse en mujeres fuertes e independientes, cada una forjando su propio camino mientras honraban su don compartido. La mayor de las tres hermanas, Atzi, se convirti? en una h?bil herbolaria, utilizando su conocimiento para crear remedios para los enfermos. La segunda hermana, Tozi, pose?a un talento natural para la m?sica, y sus melod?as tej?an hechizos de consuelo y sanaci?n. Xoco era la hermana menor, una artista talentosa, pintaba sobre vidrio creando im?genes m?gicas que sanaban el coraz?n y el alma.
Eran una familia reservada y contemplativa, sus noches y d?as pasados en risas, trabajo arduo y la simple armon?a de la vida diaria.
Mictly sab?a, sin embargo, que su paz no durar?a para siempre. M?s all? de su hogar apartado, el mundo exterior era hermoso y cruel. Y no ten?a ninguna duda de que sus hijas, con sus dones divinos, eventualmente se ver?an arrastradas al conflicto.
Ten?a que ense?arles, entrenarlas en las maneras de defenderse, defender su don y aprender a utilizar su poder para el beneficio de la humanidad. Ten?a que ense?arles c?mo ser sanadoras y protectoras, c?mo navegar las complejas reglas de un mundo desagradable pero fant?stico.
Sab?a que el camino por delante estar?a lleno de desaf?os. Pero estaba seguro de que, con Rina a su lado, podr?an superar cualquier desaf?o que la vida les presentara, mano a mano.
Hab?a encontrado paz, hab?a encontrado amor y hab?a encontrado un prop?sito m?s all? de sus deseos ego?stas. Ya no era solo un luchador. Era un guardi?n, un padre, un esposo. Y alguien dar?a su vida por su familia.
Cap?tulo 21: Cosecha Carmes?
El sol golpeaba la espalda de Mictly, evaporando el sudor en la tela de su camisa desgastada. Otro buen d?a, pens?, levant?ndose, los m?sculos quej?ndose, pero satisfechos. El ma?z susurraba en la brisa, un oc?ano de verde prometiendo una buena cosecha. Mir? hacia un cielo azul sin nubes, y su rostro se surc? en una sonrisa. "Es hora de ir a casa."
Esas palabras apenas salieron cuando el mundo explot?.
Un sonido desgarrador, cada vez m?s fuerte y feroz, atraves? el aire. Los p?jaros gritaban de terror. Un dolor abrasador desgarr? el costado de Mictly, un infierno ardiente floreciendo hacia afuera. Mir? hacia abajo, su rostro entumecido por la conmoci?n. Rojo brillante en su camisa, ti?endo la tierra de un color carmes?.
Se desplom? de rodillas, el mundo se tambale?. Oy? la voz de voces acerc?ndose, heladas y despiadadas, y sorprendentemente familiar. Voces que atormentaban sus pesadillas.
"Hola, Mictly? ?Te olvidaste de nosotros?" El tono del hablante, impregnado de cruel diversi?n, rasg? sus o?dos.
"Estamos aqu? para recuperar lo que es nuestro," gru?? el segundo, con una promesa de dolor y retribuci?n flotando en el aire.
"Por favor, no vallas a morir, tenemos mucha diversi?n planeada para ti y tu peque?a familia," se burl? la tercera voz, con un tono juguet?n y escalofriante que le hel? la sangre.
Tarum, El?as y Ragnar. L?deres de las almas demon?acas, terror de los valles, demonios de los que hab?a estado luchando para deshacerse durante a?os. Intent? levantarse, luchar, pero sus piernas no obedec?an.
La bota de Ragnar choc? contra su cara, y un fuego ardiente atraves? su cr?neo. "Sabemos sobre ti y la esclava, y que tus hijas pueden sanar como su madre." Las palabras estaban empapadas de malicia, la aterradora cara distorsionada de Ragnar se transform? en una grotesca parodia de una sonrisa. "Tendr?n que ser entrenadas como hicimos con el esclava, pero tenemos tiempo y eso es la parte m?s divertida." Oy? re?r a los otros dos detr?s de ?l. "T?, en cambio, solo disfrutas viendo parte del espect?culo. As? que, por favor, no mueras... todav?a."
Elias y Tarum lo agarraron de las piernas, arrastr?ndolo por el campo, su carne desgarr?ndose en el terreno rocoso. Una mancha carmes? lo segu?a como una bandera deformada. El mundo se desdibujaba y volv?a a enfocar. Luego, se detuvieron abruptamente.
El raspado del metal sobre la madera vieja fue el primer sonido que registr?. El dolor golpeaba en su cabeza, un tamborileo que reflejaba el retumbar de su coraz?n. Parpade?, forz?ndose a ver, a entender lo que estaba sucediendo.
Sus manos?. sus manos estaban clavadas en la madera, clavos de hierro oxidado perforaban su carne, astillando el hueso. Un dolor abrasador y aserrado lo desgarr?.
Ragnar comenz? a golpearlo; cada golpe se sent?a como un martillo contra su cuerpo debilitado. Tarum y El?as caminaron lentamente dentro de la casa. Oy? el caos a trav?s de la bruma del dolor: muebles estrell?ndose, los gritos desesperados de horror de Rina, sus s?plicas de misericordia resonando en sus o?dos. "?Por favor! ?Deja a mis hijas! ?Te lo ruego, por favor!" Sus hijas, Atzi, Tozi y Xoco, gritando de terror, sus voces ahogadas de miedo.
Las arrastraran hacia afuera, su preciosa familia, atadas por el cuello como animales. Fueron forzadas a arrodillarse frente a ?l, sus rostros retorcidos por el dolor y el terror. Vio el rostro magullado y golpeado de Rina, con l?grimas corriendo por sus mejillas. Sus hijas temblaban detr?s de ella, gritando un alarido de terror, suplicando clemencia en nombre de su padre.
Ragnar tir? del cabello de Rina y acerco la cara en la de Mictly. "Este es tu h?roe," gru??, su aliento c?lido y sucio contra sus labios. "M?ralo. Recuerda su cara pat?tica. Esta es la ?ltima vez que lo ver?s vivo." Y con un empuj?n brutal, la arroj? al suelo una vez m?s.
Ragnar volvi? su atenci?n a Mictly, tir?ndole del cabello para levantarle la cabeza. "M?ralas bien" gru??. "Este ser? tu ?ltimo recuerdo de ellas." Y recuerda. Ragnar acerc?ndose al rostro de Mictly. "Que ser?n mis esclavas por el resto de sus vidas." Hab?a una risa salvaje en la garganta de Ragnar.
Elias se acerc? m?s, la pistola brillando a la luz del sol. La presion? contra la sien de Mictly, metal fr?o contra la agon?a abrasadora en su interior. El martillo fue retrocedido.
"Disp?rale en el est?mago," grito Tarum, su voz baja con maliciosa alegr?a. "El dolor ser? peor."
Elias sonri? y dispar?. La bala atraves? el abdomen de Mictly, otra agon?a abrasadora contorsionando su cuerpo. La sangre brot? de la herida y manch? el suelo ya rojo. Su familia gritaba suplic?ndoles que pararan, sus s?plicas desgarrando su coraz?n.
Continuaron el tormento. Elias le dispar? varias veces m?s, las balas desgarraron su cuerpo. Ragnar lo golpe? con todas sus fuerzas, cada golpe afianzando m?s su sujeci?n a la vida.
Finalmente, se cansaron de su juego. Dejaron a Mictly clavado en el poste, una ef?gie grotesca de sufrimiento, arrastrando a su familia. Elias y Ragnar se llevaron a Rina y las ni?as, dejando a Tarum para limpiar el desorden en la casa. Mictly intent? gritar, intent? rogar, suplicar para que liberaran a Rina y a sus hijas. Les dar?a cualquier cosa, si solo las dejaran en paz. Pero su voz no sal?a. El dolor era demasiado abrumador, su cuerpo demasiado roto, para siquiera respirar. Se desmay?, se desvaneci?, en la oscuridad.
En el momento en que empez? a perder el conocimiento, record? haberlas visto ser arrastradas, atadas y humilladas. El rostro de Rina en una mueca de agon?a. Atzi, Tozi y Xoco, aferr?ndose a su madre, temblando de miedo. Cerr? los ojos, la imagen grabada en su memoria, y pens?: "Al final, una vez m?s no pude protegerlas." L?grimas desesperadas brotaron de sus ojos.
La oscuridad cay? a su alrededor. Los sonidos fueron alejados, y se convirtieron en un silencio casi aplastante. Entonces, una voz. Una voz tranquila, c?lidos recuerdos de su pasado inundan su mente.
"A?n no, Mictly." Debes salvarlas. Debes protegerlas.
Cap?tulo 22: Una vez m?s
Un profundo suspiro escap? de sus labios, vapor saliendo de su boca, quemando su garganta reseca. Luch? contra las ataduras, los clavos oxidados cortando m?s profundamente sus brazos magullados. Ten?a que escapar. Ten?a que sobrevivir. Ten?a que?
Un grito desgarrador sali? de su garganta; un rugido gutural que parec?a arrancado desde lo m?s profundo de su alma. Ya no era el sonido de un hombre. Era el aullido de algo primitivo, algo antiguo y monstruoso.
Una nube apareci? en el horizonte, una mancha oscura contra el deslumbrante azul. Creci? con una velocidad asombrosa, avanzando como una herida supurante. El viento aument? hasta convertirse en un aullido que se elev? a un grito fren?tico, desgarrando la ropa harapienta de Mictly.
El cambio fue casi imperceptible al principio, un sutil desplazamiento en el aire, un hormigueo en su piel. Pero la nube se expandi?, cubriendo el cielo, el aire vibraba con una potencia casi palpable. Los rel?mpagos iluminaban los cielos, iluminando la escena con una luz dura e implacable, seguidos por el ensordecedor estruendo del trueno que vibraba a trav?s de sus huesos.
Esto no era una tormenta. Esto fue un ajuste de cuentas.
El trueno retumb? una vez m?s, m?s fuerte esta vez, un grito en los cielos que reson? en armon?a con su sufrimiento. No era un trueno; era un espejo que reflejaba la tempestad que rug?a en el coraz?n de Mictly.
Luch? contra los clavos, sus m?sculos gritando de agon?a. El metal desgarraba m?s, rompiendo el tejido alrededor de las heridas. La sangre vol? hacia afuera, manchando la madera de un marr?n rojizo. Ten?a que liberarse. Ten?a que?
Se sinti? como ca?a, su cuerpo golpeo el suelo seco. Cada parte de su cuerpo gritaba en protesta. Se quedo all? tirado, roto y sangrando, pero no iba a morir. Ten?a que sobrevivir.
La tormenta continuaba con a?n m?s furia.
Una fuerza corr?a por ?l con cada destello del rel?mpago. El dolor, sin embargo, segu?a siendo insoportable. Un fuego ardiente y abrasador, pero entrelazado con un extra?o poder, casi embriagador.
Con cada retumbo de trueno, sus huesos destrozados se estiraban en espasmos. Sinti? c?mo las astillas de hueso chocaban entre s? para sanar, las piezas rotas se aplastaban y remodelaban, volvi?ndose m?s fuertes ahora.
Luego vino la lluvia, una lluvia helada y sofocante, el proceso de curaci?n comenz?. El agua limpi? su cuerpo maltratado de sangre y suciedad, lavando el dolor. Se empap? en las heridas, no con una suave frescura, sino con una ardiente y renovada vida.
Cap?tulo 23: El Despertar
La lluvia golpeaba la tierra, un asalto implacable, obliterando el mundo en una cortina de gris. Mictly yac?a en el barro, su cuerpo temblando, convulsionando mientras el proceso de curaci?n se apoderaba de ?l.
Pod?a sentir c?mo sus huesos se un?an, crec?an, san?ndose a una velocidad espantosa. Las costillas astilladas suavizando los bordes ?speros, los miembros y brazos destrozados volvi?ndose a unir y reform?ndose m?s fuertes de lo que hab?an sido originalmente. La carne desgarrada cosi?ndose de nuevo, las heridas cerr?ndose, contray?ndose, aplan?ndose en cicatrices.
Sus sentidos estaban vivos, agudizados. Pod?a oler el ozono en el aire, la tierra h?meda debajo de ?l, el miedo que se hab?a arraigado en la madera de la cruz en la que hab?a sido fijado. Pod?a escuchar el aullido del viento, el retumbar del trueno y el m?s leve susurro de las hojas.
Abri? los ojos.
Ya no eran los suaves ojos avellana de Mictly. Ahora eran charcas de oro ardiente, en llamas con un fuego interior, un espejo de la tempestad que rug?a dentro de ?l. Cortaban el mundo con una claridad resplandeciente, un nuevo entendimiento.
Se puso de pie, lentamente, deliberadamente, su cuerpo temblando de poder. Era m?s alto, m?s ancho, m?s gigantesco, sus m?sculos ondulando bajo su piel.
La tormenta no era solo una tormenta regular. Fue un catalizador. Hab?a desgarrado la cara de la humanidad, revelando al monstruo que hab?a debajo.
Cap?tulo 24: Avivando las Llamas
Tarum silb? una melod?a sin ton ni son mientras montaba la ?ltima de las bombas improvisadas. Retrocediendo para mirar, una sonrisa de satisfacci?n se extend?a por su rostro. Una red de trapos empapados en acelerante serpenteaba por las tablas del suelo, conduciendo de vuelta a un panel el?ctrico meticulosamente cableado.
"Un incendio el?ctrico, eso servir?," murmur? para s? mismo, las palabras ahogadas por el ruido del pasillo. "Todos mueren, sin pistas, sin testigos."
Plane? a la perfecci?n. La tormenta que se gestaba afuera, una tormenta violenta que ganaba fuerza con cada segundo que pasaba, era la cereza encima del pastel. Cubrir?a el sonido, el olor, todo.
"Quiz?s me quede aqu? hasta que pase la tormenta," murmur? para s? mismo. El viento estaba aumentando, aullando como una banshee. Sinti? un escalofr?o de inquietud, una sensaci?n que r?pidamente desestim? como nervios.
De repente, el viento, impulsado por fuerzas invisibles, arranc? la puerta principal de sus bisagras con un estruendo ensordecedor. Tarum salt?, con el coraz?n latiendo con fuerza. Maldijo, luego se acerc? cautelosamente a la puerta abierta.
Un rayo dentado ilumin? la escena, grabando el mundo en un blanco intenso contra un negro impenetrable. Mir? hacia el poste donde hab?a estado el cuerpo de Mictly. Estaba vac?o.
Su rostro palideci?. Sus ojos se abrieron de par en par. Incredulidad luchando con una creciente ola de miedo. "?D?nde estaba el cuerpo?" Algo debi? haberlo arrastrado. El pensamiento era absurdo, sin embargo, se aferr? a ?l, desesperado por racionalizar lo imposible.
Un trueno, tan violento que parec?a que la tierra misma se desgarraba, sacudi? la casa hasta sus cimientos. Tarum se tap? los o?dos instintivamente, con la respiraci?n entrecortada en su garganta. Las luces parpadearon y luego lo sumieron en una oscuridad absoluta.
El sudor fr?o goteaba en su piel. La oscuridad lo estaba sofocando, estrangul?ndolo. Se sent?a como una presa, acechado por un depredador invisible. Un bajo gru?ido gutural retumb? detr?s de ?l.
Se dio la vuelta, sus ojos esforz?ndose en la oscuridad. Nada.
Las luces brillaron de nuevo, ba?ando la habitaci?n en una luz amarilla grasienta. Tarum jade?, sus pulmones ardiendo. Era solo su imaginaci?n, se dijo a s? mismo, un truco de la oscuridad y el miedo.
Se dio la vuelta hacia la puerta abierta, listo para cerrarla, y se congel?.
De pie frente a ?l, a una distancia imposible de estar tan cerca, hab?a una figura imponente. Tarum tens? el cuello, con el coraz?n r?gido de horror, y mir? hacia arriba? y hacia arriba? hasta que vio el rostro.
"...Mictly," susurr?.
Reaccion? por instinto, agarrando una peque?a bolsa de polvo especialmente preparado que guardaba dentro de su abrigo. Se lo lanz? a la cara de Mictly.
Mictly cubri? su rostro con ambas manos. "Esta es una de mis mejores obras," dijo Tarum, con la voz cargada de bravata, "un veneno que consume carne y piel como el fuego. Estar?s muerto en agon?a extrema." La risa sali? de su boca.
Pero Mictly no se inmut?. ?l no se movi?. No hizo ning?n sonido.
Tarum esper?, hirviendo de rabia mientras Mictly lentamente desplegaba sus manos frente a su cara. Tarum pod?a anticipar los gritos.
Pero lo que vio en su lugar transform? su rostro de victoria en terror absoluto.
El rostro de Mictly ard?a en llamas, su carne burbujeaba y se pelaba, pero el da?o se reparaba activamente, literalmente, en segundos, ante sus propios ojos. Su rostro san? por completo en segundos, intacto, sin marcas. Tarum sab?a, con escalofriante certeza, que Mictly pose?a algo con lo que su mente no estaba preparada para lidiar. Retrocedi?, el miedo le dio un fugaz impulso de fuerza, y trat? de escapar. Pero una mano, una mano grande, se envolvi? alrededor de su garganta. Se qued? colgado all? por un momento, ahog?ndose, con los ojos desorbitados. Y luego fue lanzado atreves de la habitaci?n y golpeado contra la pared con un ruido nauseabundo. Se desplom? en el suelo, con la cabeza dando vueltas.
Su propio rostro se distorsion? en una cara de terror. No pod?a moverse. No pod?a respirar. No pod?a escapar.
Mictly camin? hacia ?l, su paso deliberadamente lento, cada paso resonando en los nervios ya desgastados de Tarum. Se detuvo, domin?ndolo con su altura, Mictly se acerc? a unos cent?metros de su cara. Tarum pod?a sentir el calor que irradiaba Mictly, un calor que no ten?a nada que ver con el veneno.
La voz de Mictly era un gru?ido bajo y gutural, un sonido sacado de las profundidades del mismo infierno. "?D?nde llevaron a mi familia?"
Cap?tulo 25: El Costo de las Mentiras
Tarum tartamude?, las palabras se atropellaban unas a otras en un intento desesperado de apaciguar a la bestia frente a ?l. "?Espera, no s?! ?No hice nada! Estaba?"
Nunca lleg? a decir nada m?s.
Mictly lo golpeo. El golpe fue tan r?pido, tan brutal, que Tarum nunca lo sinti?. En un segundo su brazo estaba all?; al segundo siguiente ya no estaba.
No hab?a dolor, solo un shock entumecido que r?pidamente dio paso a un fuego abrasador y agonizante. Grit?, un sonido primitivo de puro tormento sin adulterar. Mir? hacia abajo al mu??n desgarrado donde sol?a estar su brazo, a la espantosa rociada de sangre y hueso salpicada en la pared.
No pod?a creer lo que ve?a. Su brazo... hab?a desaparecido.
Mictly lo agarr? del cuello una vez m?s, con un agarre firme, y amenaz? de nuevo, las s?labas alargadas, amenazantes. "?D?nde? llevaron? a? mi? familia?"
Los ojos de Tarum se abrieron de par en par, llenos de terror. Vio la muerte en los ojos de Mictly, una muerte fr?a e implacable que promet?a ninguna escapatoria. Cerr? los ojos con fuerza, anticipando el pr?ximo golpe.
Ahog? su negaci?n, desesperado por evitar lo inevitable. "?Espera! ?Espera! No s?, lo juro que no?"
Otra explosi?n de dolor. Esta vez en su pierna. Mir? hacia abajo para ver otro mu??n truncado, otro chorro de sangre repugnante.
Los gritos desgarraron su garganta, crudos y penetrantes. Se retorc?a en el suelo, su cuerpo convulsionando de agon?a.
El pu?o de Mictly se cerr? una vez m?s, su propio rostro contorsionado en una ira desnuda. Apunt? su pu?o al pecho de Tarum.
"?ESPERA!!" Tarum grit?, su voz quebr?ndose. "?No lo s?! ?Elias me dijo que iba de regreso al pueblo de Dust Devil, y Ragnar me dijo que iba de regreso a Pagan City! ?Eso es todo lo que s?!" Las palabras apenas eran m?s que un susurro, una s?plica desesperada lanzada a los dientes de la tormenta.
Mictly lo mir? con llamas de ira ardiendo en lo profundo de sus ojos. Fuera, la tormenta rug?a y azotaba, un espejo del hurac?n que herv?a en su coraz?n.
Una lenta y aterradora sonrisa se extendi? por el rostro de Mictly. Era una sonrisa salvaje, desprovista de calidez o compasi?n. Una promesa de dolor y destrucci?n.
"Sabes," declar? Mictly, con una voz suave, "nunca he sido una buena persona. He tomado las vidas de tantos, que sus almas se han convertido en demonios que viven dentro de m?."
Se detuvo a mitad de una frase, mirando los ojos aterrorizados de Tarum.
"Mi familia? ellas son los ?ngeles que mantienen a esos demonios bajo control. T?, me quitaste, a mis ?ngeles," se inclin? hacia adelante agarrando la cara de Tarum, las palabras se desvanecieron en un gru?ido feroz, "y ahora, esos demonios est?n libres otra vez."
La tormenta afuera se intensific?. Un rayo ilumin? un ?rbol afuera y lo hizo a?icos. El trueno hizo temblar la casa.
Con cada destello de rel?mpago, el pu?o de Mictly golpeaba el cuerpo de Tarum. Las s?plicas de clemencia de Tarum eran tragadas por cada trueno de la tormenta, y desapareciendo en el viento como polvo. La casa, una vez destinada a ser una tumba, se hab?a convertido en un escenario de la m?xima condena para un hombre malvado. La tormenta rug?a, testigo de la furia desatada de un hombre, una furia dormida durante m?s de veinte a?os.
Cap?tulo 26: El Eco de la Violencia
El aire estaba denso y pesado, saturado con el sabor met?lico de la sangre. Rojo era el color dominante en la habitaci?n, no el matiz vibrante de la vida, sino el tono opaco y coagulado de la muerte. Pintaba las paredes, un mural grotesco de violencia, aferr?ndose al descolorido papel tapiz floral como una enredadera macabra. Tarum yac?a en el suelo, una masa de huesos y carne hecha pur?. Ahora era menos que un ser humano, parec?a m?s un experimento descartado, un intento fallido de recrear una forma humana. De pie sobre frente a los restos de Tarum, Mictly respiraba lenta y entrecortadamente. Su pu?o, apretado con fuerza, goteaba carmes? sobre las desgastadas tablas de madera. Sus brazos, una vez un lienzo de piel desnuda, ahora estaban resbaladizos y manchados, traicionando la sinfon?a brutal que hab?a dirigido. Pero su rostro era la paradoja m?s inquietante. Estaba calmado, intacto por la fren?tica locura que lo hab?a consumido momentos antes. No hab?a salvajismo, ni rabia, ni signo visible del monstruo que hab?a residido en ?l momentos antes. Era como si la tormenta hubiera pasado, dejando solo una extra?a e inquietante tranquilidad a su paso.
Se alej?, despacio y tranquilo. En el pasillo, una chaqueta de cuero desgastada colgaba del perchero, un consuelo familiar en un mundo al rev?s. Se la puso, el aroma del cuero envejecido un peque?o y ef?mero consuelo. Luego tom? el equipo de la motocicleta: el casco, los guantes, las botas reforzadas; cada pieza una capa de protecci?n, un escudo contra el mundo, un escudo que pensaba que ya no necesitar?a.
La parte trasera de la casa estaba envuelta en sombras, un marcado contraste con la escena empapada de sangre que hab?a dejado atr?s. Bajo una gruesa lona manchada de aceite, una m?quina dorm?a. Una motocicleta, pero no solo una motocicleta. Era una bestia de acero negro y poder salvaje, despojada y modificada para la velocidad y la agilidad.
Despleg? la lona, el pesado lienzo vibrando suavemente. La moto brillaba bajo la tenue luz, un depredador esperando ser desatado. Se monto en el asiento, el metal fr?o bajo sus piernas. El motor rugi? volviendo a la vida con un gru?ido gutural, sacudiendo su esqueleto, prometiendo libertad.
Aceler? por el camino de entrada con el motor a fondo, la lluvia ca?a a c?ntaros, grandes y pesadas gotas salpicaban su visera. A trav?s del espejo retrovisor pod?a ver detr?s de ellos, su casa en llamas, un cielo negro con una explosi?n ardiente que gritaba su silencio.
Su mand?bula estaba apretada, sus dientes rechinaban. "Un incendio el?ctrico," murmur? para s? mismo, y sus palabras se ahogaron en el estruendo del motor. "Todos mueren, sin pistas, sin testigos."
Cap?tulo 27: Hacia la Tormenta
En el horizonte. Una torre mal?vola de oscuridad se estaba formando, magullando el cielo. Relampagos, no el juguet?n destello del verano, sino una explosi?n cegadora, furiosa y descontrolada de ira pura, rasgaban hacia abajo, marcando la tierra. Era una tormenta nacida no de la naturaleza, sino de pura y absoluta ira.
En la base de este cielo furioso, un ?nico punto de desaf?o atravesaba la creciente penumbra. Una motocicleta, rugiendo como una bestia enfurecida, consum?a millas de asfalto. La carretera se desdibujaba bajo ?l. El viento aullaba en sus o?dos, un lamento que reflejaba el miedo que le oprim?a el coraz?n. Su rostro contorsionado se fij? en una r?gida determinaci?n. Ten?a que llegar all?. Ten?a que salvarlas. Necesitaba proteger a su familia.
El cielo palpitaba con energ?a mal?vola. Hab?a una tormenta, enfadada, antinatural, desgarrando el cielo. Rayos gruesos como troncos de ?rbol, desgarrando el suelo, iluminando nubes moradas con una furia desenfrenada. No era una tormenta natural, sino una tormenta construida de algo maligno, algo antiguo, y un duplicado de la tempestad que rug?a dentro de Mictly.
Apretaba el acelerador de su motocicleta con furia, mientras empujaba el motor m?s all? de sus l?mites. El asfalto se convert?a en una cinta oscura desenroll?ndose en su desesperada persecuci?n. El viento gritaba en sus o?dos; un lamento que reflejaba el miedo en su coraz?n. Su rostro estaba marcado por surcos de miedo, y una determinaci?n casi inhumana. Ten?a que llegar a ellos. Ten?a que salvarlas.
Lo ?nico que importaba era recuperar a su familia; pero su mente era una zona de guerra, no le daba tregua. Recuerdos, no deseados e inolvidables, salieron a la superficie, alimentados por el poder primitivo de la tormenta.
Cap?tulo 2: El Regalo del Sanador
Un beb?, abandonado en medio de una matanza. La historia, compartida por su madre adoptiva siempre con tristeza, furia y miedo. El campo de batalla estaba cubierto de cad?veres, desgarrados por una fuerza sobrenatural, los cuerpos parec?an haber sido alcanzados por un rayo. Y en medio de todo, un beb?, llorando mientras la tormenta se acercaba, su trueno ensordecedor resonando de vuelta hacia ?l.
Fue encontrado por Elara, la sanadora de las Almas Demoniacas. Cincuenta mercenarios, endurecidos en la batalla por la crueldad, la codicia y unidos por su constante sed de sangre.
Elara era una extra?a entre ellos. Una esclava, su vida reflejaba la brutalidad de los mercenarios. Ella ten?a el don de curar, una mezcla de conocimiento cient?fico y comprensi?n intuitiva de c?mo funcionaba el cuerpo humano que se balanceaba al borde de la magia. Ella pod?a sanar huesos rotos, reparar tejidos, pero sus propias heridas, las cicatrices invisibles de su encarcelamiento, permanec?an intactas.
La noche en que lo encontr?; estaba al l?mite de su resistencia. La desesperaci?n era un peso aplastante y paralizante que se posaba sobre ella. Ella se encontraba bajo un viejo ?rbol, silencioso centinela de su desesperaci?n, pregunt?ndose por qu? las cosas ten?an que haber sucedido de esa manera.
Entonces, escucho un grito. Un peque?o grito que romp?a t?mpanos atraves? la oscuridad, resonando en la tormenta aullante. Un rayo ilumin? una escena de horror indescriptible. Los cuerpos? eran diferentes a cualquier cosa que hubiera visto antes, incluso durante las batallas m?s salvajes de las Almas Demoniacas.
Elara corri? hacia el sonido, su coraz?n latiendo con fuerza dentro de su pecho. Y all? estaba ?l. Un beb?, cubierto de harapos desgastados y manchados de rojo, rojo como la sangre, su peque?o rostro contorsionado en un llanto casi primitivo.
Fue golpeada por una ola de calidez; algo que no hab?a sentido en a?os. Esperanza. Era un milagro, un rayo de sol que, a pesar de su peor d?a, le mostraba que la vida continua. Ella lo abraz? fuerte, sus brazos lo envolvieron, las l?grimas del bebe se sent?an reconfortantes contra su hombro. Era la raz?n, la raz?n para seguir viviendo.
Detr?s de ella, acechando en la oscuridad, estaba Ragnar, el l?der de las Almas Demon?acas. Su rostro, normalmente una m?scara de cruel indiferencia, se convirti? en uno de asco. Hab?a visto las secuelas de la matanza y vislumbrado la ira de la tormenta. Entendi? que algo antinatural hab?a ocurrido. Sab?a que este ni?o era diferente de los dem?s.
Se levant? y vio a Elara desaparecer en la oscuridad, con el beb? en brazos, y un escalofr?o de miedo se apoder? de su coraz?n. Este ni?o, ser?a un problema.
Cap?tulo 3: Forjado en el Dolor
Ella lo llam? "Mictly," que significa "Nube oscura" en su idioma. Ella vio en sus ojos el poder de la tormenta, una inmensidad que conten?a tanto belleza como un poder aterrador. Sab?a, por improbable que pareciera, que hab?a encontrado a un hijo.
Ella protegi? al ni?o de los mercenarios por diez a?os bajo el velo de su campamento, y le instruy? en todo lo que hab?a aprendido del mundo m?s all? de las crueles fronteras del suyo. Ella le ense?? acerca de humanidad, compasi?n, amabilidad y justicia. Ella entend?a que era una existencia fr?gil, pero no pod?a permitir que se convirtiera en otra cosa.
Sin embargo, Ragnar ten?a otros planes.
Mictly fue entrenado desde su d?cimo cumplea?os. El entrenamiento era cruel y despiadado que buscaba ?nicamente destrozarlo, convertirlo en un arma para su deleite. Ragnar, impulsado por una mezcla de miedo y odio, percibi? el poder bruto en el chico, un poder que era alimentado por la tormenta.
A Mictly se le prohibi? usar armas. Se defend?a con sus manos desnudas contra sus perseguidores. Y Ragnar y sus hombres lo golpeaban sin piedad d?a tras d?a. Lo golpeaban, pateaban, llev?ndolo casi al borde de la muerte. Se burlaban de su sufrimiento, se deleitaban en su miseria.
Soport? todo, impulsado por el instinto primario de sobrevivir y el amor inquebrantable de su madre. Sab?a que, si solo pod?a soportar, solo sobrevivir a la agon?a, entonces Elara estar?a bien.
Y ella siempre llegaba justo a tiempo.
Aparec?a despu?s de las golpizas, sus ojos ardiendo en una agon?a tan profunda que amenazaba con destrozarlo. Ella lo sosten?a en sus brazos, susurr?ndole palabras reconfortantes mientras usaba sus habilidades curativas en ?l. Sus manos magulladas y callosas eran un b?lsamo para su carne herida. Ella reparar?a sus huesos rotos, sanar?a sus heridas profundas y volver?a a unir sus m?sculos desgarrados. Lo san? mil veces. Sin ella, habr?a perecido innumerables veces.
Pasaron diez a?os. Diez a?os de palizas diarias. Diez a?os de furia contenida. Diez a?os de ver crueldad sin sentido. Se volvi? m?s duro, m?s fuerte. Al punto de que Ragnar ya no pod?a derrotarlo solo.
Y entonces, llam? a sus "amigos." Cuatro, cinco, a veces m?s mercenarios, que estaban m?s que encantados de desatar su furia sobre el chico. El esquema era siempre el mismo: golpearlo hasta que se rindiera, hasta que fuera incapaz de moverse, aferr?ndose al borde de su vida.
Y cada vez, Mictly se aferraba. Luch? a trav?s de ello. ?l soport?. Y esper? a que Elara lo sanara.
Cap?tulo 4: Lluvia Carmes?
El hedor de la cerveza agria y el olor corporal flotaba en el viento, ese era el olor de su vida en el campamento. Esta noche, sin embargo, adem?s de esos olores, en el viento flotaba un aroma met?lico: el olor a sangre. Mictly estaba en el suelo, su cuerpo una lleno de manchas azules y p?rpuras siendo golpeado por dos por hombres que disfrutaban infringir dolor.
Se prepar? para el siguiente golpe, un chorro de dolor en la nuca. Cada golpe era un reproche a la esperanza a la que ?l se aferraba. Su madre, Elara, siempre cuidando, era su escudo, una voz suave de comprensi?n en un mundo que no mostraba piedad.
Esa noche, sin embargo, la golpiza fue de otro tipo. Los hombres, con sus cerebros embotados por el licor de mala calidad y su furia, fueron a matarlo. Mictly gimi?, un peque?o llanto pat?tico ahogado por sus burlas ebrias.
Elara corri? hacia ellos.
Ella hab?a permanecido de brazos cruzados mientras acosaban a su hijo. A?os de pasividad impotente finalmente la hab?an llevado a la desesperaci?n. En un grito desesperado, se interpuso entre Mictly y sus verdugos, su delgado cuerpo era una barricada in?til contra su crueldad.
"?Por favor!, ?Det?nganse!, ?El no ha hecho nada!"
Su interrupci?n le hab?a costado una fuerte bofetada. Ella se tambale?; sus ojos estaban muy abiertos por el miedo. Su interrupci?n desato un nuevo nivel de rabia. Patadas y pu?etazos, ahora desatando su ira ebria sobre ella tambi?n.
Mictly observaba con horror, el dolor en su propio cuerpo desvaneci?ndose en un terror insensible. Intent? alcanzarla, sus extremidades pesadas e insensibles. Solo pod?a escuchar sus sollozos ahogados, cada uno un pu?al retorci?ndose en su coraz?n.
Y entonces, en medio del caos, ella empez? a susurrar: "Lo siento, Mictly?Lo siento tanto?"
Ella lo abraz? con fuerza, manteni?ndolo apretado contra ella en un intento desesperado de evitar los golpes de sus agresores. Los pu?etazos ca?an sobre sus dos cuerpos, brutales y pesados. Los hombres, con rostros retorcidos en sonrisas s?dicas, continuaron golpeando.
Finalmente, se detuvieron. No por compasi?n, sino por agotamiento. Se retiraron, jadeando y respirando con dificultad, sus rostros enrojecidos por el esfuerzo.
El silencio descendi?, pesado y opresivo. Mictly se desvanec?a y volv?a en s?, con la boca llena por el detestable sabor de la sangre. El tiempo se volvi? m?s lento, en una eternidad de dolor lo invadi?.
Despert? en medio de la noche, el campamento estaba desierto, los hombres se hab?an ido en la oscuridad. Elara segu?a abraz?ndolo; su cuerpo era un escudo contra la fr?a tierra. Mir? hacia su rostro, p?lido y cubierto de sangre. Sus labios segu?an sonriendo, como si finalmente hubiera encontrado paz en su sacrificio.
"Mam??" susurr?, su propia voz un fr?o murmullo.
La sacudi? lentamente. No hubo respuesta. La sacudi? una vez m?s con m?s fuerza, su propio coraz?n latiendo con miedo. Nada.
Elara estaba muerta.
Un grito desgarrador sali? de la garganta de Mictly, un sonido crudo y primitivo lleno de tristeza, de dolor y de una rabia creciente que amenazaba con consumirlo. El grito fue engullido por la tormenta que se avecinaba.
El grito fue seguido por un estruendoso trueno, que reson? en toda su potencia, y la tierra tembl?. Un ?rbol a lo lejos fue alcanzado por un rayo y se incendi?. El clima ind?mito encontr? su igual en la tormenta de ira que rug?a dentro de Mictly.
Intent? sentarse, sostener a su madre sobre ?l, pero sus piernas estaban rotas, in?tiles. Sus brazos, pesos muertos, no respond?an. Yac?a atrapado bajo el cuerpo de ella, mientras el ?ltimo hilo de vida abandonaba su cuerpo.
Cerrando los ojos, susurr?: "Lo siento, mam?. No pude protegerte."
Su coraz?n titube?, luego se detuvo lentamente. La oscuridad descendi?.
Y luego un destello de luz cegadora. Colores explotan en la parte posterior de sus ojos, vibrantes e intensos. "?Es esto el cielo, como dijo Mam??" se dijo a s? mismo.
La paz no dur?. Una agon?a ardiente lo atraves?, fuego quemando cada c?lula de su cuerpo. Grit?; pero su grito fue ahogado por el sonido de la tormenta. Sinti? los huesos volviendo a su lugar, las heridas cerr?ndose, los m?sculos cosi?ndose. Estaba siendo reconstruido, rehecho, y no pod?a soportar el dolor.
Los segundos se convirtieron en eones. Y entonces la agon?a ces?, dej?ndolo d?bil y temblando. Estaba vivo. Y en su mente, una palabra, un canto de invocaci?n persistente: Venganza.
Cap?tulo 5: Mil Batallas
"Mil batallas," jade?, las palabras huecas en los vac?os pasillos de su coraz?n. "Mil batallas para ser invencible." Y convertirse en la tormenta misma."
Su primera lucha hab?a sido contra el dolor. Arrastr? el cuerpo de su madre muerta, su ira humeando con un dolor tan vil que era una locura. La enterr? en una tumba rudimentaria, un agujero cavado en el suelo donde la coloc? con sus propias manos. Sobre la tumba de su madre hizo un juramento, una promesa ahogada: los har?a pagar por esto.
Dej? el campamento, un fantasma en los bordes del bosque. Robaba para sobrevivir, hurgando en latas, su ira una brasa brillante que lo empujaba hacia adelante. Una lucha constante, una acci?n de retroceso para su cuerpo.
Luch? contra perros callejeros salvajes. Luch? contra los crueles cazadores furtivos. Luch? contra su propia imagen en la superficie manchada del agua del arroyo, combatiendo el miedo corrosivo que le carcom?a el est?mago.
Cada lucha era una lecci?n, una dura escuela de supervivencia. Aprendi? a esperar el ataque, a usar su cuerpo como un ariete, a concentrar su furia en un punto preciso, para convertirse en una m?quina de precisi?n.
Aprendi? a cazar, a acechar, a matar. Era una criatura salvaje, un depredador nocturno. Su cuerpo maltrecho se transform? en m?sculo magro y crudo, trabajado arduamente en peleas implacables.
Pasaron cinco a?os. Hab?a olvidado cu?ntas peleas hab?a habido en ellos. Pero con cada triunfo, sent?a un destello de satisfacci?n, un paso m?s cerca de su objetivo. Aprendi?, luchando hasta quedar exhausto, soportando la tortura que matar?a a cualquier otro hombre.
Luch? contra hombres el doble de su tama?o, impulsados por el alcohol y la arrogancia. Luch? contra las bestias con colmillos y garras, impulsado por el hambre y el instinto. Aprendi? sus debilidades y explot? sus vulnerabilidades.
Domin? la lucha sucia, la lucha de supervivencia y la lucha ganadora.
Era un arma, tambi?n. No un cuchillo, no una pistola, sino sus pu?os, sus pies, su cuerpo, afilados como el filo de una navaja. Una tormenta de rabia, una tempestad de la naturaleza desatada.
Ya no era Mictly. Algo m?s grande, algo m?s oscuro, algo fatal. Era la tormenta, forjada en el fuego del sufrimiento y la venganza.
Se aferraba al recuerdo de Elara, la suave curva de su cara era su gu?a. Su recuerdo lo instaba a entrenar, su devoci?n la llama para nunca rendirse. Honrar?a su sacrificio, no en l?grimas y luto, sino con la sangre de aquellos que la hab?an arrebatado de ?l.
Necesitaba vengar su muerte. Necesitaba detenerlos antes de que lastimaran a otra persona inocente una vez m?s. Necesitaba encontrar los mercenarios llamados Almas Demoniacas.
Cap?tulo 6: La Guarida de las Almas Demon?acas
Historias de los "Almas Demoniacas" estaban por todas partes. Eran mercenarios, infames por su brutalidad y su falta de piedad. Traficaban con todo lo ilegal, desde esclavos hasta drogas ilegales, y les encantaba torturar a los d?biles.
Eran liderados por tres individuos, cada uno m?s depravado que el anterior. Tarum, el qu?mico, un loco retorcido que disfrutaba experimentar con personas inocentes con cruel alegr?a. Elias, el cyborg, una criatura degenerada hombre-m?quina, que coleccionaba partes de los cuerpos de sus v?ctimas para crear su vil "ej?rcito de clones." Y Ragnar, el l?der, un s?dico que disfrutaba torturando y matando con sus propias manos.
Mictly sab?a que ellos eran los responsables de la muerte de Elara.
Sigui? las pistas de bienes robados y cuerpos destrozados; su persecuci?n fue implacable. Aprendi? su rutina, sus vulnerabilidades, sus debilidades. Merodeaba como un depredador, rastreando sus pasos, recopilando informaci?n, esperando el momento adecuado para atacar.
Fuera de la Ciudad Pagan, anidado en el espeso bosque, se encontraba el campamento de las Almas Demoniacas. Un enorme conjunto de tiendas y refugios improvisados, era un refugio para la escoria de la tierra. El aire estaba contaminado con una presencia maligna, una fuerza nociva compuesta de crueldad, codicia y desesperaci?n.
Mictly observaba desde las sombras, con los ojos entrecerrados y el cuerpo tenso. Observ? a los hombres beber, jugar, abusar de los prisioneros. Vio a los l?deres, sus rostros marcados por la crueldad, disfrutando de su repugnante poder.
En sus rostros, vio a los asesinos de su madre.
La rabia corr?a por sus venas, un torrente de ira que lo consum?a. Apret? los pu?os, sus nudillos de color marfil. Quer?a entrar de un salto, desatar toda su furia sobre ellos, desgarrarlos miembro por miembro.
Pero sab?a que ten?a que ser paciente. Ten?a que ser estrat?gico. No pod?a permitirse fallar. Ten?a que vengar a su madre.
Esper? el momento adecuado, el momento en que el campamento estaba m?s vulnerable, cuando los guardias estaban demasiado cansados para preocuparse por su entorno, ese era el momento en que la tormenta de ira dentro de ?l finalmente pod?a liberarse.
Esta noche, bajo el manto de la oscuridad, ?l atacar?a. Esta noche, los mercenarios conocidos como las Almas Demon?acas conocer?an las consecuencias de sus pecados. Esta noche, Mictly comenzar?a su acto final de venganza.
Cap?tulo 7: Ecos del Silencio
El viento aullaba, un lamento que reflejaba el coraz?n de Mictly. A?os hab?an pasado, a?os dedicados a perfeccionar sus habilidades, a?os construyendo su cuerpo en un arma perfecta, a?os impulsados por un singular y ardiente deseo de venganza. Esta noche, era el principio del fin para ellos. Los hab?a encontrado. Los hombres responsables de la brutal muerte de su madre, los hombres que crearon su infierno personal.
El campamento apestaba a licor barato y risas crueles. Los mercenarios re?an alrededor de un fuego humeante, los gritos ahogados de los esclavos en los rincones m?s oscuros del campamento eran una m?sica macabra de su celebraci?n. El est?mago de Mictly se retorc?a, no por miedo, sino por la rabia hirviente que amenazaba con consumirlo. No merec?an morir. Merec?an sufrir, entender el vac?o que ?l hab?a llevado durante tanto tiempo.
Una tormenta se nac?a en la distancia, una tempestad que resonaba con el tumulto dentro de ?l. Las nubes negras eclipsaron las estrellas, rayos cortantes y el estruendo ensordecedor del trueno. El tel?n de fondo perfecto para que se dictara el juicio. Mictly hab?a sido un fantasma, un susurro en el viento, durante a?os. Ahora ser?a su verdugo.
Se mov?a con una velocidad sobrehumana, una sombra entre sombras. La infame cerca de alambre de p?as erigida apresuradamente, un intento pat?tico de seguridad, no ofreci? resistencia. Camin? a trav?s de ella como si no existiera y aterriz? en medio de un grupo de mercenarios, sus rostros sonrojados por la juerga et?lica.
El destello de rel?mpago mostr? el rostro de Mictly - una m?scara de fr?a determinaci?n. Mictly se movi? con una brutal eficiencia. Un golpe r?pido al plexo braquial dej? a un hombre inconsciente. Otro fue inmovilizado por una r?tula destrozada. Evit? los golpes letales, centr?ndose en lesiones incapacitantes, dej?ndolos en agon?a, incapaces de moverse, incapaces de escapar de las consecuencias de sus acciones.
Esto no era justicia. Era sobre la retribuci?n. Los romper?a, f?sica y mentalmente, luego pasar?a al siguiente grupo. Ojos suplicantes se encontraron con su fr?a mirada, gritos desesperados de misericordia fueron recibidos con indiferencia silenciosa. Miclty hab?a pedido piedad en el pasado, pero nadie lo escuch?.
La tormenta rug?a, el viento azotando el campamento, llevando un hedor a sangre y miedo. El trueno enmascaraba los gritos de los ca?dos, el rel?mpago mostraba un campo de lleno de cuerpos destrozados. Mictly se mov?a a trav?s del campamento, convertido un torbellino de violencia controlada, dejando tras de s? un rastro de extremidades destrozadas y vidas rotas.
No eran hombres. Eran monstruos. Y esta noche, Mictly les mostrar?a lo que realmente significaba ser cazado.
Cap?tulo 8: Los Arquitectos de la Desesperaci?n
Tarum, El?as y Ragnar. Nombres que, en su mente, eran una maldici?n. Los arquitectos de su desesperaci?n. Se encontraban alrededor del fuego, sus rostros iluminados por las llamas danzante, sus risas resonando sobre el espantoso tableau de cad?veres mutilados que los rodeaban. Su sanguinario y cruel sadismo era una herida punzante en su conciencia.
Estaban bebiendo, celebrando su barbarie, ajenos a la tormenta que se avecinaba.
Entonces, vieron a una figura emergiendo de las sombras, una silueta de oscuridad contra la tormenta furiosa. Un rayo ilumin? la escena, ceg?ndolos por un instante. Cuando su visi?n regres?, vieron a un joven de pie frente a ellos, cubierto de sangre, con los pu?os apretados, los ojos ardiendo con una rabia incandescente.
Tarum, el menos imponente de los tres, con un rostro marcado y endurecido, abri? la boca primero, y su tono estaba impregnado de un gru?ido de arrogancia. "?Qui?n eres t?? ?Qu? quieres?"
Mictly no respondi?, permitiendo que el peso de su presencia se asentara sobre ellos, sembrando la semilla de la inquietud.
La arrogancia de Tarum vacil?. "?Sabes qui?nes somos?, l?rgate, o aceptar tu destino."
El viento aull?, llevando su risa. Mictly finalmente habl?, su voz un bajo y amenazante gru?ido. "Ha pasado un tiempo. ?No se acuerdan de m?? Ahora, soy yo quien ha venido a jugar con ustedes." Su boca se curv? en una sonrisa s?dica.
Se acerco hacia el fuego de forma lenta, y sus expresiones cambiaron. Las risas fueron reemplazadas por expresiones de miedo, y luego por un terror agudo y escalofriante.
El bravado de Tarum se desmoron?. "Es imposible. Mictly? deber?as estar muerto."
A medida que Mictly avanzaba, los tres hombres retroced?an, su confianza reemplazada por un miedo primitivo. Ragnar, de ojos fr?os, agarr? a una mujer detr?s de ?l, un escudo humano contra el enemigo que se acercaba. La sostuvo con fuerza, su mano apretada alrededor de su garganta.
"Si das un paso m?s, otra vez, ella muere." Ragnar grito.
Mictly se detuvo. La mujer, joven, que apenas pasaba de los veinte, luchaba por respirar, sus ojos abiertos de par en par con terror. Mir? a Mictly, con l?grimas corriendo por su rostro, una s?plica silenciosa de ayuda.
De repente, un susurro, suave e insistente, resonando en su mente, un tenue recuerdo del esp?ritu gentil de su madre. "S?lvala. Prot?gela."
Cap?tulo 9: La Elecci?n
La voz de Mictly, fr?a y autoritaria, cort? a trav?s del viento rugiente. "D?jala ir. Ella no tiene nada que ver con esto. Esto es entre ustedes y yo."
Ragnar apret? su agarre alrededor de la garganta de la mujer. "Esta esclava es nuestra nueva sanadora", gru??. "Es mucho mejor que la vieja anterior."
Un fuego fr?o se encendi? dentro de Mictly, quemando los vestigios de la contenci?n. Hab?a visto demasiada violencia, demasiado dolor que era innecesario. Esta mujer, esta inocente, que estaba atrapada en su depravado juego, no ser?a otra v?ctima m?s. ?l se asegurar?a de esto.
Su rostro se torci? de rabia, sus ojos ard?an con una ira elemental y desnuda. En ese instante, un rayo ilumin?, derribando un ?rbol a la izquierda, cegando a todos.
Todos esos a?os de pr?ctica, impulsados por un odio com?n y la venganza, hab?an templado su carne en un arma. Mictly se movi? a una velocidad inhumana. En un segundo, se encontraba frente a Ragnar, su pu?o un borr?n de movimiento. Golpe? el codo de Ragnar con toda la rabia que pudo reunir, un movimiento que rompi? huesos y pulveriz? carne.
Una explosi?n de dolor atraves? a Ragnar; su grito se ahog? en el aullido de la tormenta. Su brazo destrozado y distorsionado, cortado a nivel del codo, vol? por el aire aun aferr?ndose a la mujer por el cuello.
Mictly salt? hacia adelante, atrapando a la mujer en el aire y alej?ndose de la pelea. Aterriz? pesadamente, con ella en sus brazos, manteni?ndola a salvo del mu??n de Ragnar.
La baj? cuidadosamente al suelo, lejos del peligro inmediato, y se levant? una vez m?s para enfrentarse a sus enemigos. Ragnar, de rodillas, retorcido de agon?a, sosteniendo el resto de su brazo contra el pecho. Elias y Tarum; sus rostros p?lidos de miedo, corrieron y se adentraron en la oscuridad.
Un rugido primal sali? de la garganta de Mictly. No los dejar?a escapar. Los persigui?, impulsado por la ira. Pero solo pudo avanzar un par de metros antes de que el suelo bajo sus pies vibrara con una explosi?n colosal.
Apenas tuvo tiempo de reaccionar. Salto hacia atr?s, protegiendo a la mujer con su cuerpo, intentando desesperadamente protegerla de la explosi?n.
El mundo alrededor de ?l explot? en una cacofon?a de fuego y ruido. Un dolor ardiente lo atraves? mientras la metralla desgarraba su carne. Fue engullido por el fuego de la explosi?n, la explosi?n lo lanz? del suelo y lo arroj? al espacio.
Su ?ltimo pensamiento racional fue una oraci?n desesperada: Debo protegerla. Como ?l fue protegido antes. Entonces la oscuridad lo reclam?.
Cap?tulo 10: El Peso de la Supervivencia
Despert? con un sabor rancio de humo y muerte. El campamento estaba quemado, desgarrado por la tierra con cuerpos destrozados y destrucci?n abrasadora.
Estaba de espaldas, luchando por recuperar el aliento, su cuerpo era una bruma de agon?a. Metal de metralla incrustado en su carne, cada movimiento causando olas de agon?a ardiente que lo recorr?an. Ten?a que levantarse, ten?a que comprobar c?mo estaba la mujer.
Se levant? con una fuerza herc?lea, sus piernas temblando bajo ?l. Se tambale? hacia donde la hab?a dejado, su visi?n borrosa, su cuerpo gritando de dolor.
La encontr? donde la hab?a dejado, tendida en el suelo, milagrosamente ilesa. Ella estaba inconsciente, pero respirando con regularidad. El alivio lo invadi?, un breve respiro del dolor.
Examin? la escena. Los mercenarios que ?l hab?a puesto fuera de combate personalmente ahora estaban hechos a?icos despu?s de la explosi?n. Tarum, Elias y Ragnar no se ve?an por ninguna parte. Hab?an escapado. De repente de dio cuenta. Su venganza estaba incompleta.
Se desplom? de rodillas, la desesperaci?n llen? su coraz?n. Se hab?a sacrificado para proteger a esta mujer y al hacerlo, Dej? escapar a sus enemigos.
Voltea a ver a la mujer en el suelo, toc? lentamente su mejilla, apartando suavemente un rizo de cabello rojo de sus ojos. Ella se movi?, sus p?rpados temblando. Su instinto de supervivencia tomo el control; no pod?a quedarse all?. Estaba herido, vulnerable. Ellos volver?an con m?s hombre. Ten?a que llevarla a un lugar seguro.
Con un gru?ido de esfuerzo, la levant? en sus brazos, su peso era una carga para su propio cuerpo herido. Comenz? a caminar, tropezando por el paisaje cubierto de escombros, el amanecer romp?a en el horizonte.
Su viaje apenas hab?a comenzado. Las cicatrices del pasado cortaban demasiado profundo, y el camino que ten?a por delante era traicionero. Pero ahora ten?a una nueva misi?n, una raz?n para seguir luchando. Ten?a que protegerla. Y no se detendr?a hasta haber localizado a sus enemigos, y por fin darles el tipo de justicia que merecen.
Cap?tulo 11: Cenizas y Luz
La llev? a la joven en sus brazos. Mictly, conocido m?s por su fuerza brutal que por su cuidado gentil, camino por el peligroso terreno.
Sigui? adelante, impulsado por una necesidad primitiva de escapar. Cada paso que daba era una victoria contra las adversidades, pero cuanto m?s se alejaban de la explosi?n, lo atacaba una debilidad creciente. Al principio sinti? un ligero mareo, el suelo se ve?a inestable bajo sus pies. Luego, un miedo fr?o y h?medo.
?l sab?a lo que era. Sangre, estaba perdiendo demasiada sangre. No hab?a tenido tiempo de evaluar el da?o en su cuerpo, en ese momento su ?nica preocupaci?n era proteger a la chica. Ahora, sent?a una sensaci?n de ardor en su costado, el latido del coraz?n en su brazo. Y heridas abiertas que mostraban lo cerca que hab?a estado de la muerte.
Se tambale?, sus rodillas cedieron. Luch? por mantenerse en pie, impulsado por la necesidad de proteger la vida indefensa que descansaba en sus brazos. Sin embargo, sus piernas no respond?an. Cay? al suelo, el shock comenzando a enviar escalofr?os por su espalda.
Entonces, una sensaci?n que no hab?a sentido en a?os. Una calidez envolvi? su cuerpo maltrecho. Como una manta, un abrazo reconfortante a trav?s de su cuerpo herido, un b?lsamo suave que aliviaba el dolor. El sentimiento reson? profundamente en ?l, un eco fantasma de su madre, sus manos brillando mientras sanaba sus cortes y rasgu?os de la infancia. Las l?grimas brotaron de sus ojos, nublando su visi?n.
Mir? hacia arriba a la mujer que sosten?a. Sus ojos verdes, tan verdes como un estanque en el bosque, se miraron en los suyos. No mostraban miedo, solo una profunda calma y una sorprendente amabilidad. Ella extendi? la mano, sorprendentemente fuerte, y limpi? suavemente las l?grimas de su rostro.
Su voz, suave como un susurro, llevaba un extra?o poder. "Puedes descansar ahora, Mictly. Me asegurar? de que est?s protegido."
Ella pronunci? su nombre; ?l no le hab?a dicho su nombre. Pero el agotamiento lo abrum?. Cerr? los ojos, dej?ndose llevar por la calidez, por la cadencia tranquilizadora de su voz. Se dej? llevar por una oscuridad que era sorprendentemente pac?fica.
Cap?tulo 12: Despertar
Se despert?. La noche hab?a descendido, el cielo una densa alfombra de puntos de estrellas. Se sent?a? bien. Mejor de lo que se hab?a sentido en a?os. El dolor persistente que sol?a atormentar su cuerpo hab?a desaparecido. Se sent?a descansado, renovado, como si hubiera dormido durante siglos.
El p?nico se desat?. ?La mujer! ?A d?nde hab?a ido? Intent? levantarse, pero un peso en su pecho lo manten?a inm?vil. Mir? hacia abajo.
La mujer estaba durmiendo, con la cabeza apoyada en su pecho. Su cabello rojo se derramaba sobre su piel, un fuerte contraste contra las cicatrices grabadas all?. Su rostro era pac?fico, angelical, bajo la luna. Algo c?lido y protector vibraba en ?l, algo tan nuevo y tan brillante que le quit? el aliento.
Trato de no moverse para no despertarla. ?l mir? su rostro, cosas que ni siquiera hab?a visto: la curva de su boca, tan suave, la peque?a forma de sus labios, la forma de sus pesta?as.
Se qued? all?, embelesado, mientras la primera luz se extend?a por el horizonte.
Cap?tulo 13: La Canci?n del R?o
Mictly se despert? de repente, era ya tarde por la ma?ana. La mujer no estaba all?. Con asombro, el latido del coraz?n contra su pecho, una extra?a sensaci?n de vac?o en su est?mago. ?Se hab?a ido? ?Lo hab?a abandonado?
Se toc? el pecho, donde ella hab?a dormido. El calor permanec?a, y la extra?a sensaci?n, un hormigueo que se extend?a en su cuerpo, una conexi?n que no pod?a explicar.
Se levant?, la hierba todav?a fresca y h?meda. Su est?mago rugi?, un recordatorio ?spero de sus necesidades terrenales. Ten?a un hambre voraz. Dej? de lado la preocupaci?n por la mujer y sigui? adelante.
Entonces lo oy?. Un sonido que le hizo cosquillas en la nuca, un zumbido bajo en el viento. ?Alguien cantando?
Su mecanismo de supervivencia, desarrollado a lo largo de los a?os, se activ?. Alguien estaba cerca de ?l. Quiz?s una amenaza. Pero el sonido de la canci?n era tan sobrenatural y encantador sent?a como que ?l ya lo hab?a escuchado antes.
Se acerc? con cautela a la fuente del sonido. El canto se hac?a m?s fuerte con cada paso que daba hacia ?l. Era ella. La mujer.
?l emergi? de entre los ?rboles y se detuvo, hipnotizado. Ella estaba sentada en una roca junto a la orilla del r?o, lav?ndose el cabello en el agua clara y corriente. El sol de la ma?ana ba?aba su cuerpo en oro, convirtiendo su cabello en una cascada de fuego l?quido.
No pod?a evitar mirarla fijamente. Una belleza sobrenatural irradiaba de ella, una hermosura que brillaba y temblaba a su alrededor como un aura viviente.
Levant? la cabeza, y sus ojos verdes se encontraron con los de ?l. Ella sonri?, una sonrisa simple y brillante que le rob? el aliento.
Apart? la cara, de repente avergonzado, miro los trapos sucios alrededor de su cuerpo y la suciedad en su piel, sinti?ndose m?s apenado.
"Lo?lo siento," murmur?, con los ojos en el suelo. "No deber?a haber interrumpido."
Se retorci? de verg?enza, sin saber qu? decir. Finalmente, no pudo evitar decir, "?Tienes? tienes hambre?"
Su sonrisa se ensanch?. "S?," respondi? ella, y su voz era tan agradable como su canto.
Se aclar? la garganta por tercera vez. "Voy a? pescar algo del r?o," le dijo, y a?adi?, "Probablemente deber?amos regresar al pueblo despu?s de eso."
Cap?tulo 14: La Tormenta Interior
Ella comenz? a caminar a lo largo de la orilla del r?o. Vio a Mictly que se encontraba en medio del agua, sus m?sculos marcados mientras se mov?an. Su espalda era una topograf?a de dolor inscrita en su piel: cientos de cicatrices, algunas p?lidas y viejas, otras rojas y nuevas. Se preguntaba sobre la existencia que hab?a vivido, la agon?a que hab?a soportado, la carga que llevaba. Y sobre la raz?n por la que quer?a "cazar" a las "Almas Demon?acas."
Ella se sent? en una roca lisa, calentada por el sol, perdida en sus pensamientos. ?Qui?n era este hombre, este Mictly? ?Un guerrero endurecido por la violencia?, sin embargo, la hab?a salvado y protegido. Qu? diferente de aquellos que hab?an comerciado con ella.
Un repentino estruendo la trajo de vuelta a la realidad. Mir? hacia arriba. Nubes oscuras se estaban acumulando sobre ellos, girando y revolvi?ndose con una velocidad antinatural. Una tormenta se acercaba.
Abri? la boca para advertir a Mictly, y se detuvo. Ella lo mir? y pudo sentir la tormenta que se canalizaba a trav?s de ?l. El estaba perfectamente quieto, con la mand?bula apretada, sus ojos ard?an con una intensidad que reflejaba la tormenta que se formaba sobre ellos. Levant? la mano, cerr?ndola en un pu?o, y golpe? violentamente el agua.
El mundo estall? en un destello cegador de luz. Ella se cubri? los ojos con sus manos y los cerr? con fuerza. Cuando pudo abrirlos de nuevo, el paisaje era diferente.
Las nubes se hab?an ido. La tormenta vino y se fue con la misma rapidez con la que lleg?. Mictly estaba parado frente a ella, con unos peces agarrados en su mano. Caminaba como si nada inusual hubiera ocurrido, extremadamente tranquilo.
Cap?tulo 15: Compartiendo el Fuego
Mictly encendio un fuego para cocinar los pescados, pronto el olor a pescado frito lleno el aire. Hab?a un silencio calmado pero expectante.
Mirando al fuego, su voz baja e inquisitiva. "Mi nombre es Mictly, pero ya lo sabes" le dijo sin levantar la mirada. "Viajo de pueblo en pueblo, ganando dinero peleando y buscando pistas sobre las Almas Demoniacas."
La mir? de reojo, una expresi?n de preocupaci?n cruzando sus rasgos. "Si lo deseas, puedo llevarte a un lugar seguro? ?tu familia, quiz?s?" ?O cualquier lugar donde te sientas segura?" pregunt?.
Ella mir? hacia el suelo, haciendo dibujos en la tierra con sus dedos. "Me llamo Rina," susurr?. "Mis padres adoptivos me vendieron como esclava. No tengo a d?nde ir."
Ella lo mir?, un resplandor tocando su rostro. "Pero podr?a ir contigo," le dijo, con un tono suplicante en su voz. "Como sabes soy una sanadora. Te podr?a ayudar."
La mir? con ojos tristes, las llamas parpadeando entre ellos. "No soy una buena persona, Rina. Viajo de pueblo en pueblo, peleando por dinero, nunca me quedo en un lugar por mucho tiempo. No creo que sea una vida para ti."
Su rostro se entristeci?. Se abraz? las rodillas y las acerc? a ella, apoyando su rostro en la curva de estas. Se ve?a tan expuesta, tan vulnerable.
Mictly la miraba, con un nudo en el pecho. ?Qu? era esto? ?Simpat?a? ?Culpa? De repente, una voz que familiar, un susurro desde el rinc?n m?s oscuro de su mente, habl? en su cabeza: "Tienes que protegerla."
Miclty exhal? preocupado, encogi? los hombros. No ten?a idea de c?mo pod?a dejarla a su suerte, no despu?s de lo que hab?a pasado.
Mictly mirando hacia el suelo dijo, "Tengo una casita en las afueras del pueblo," murmur? para s? mismo. "Puedes quedarte all? todo el tiempo que quieras. Nunca estoy all? y estar?s a salvo."
La cabeza de Rina se levant? de golpe; los ojos se le abrieron de sorpresa. Una lenta sonrisa se extendi? por su rostro, ahuyentando la tristeza. "?Est?s seguro?" susurr? ella.
?l movi? la cabeza de un lado a otro en un gesto divertido y poco caracter?stico.
Ella salt?, una explosi?n de pura felicidad brotando de ella. "?Gracias, Mictly!" exclam?.
Cap?tulo 16: Ciudad Pagana
Despu?s de terminar de comer, empezaron a caminar hacia la Ciudad Pagana. Mictly no pod?a apartar la vista de ella. Su largo cabello rojo danzaba en el aire, atrapando la luz del sol como una telara?a de seda. Su peque?o cuerpo giraba a su alrededor en un torbellino de energ?a, como un ratoncito persiguiendo un trozo de queso. Todo en ella era cautivador.
Rina estaba mal vestida, llevaba un viejo y sencillo vestido blanco, descalza. Pero a ella no le importaba. Ella le sonre?a, y a su alrededor hab?a un resplandor que parec?a emanar desde ella.
Mientras caminaban, Mictly sab?a que nada volver?a a ser igual. ?l, el guerrero cansado de las batallas, ahora era responsable de esta fr?gil criatura, esta mujer que hab?a iluminado la oscuridad de su vida. No ten?a idea de lo que el futuro deparaba para ?l, pero de una cosa estaba seguro: proteger?a a Rina, sin importar nada. Y al protegerla, podr?a, quiz?s, encontrar un poco de redenci?n para s? mismo.
Cap?tulo 17: El Desv?o
El crujido de la grava del camino resonaba bajo las botas de Mictly. Sent?a como si hubiera estado caminando durante meses, incluso a?os. Su vida era un esbozo desgastado de carreteras destrozadas y amistades transitorias, todo mantenido unido por un abrumador apetito de venganza que le dejaba la boca seca. Era un luchador, un hombre destrozado por la p?rdida de su madre, y su ?nico amigo era la venganza.
Llegaron a las afueras del pueblo y ?l la condujo a una peque?a tienda de aspecto humilde, cuyas ventanas estaban llenas de tarros de pepinillos y racimos de hierbas secas.
Entraron y se acercaron a la due?a, una mujer robusta con ojos amables. Mictly mir? a Rina. "Toma lo que necesites. Voy a recoger algunas cosas para la casa. Decidiremos si necesitamos algo m?s cuando lleguemos all?," dijo ?l.
Ella se interpuso frente a ?l, con los ojos muy abiertos. "?Est?s seguro?". El asinti?, en un raro gesto de acuerdo.
Las l?grimas se le llenaron en los ojos y retrocedi? asustada. Miclty no hab?a esperado esa reacci?n. No estaba acostumbrado a los sentimientos.
"Es la primera vez en toda mi vida que alguien ha ofrecido comprarme algo," dijo ella, con la voz temblorosa.
Luego una sonrisa apareci? en su boca, una sonrisa radiante y deslumbrante que lleg? a los ojos de ?l y lo calent? de adentro hacia afuera. Simple de producir, esta sonrisa, no pod?a entender c?mo esta peque?a criatura pose?a un poder que no pod?a comprender.
Sacudi? la cabeza, sinti?ndose un poco avergonzado. "No es gran cosa. Toma, lo que necesites. No te preocupes por el costo."
Y luego, ?puf!, se fue. Era una energ?a de torbellino, una conejita, saltando de estante en estante, examinando telas, mirando cintas, sus ojos brillando con una alegr?a que ?l nunca hab?a presenciado.
La observaba, hipnotizado, mientras ella met?a algunas cosas esenciales y un par de sencillos vestidos de verano en una peque?a bolsa. Se encontr? deseando proteger esa alegr?a, esa felicidad, proteger esa sonrisa de la dura realidad del mundo. ?l pag? por todo, su cabeza ya daba vueltas con la inquietante realizaci?n de que sus cuidadosamente construidas murallas estaban comenzando a desmoronarse. Se sent?a atra?do por ella, por su calidez, por su vulnerabilidad, y sab?a, en un coraz?n golpeado por el dolor, que su necesidad de venganza estaba a punto de tomar un desv?o inesperado.
Cap?tulo 18: Una Casa Recuperada
La casa era una reliquia, un antiguo vestigio del pasado de Mictly. Se encontraba en las afueras del pueblo, con malas hierbas creciendo por todos lados, ventanas tapiadas, bisagras de la puerta chirriando ominosamente. No hab?a entrado en meses.
Desbloque? la puerta con una vieja llave desgastada, y una nube de polvo sali?, como una bienvenida fantasmal.
"Lo siento," se disculp?, sonroj?ndose. "No he estado aqu? por un tiempo."
Rina sonri?, sin preocuparse por el estado de la casa. "Tiene buena estructura," le dijo, con un deseo en su voz que ?l no esperaba. "?Est?s seguro de que puedo quedarme?"
La mir?, sus ojos fijos en los de ella. Sus ojos le suplicaban. El sab?a que deber?a decir que no. Sab?a que deber?a ser cauteloso, proteger su coraz?n del dolor que ven?a con el apego. Pero no pudo.
"S?," le dijo, la palabra se sent?a extra?a en su boca.
La sonrisa de Rina se ensanch?. "?Est? bien! T? ve y consigue algo delicioso para la cena." Ella lo empuj? suavemente hacia la puerta, con una energ?a contagiosa. "?Adelante! No te preocupes por m?. Estar? bien."
Vacil? por un segundo, luego se dej? empujar hacia afuera. Ella cerr? la puerta detr?s de ?l y, por primera vez en a?os, sonri?. No una mueca de satisfacci?n o una imitaci?n de aburrimiento, sino una sonrisa natural y genuina.
Camin? hacia el mercado; sus pasos eran m?s ligeros de lo que hab?an sido en a?os. Sinti? una sensaci?n intangible de anticipaci?n, un anhelo que no pod?a identificar. Se encontr? comprando no solo lo necesario, sino tambi?n algunos lujos - miel, una barra de pan fresco, un ramo de flores.
Regres? un par de horas despu?s, con bolsas de mercado llenas en los brazos, cuando llego, apenas reconoc?a su casa. La vegetaci?n crecida hab?a desaparecido, las ventanas estaban abiertas y la luz del sol entraba a raudales, y la puerta principal estaba completamente abierta, una c?lida bienvenida para entrar.
Dentro, la transformaci?n fue m?s profunda. No hab?a polvo y un sutil aroma a lim?n y hierbas. Los muebles, oscuros y sombr?os en su estado anterior, hab?an sido pulidos. La calidez y la luz parec?an llenar el aire.
Y ella emergi? de una de las habitaciones traseras, y ?l sinti? que se le cortaba la respiraci?n. Ella llevaba el nuevo vestido azul, con una coleta bien peinada recogida detr?s de ella. Su sonrisa era m?s amplia y c?lida de lo que ?l recordaba.
Salt? a sus brazos, su toque envi?ndole una descarga a trav?s de ?l. "?Trajiste algo delicioso para la cena?" pregunt?, su voz burbujeante y llena de felicidad.
No pudo reaccionar por un momento. Estaba at?nito, deslumbrado por el resplandor de su felicidad. Hab?a pasado tanto tiempo en la oscuridad, que hab?a olvidado c?mo se sent?a estar rodeado de luz.
Finalmente, pudo balbucear, "Compr? carne y verduras en el mercado."
Ella le quit? las bolsas de las manos y se dirigi? a la cocina, un espacio improvisado que hab?a a?adido por pura fuerza de voluntad. "La cena estar? lista en un minuto," grit? por encima del hombro. "?Ve a lavarte! Y lo siento, no compr? jab?n as? que us? el tuyo."
Camin? hacia el ba?o, tom? el jab?n, de repente, se sonroj?, sus mejillas rojas. "Detente" se orden? con firmeza. "Comp?rtate." Su mente era un torbellino de emociones. Se sent?a atra?do por ella, s?, pero ten?a miedo. Temeroso de ser herido, temeroso de perder todo lo que hab?a luchado tan desesperadamente por mantener para s? mismo - su soledad, su cinismo, su prop?sito.
Cap?tulo 19: Semillas de Cambio
Cenaron juntos, una comida sencilla, carne asada y verduras fritas y arroz. Pero era algo m?s. Era una conexi?n entre ellos, una que se hab?a forjado en risas y conversaciones.
Pasaron horas sentados all?, intercambiando historias y chistes tontos. Le cont? sobre sus aventuras, omitiendo la parte sangrienta, pintando un cuadro de un vagabundo en busca de significado. Ella le habl? de su infancia, de sus sue?os, de las luchas sufridas con noble dignidad.
Las horas se convirtieron en d?as, luego en semanas, y meses. Mictly dej? de viajar. Se sinti? atra?do por la rutina saludable del hogar y la vida tranquila de Rina. La ayud? con las tareas dom?sticas, aprendi? a cocinar, e incluso intent? cultivar un peque?o jard?n.
La vio sanar, no solo f?sicamente sino tambi?n espiritualmente. La vio re?rse m?s abiertamente, sonre?r m?s c?lidamente. La vio florecer, como una flor que se estira hacia la luz del sol.
?l mismo estaba cambiando. La rabia que lo hab?a impulsado todos estos a?os se estaba desvaneciendo gradualmente, reemplazada por una sensaci?n de calma que nunca hab?a sentido antes. Se sent?a atra?do por los placeres simples de la vida: la belleza del amanecer, el calor del fuego, el sonido de la risa de Rina.
Una noche, sentados lado a lado en el porche, mirando las estrellas, Rina tomo la mano de Miclty, un destello de luz de luna en sus ojos. "?Por qu? lo dejaste?" pregunt? suavemente, "Viajar, ?quiero decir?"
Vacil?, inseguro de c?mo explicar el cambio que hab?a ocurrido en ?l. "Yo?encontr? algo por lo que vale la pena quedarme," dijo finalmente, sus palabras casi un susurro.
Ella sonri?, sabiendo. "?Yo?"
Asinti?, incapaz de mirarla a los ojos.
Ella extendi? la mano y toco su cara, enviando un escalofr?o por su espalda. "Me has cambiado, Mictly," susurr? ella, con la voz llena de emoci?n. "Me has dado esperanza, y nunca cre? que?" Podr?a ser sanado."
La mir?, su coraz?n desbord?ndose con un sentimiento que no pod?a nombrar. No era afecto; ni gratitud. Era algo m?s profundo, algo m?s intenso.
Se inclin? y la bes?, el beso titubeante al principio, luego m?s apasionado, m?s exigente. Era un beso que gritaba sentimientos no expresados, de experiencias compartidas, de un amor que hab?a florecido del lugar m?s inesperado.
Sus sentimientos crec?an d?a a d?a. El tiempo pas? y a?os despu?s, su peque?a familia creci?.
Cap?tulo 20: ?ngeles Secretos
Nacieron tres encantadoras hijas: Atzi, Tozi y Xoco. Ellas ten?an el coraz?n amoroso de su madre y el esp?ritu inquebrantable de su padre. Eran salvajes, vivaces y llenas de energ?a, y trajeron tanta alegr?a y risas a la vida de Mictly que nunca hab?a so?ado que algo as? fuera posible.
Pero tambi?n heredaron algo m?s, algo que se transmiti? hace mucho tiempo en la familia de Rina, algo que se mantuvo en secreto: la capacidad de sanar.
Rina ense?? a sus hijas c?mo usar su talento, c?mo aprovechar su conexi?n innata con el mundo para sanar heridas, aliviar el dolor y restaurar el equilibrio. Les advirti? que mantuvieran su poder oculto, pues el mundo no siempre era amable con aquellos que estaban dotados como ellas.
Mictly, quien siempre hab?a confiado en la fuerza bruta y la fuerza f?sica. Pronto fue testigo del poder de sus hijas en persona, las observ? curar a un animales heridos, sanar de una enfermedad e incluso reparar su coraz?n roto.
Aprendi? a aceptar sus habilidades, a protegerlas y a admirar la suave fuerza interior que pose?an. Se dio cuenta de que el verdadero poder no estaba en el ataque o la venganza, sino en la sanaci?n y la compasi?n.
Pasaron veinte a?os. Veinte a?os de transformaci?n para Mictly, de un hombre impulsado por la venganza y el odio a un hombre que viv?a para proteger su tesoro m?s preciado: su familia. Dejaron la casa vieja y construyeron una nueva m?s adentro del bosque, lejos de la ciudad.
Intercambi? cicatrices de combate por ampollas en las palmas. El hombre de combate se convirti? en agricultor, sembrando tierras y criando ganado para alimentar a su familia. D?as pac?ficos llegaron a sus vidas, llenos de cielos azules y sol.
Vio crecer a sus hijas y convertirse en mujeres fuertes e independientes, cada una forjando su propio camino mientras honraban su don compartido. La mayor de las tres hermanas, Atzi, se convirti? en una h?bil herbolaria, utilizando su conocimiento para crear remedios para los enfermos. La segunda hermana, Tozi, pose?a un talento natural para la m?sica, y sus melod?as tej?an hechizos de consuelo y sanaci?n. Xoco era la hermana menor, una artista talentosa, pintaba sobre vidrio creando im?genes m?gicas que sanaban el coraz?n y el alma.
Eran una familia reservada y contemplativa, sus noches y d?as pasados en risas, trabajo arduo y la simple armon?a de la vida diaria.
Mictly sab?a, sin embargo, que su paz no durar?a para siempre. M?s all? de su hogar apartado, el mundo exterior era hermoso y cruel. Y no ten?a ninguna duda de que sus hijas, con sus dones divinos, eventualmente se ver?an arrastradas al conflicto.
Ten?a que ense?arles, entrenarlas en las maneras de defenderse, defender su don y aprender a utilizar su poder para el beneficio de la humanidad. Ten?a que ense?arles c?mo ser sanadoras y protectoras, c?mo navegar las complejas reglas de un mundo desagradable pero fant?stico.
Sab?a que el camino por delante estar?a lleno de desaf?os. Pero estaba seguro de que, con Rina a su lado, podr?an superar cualquier desaf?o que la vida les presentara, mano a mano.
Hab?a encontrado paz, hab?a encontrado amor y hab?a encontrado un prop?sito m?s all? de sus deseos ego?stas. Ya no era solo un luchador. Era un guardi?n, un padre, un esposo. Y alguien dar?a su vida por su familia.
Cap?tulo 21: Cosecha Carmes?
El sol golpeaba la espalda de Mictly, evaporando el sudor en la tela de su camisa desgastada. Otro buen d?a, pens?, levant?ndose, los m?sculos quej?ndose, pero satisfechos. El ma?z susurraba en la brisa, un oc?ano de verde prometiendo una buena cosecha. Mir? hacia un cielo azul sin nubes, y su rostro se surc? en una sonrisa. "Es hora de ir a casa."
Esas palabras apenas salieron cuando el mundo explot?.
Un sonido desgarrador, cada vez m?s fuerte y feroz, atraves? el aire. Los p?jaros gritaban de terror. Un dolor abrasador desgarr? el costado de Mictly, un infierno ardiente floreciendo hacia afuera. Mir? hacia abajo, su rostro entumecido por la conmoci?n. Rojo brillante en su camisa, ti?endo la tierra de un color carmes?.
Se desplom? de rodillas, el mundo se tambale?. Oy? la voz de voces acerc?ndose, heladas y despiadadas, y sorprendentemente familiar. Voces que atormentaban sus pesadillas.
"Hola, Mictly? ?Te olvidaste de nosotros?" El tono del hablante, impregnado de cruel diversi?n, rasg? sus o?dos.
"Estamos aqu? para recuperar lo que es nuestro," gru?? el segundo, con una promesa de dolor y retribuci?n flotando en el aire.
"Por favor, no vallas a morir, tenemos mucha diversi?n planeada para ti y tu peque?a familia," se burl? la tercera voz, con un tono juguet?n y escalofriante que le hel? la sangre.
Tarum, El?as y Ragnar. L?deres de las almas demon?acas, terror de los valles, demonios de los que hab?a estado luchando para deshacerse durante a?os. Intent? levantarse, luchar, pero sus piernas no obedec?an.
La bota de Ragnar choc? contra su cara, y un fuego ardiente atraves? su cr?neo. "Sabemos sobre ti y la esclava, y que tus hijas pueden sanar como su madre." Las palabras estaban empapadas de malicia, la aterradora cara distorsionada de Ragnar se transform? en una grotesca parodia de una sonrisa. "Tendr?n que ser entrenadas como hicimos con el esclava, pero tenemos tiempo y eso es la parte m?s divertida." Oy? re?r a los otros dos detr?s de ?l. "T?, en cambio, solo disfrutas viendo parte del espect?culo. As? que, por favor, no mueras... todav?a."
Elias y Tarum lo agarraron de las piernas, arrastr?ndolo por el campo, su carne desgarr?ndose en el terreno rocoso. Una mancha carmes? lo segu?a como una bandera deformada. El mundo se desdibujaba y volv?a a enfocar. Luego, se detuvieron abruptamente.
El raspado del metal sobre la madera vieja fue el primer sonido que registr?. El dolor golpeaba en su cabeza, un tamborileo que reflejaba el retumbar de su coraz?n. Parpade?, forz?ndose a ver, a entender lo que estaba sucediendo.
Sus manos?. sus manos estaban clavadas en la madera, clavos de hierro oxidado perforaban su carne, astillando el hueso. Un dolor abrasador y aserrado lo desgarr?.
Ragnar comenz? a golpearlo; cada golpe se sent?a como un martillo contra su cuerpo debilitado. Tarum y El?as caminaron lentamente dentro de la casa. Oy? el caos a trav?s de la bruma del dolor: muebles estrell?ndose, los gritos desesperados de horror de Rina, sus s?plicas de misericordia resonando en sus o?dos. "?Por favor! ?Deja a mis hijas! ?Te lo ruego, por favor!" Sus hijas, Atzi, Tozi y Xoco, gritando de terror, sus voces ahogadas de miedo.
Las arrastraran hacia afuera, su preciosa familia, atadas por el cuello como animales. Fueron forzadas a arrodillarse frente a ?l, sus rostros retorcidos por el dolor y el terror. Vio el rostro magullado y golpeado de Rina, con l?grimas corriendo por sus mejillas. Sus hijas temblaban detr?s de ella, gritando un alarido de terror, suplicando clemencia en nombre de su padre.
Ragnar tir? del cabello de Rina y acerco la cara en la de Mictly. "Este es tu h?roe," gru??, su aliento c?lido y sucio contra sus labios. "M?ralo. Recuerda su cara pat?tica. Esta es la ?ltima vez que lo ver?s vivo." Y con un empuj?n brutal, la arroj? al suelo una vez m?s.
Ragnar volvi? su atenci?n a Mictly, tir?ndole del cabello para levantarle la cabeza. "M?ralas bien" gru??. "Este ser? tu ?ltimo recuerdo de ellas." Y recuerda. Ragnar acerc?ndose al rostro de Mictly. "Que ser?n mis esclavas por el resto de sus vidas." Hab?a una risa salvaje en la garganta de Ragnar.
Elias se acerc? m?s, la pistola brillando a la luz del sol. La presion? contra la sien de Mictly, metal fr?o contra la agon?a abrasadora en su interior. El martillo fue retrocedido.
"Disp?rale en el est?mago," grito Tarum, su voz baja con maliciosa alegr?a. "El dolor ser? peor."
Elias sonri? y dispar?. La bala atraves? el abdomen de Mictly, otra agon?a abrasadora contorsionando su cuerpo. La sangre brot? de la herida y manch? el suelo ya rojo. Su familia gritaba suplic?ndoles que pararan, sus s?plicas desgarrando su coraz?n.
Continuaron el tormento. Elias le dispar? varias veces m?s, las balas desgarraron su cuerpo. Ragnar lo golpe? con todas sus fuerzas, cada golpe afianzando m?s su sujeci?n a la vida.
Finalmente, se cansaron de su juego. Dejaron a Mictly clavado en el poste, una ef?gie grotesca de sufrimiento, arrastrando a su familia. Elias y Ragnar se llevaron a Rina y las ni?as, dejando a Tarum para limpiar el desorden en la casa. Mictly intent? gritar, intent? rogar, suplicar para que liberaran a Rina y a sus hijas. Les dar?a cualquier cosa, si solo las dejaran en paz. Pero su voz no sal?a. El dolor era demasiado abrumador, su cuerpo demasiado roto, para siquiera respirar. Se desmay?, se desvaneci?, en la oscuridad.
En el momento en que empez? a perder el conocimiento, record? haberlas visto ser arrastradas, atadas y humilladas. El rostro de Rina en una mueca de agon?a. Atzi, Tozi y Xoco, aferr?ndose a su madre, temblando de miedo. Cerr? los ojos, la imagen grabada en su memoria, y pens?: "Al final, una vez m?s no pude protegerlas." L?grimas desesperadas brotaron de sus ojos.
La oscuridad cay? a su alrededor. Los sonidos fueron alejados, y se convirtieron en un silencio casi aplastante. Entonces, una voz. Una voz tranquila, c?lidos recuerdos de su pasado inundan su mente.
"A?n no, Mictly." Debes salvarlas. Debes protegerlas.
Cap?tulo 22: Una vez m?s
Un profundo suspiro escap? de sus labios, vapor saliendo de su boca, quemando su garganta reseca. Luch? contra las ataduras, los clavos oxidados cortando m?s profundamente sus brazos magullados. Ten?a que escapar. Ten?a que sobrevivir. Ten?a que?
Un grito desgarrador sali? de su garganta; un rugido gutural que parec?a arrancado desde lo m?s profundo de su alma. Ya no era el sonido de un hombre. Era el aullido de algo primitivo, algo antiguo y monstruoso.
Una nube apareci? en el horizonte, una mancha oscura contra el deslumbrante azul. Creci? con una velocidad asombrosa, avanzando como una herida supurante. El viento aument? hasta convertirse en un aullido que se elev? a un grito fren?tico, desgarrando la ropa harapienta de Mictly.
El cambio fue casi imperceptible al principio, un sutil desplazamiento en el aire, un hormigueo en su piel. Pero la nube se expandi?, cubriendo el cielo, el aire vibraba con una potencia casi palpable. Los rel?mpagos iluminaban los cielos, iluminando la escena con una luz dura e implacable, seguidos por el ensordecedor estruendo del trueno que vibraba a trav?s de sus huesos.
Esto no era una tormenta. Esto fue un ajuste de cuentas.
El trueno retumb? una vez m?s, m?s fuerte esta vez, un grito en los cielos que reson? en armon?a con su sufrimiento. No era un trueno; era un espejo que reflejaba la tempestad que rug?a en el coraz?n de Mictly.
Luch? contra los clavos, sus m?sculos gritando de agon?a. El metal desgarraba m?s, rompiendo el tejido alrededor de las heridas. La sangre vol? hacia afuera, manchando la madera de un marr?n rojizo. Ten?a que liberarse. Ten?a que?
Se sinti? como ca?a, su cuerpo golpeo el suelo seco. Cada parte de su cuerpo gritaba en protesta. Se quedo all? tirado, roto y sangrando, pero no iba a morir. Ten?a que sobrevivir.
La tormenta continuaba con a?n m?s furia.
Una fuerza corr?a por ?l con cada destello del rel?mpago. El dolor, sin embargo, segu?a siendo insoportable. Un fuego ardiente y abrasador, pero entrelazado con un extra?o poder, casi embriagador.
Con cada retumbo de trueno, sus huesos destrozados se estiraban en espasmos. Sinti? c?mo las astillas de hueso chocaban entre s? para sanar, las piezas rotas se aplastaban y remodelaban, volvi?ndose m?s fuertes ahora.
Luego vino la lluvia, una lluvia helada y sofocante, el proceso de curaci?n comenz?. El agua limpi? su cuerpo maltratado de sangre y suciedad, lavando el dolor. Se empap? en las heridas, no con una suave frescura, sino con una ardiente y renovada vida.
Cap?tulo 23: El Despertar
La lluvia golpeaba la tierra, un asalto implacable, obliterando el mundo en una cortina de gris. Mictly yac?a en el barro, su cuerpo temblando, convulsionando mientras el proceso de curaci?n se apoderaba de ?l.
Pod?a sentir c?mo sus huesos se un?an, crec?an, san?ndose a una velocidad espantosa. Las costillas astilladas suavizando los bordes ?speros, los miembros y brazos destrozados volvi?ndose a unir y reform?ndose m?s fuertes de lo que hab?an sido originalmente. La carne desgarrada cosi?ndose de nuevo, las heridas cerr?ndose, contray?ndose, aplan?ndose en cicatrices.
Sus sentidos estaban vivos, agudizados. Pod?a oler el ozono en el aire, la tierra h?meda debajo de ?l, el miedo que se hab?a arraigado en la madera de la cruz en la que hab?a sido fijado. Pod?a escuchar el aullido del viento, el retumbar del trueno y el m?s leve susurro de las hojas.
Abri? los ojos.
Ya no eran los suaves ojos avellana de Mictly. Ahora eran charcas de oro ardiente, en llamas con un fuego interior, un espejo de la tempestad que rug?a dentro de ?l. Cortaban el mundo con una claridad resplandeciente, un nuevo entendimiento.
Se puso de pie, lentamente, deliberadamente, su cuerpo temblando de poder. Era m?s alto, m?s ancho, m?s gigantesco, sus m?sculos ondulando bajo su piel.
La tormenta no era solo una tormenta regular. Fue un catalizador. Hab?a desgarrado la cara de la humanidad, revelando al monstruo que hab?a debajo.
Cap?tulo 24: Avivando las Llamas
Tarum silb? una melod?a sin ton ni son mientras montaba la ?ltima de las bombas improvisadas. Retrocediendo para mirar, una sonrisa de satisfacci?n se extend?a por su rostro. Una red de trapos empapados en acelerante serpenteaba por las tablas del suelo, conduciendo de vuelta a un panel el?ctrico meticulosamente cableado.
"Un incendio el?ctrico, eso servir?," murmur? para s? mismo, las palabras ahogadas por el ruido del pasillo. "Todos mueren, sin pistas, sin testigos."
Plane? a la perfecci?n. La tormenta que se gestaba afuera, una tormenta violenta que ganaba fuerza con cada segundo que pasaba, era la cereza encima del pastel. Cubrir?a el sonido, el olor, todo.
"Quiz?s me quede aqu? hasta que pase la tormenta," murmur? para s? mismo. El viento estaba aumentando, aullando como una banshee. Sinti? un escalofr?o de inquietud, una sensaci?n que r?pidamente desestim? como nervios.
De repente, el viento, impulsado por fuerzas invisibles, arranc? la puerta principal de sus bisagras con un estruendo ensordecedor. Tarum salt?, con el coraz?n latiendo con fuerza. Maldijo, luego se acerc? cautelosamente a la puerta abierta.
Un rayo dentado ilumin? la escena, grabando el mundo en un blanco intenso contra un negro impenetrable. Mir? hacia el poste donde hab?a estado el cuerpo de Mictly. Estaba vac?o.
Su rostro palideci?. Sus ojos se abrieron de par en par. Incredulidad luchando con una creciente ola de miedo. "?D?nde estaba el cuerpo?" Algo debi? haberlo arrastrado. El pensamiento era absurdo, sin embargo, se aferr? a ?l, desesperado por racionalizar lo imposible.
Un trueno, tan violento que parec?a que la tierra misma se desgarraba, sacudi? la casa hasta sus cimientos. Tarum se tap? los o?dos instintivamente, con la respiraci?n entrecortada en su garganta. Las luces parpadearon y luego lo sumieron en una oscuridad absoluta.
El sudor fr?o goteaba en su piel. La oscuridad lo estaba sofocando, estrangul?ndolo. Se sent?a como una presa, acechado por un depredador invisible. Un bajo gru?ido gutural retumb? detr?s de ?l.
Se dio la vuelta, sus ojos esforz?ndose en la oscuridad. Nada.
Las luces brillaron de nuevo, ba?ando la habitaci?n en una luz amarilla grasienta. Tarum jade?, sus pulmones ardiendo. Era solo su imaginaci?n, se dijo a s? mismo, un truco de la oscuridad y el miedo.
Se dio la vuelta hacia la puerta abierta, listo para cerrarla, y se congel?.
De pie frente a ?l, a una distancia imposible de estar tan cerca, hab?a una figura imponente. Tarum tens? el cuello, con el coraz?n r?gido de horror, y mir? hacia arriba? y hacia arriba? hasta que vio el rostro.
"...Mictly," susurr?.
Reaccion? por instinto, agarrando una peque?a bolsa de polvo especialmente preparado que guardaba dentro de su abrigo. Se lo lanz? a la cara de Mictly.
Mictly cubri? su rostro con ambas manos. "Esta es una de mis mejores obras," dijo Tarum, con la voz cargada de bravata, "un veneno que consume carne y piel como el fuego. Estar?s muerto en agon?a extrema." La risa sali? de su boca.
Pero Mictly no se inmut?. ?l no se movi?. No hizo ning?n sonido.
Tarum esper?, hirviendo de rabia mientras Mictly lentamente desplegaba sus manos frente a su cara. Tarum pod?a anticipar los gritos.
Pero lo que vio en su lugar transform? su rostro de victoria en terror absoluto.
El rostro de Mictly ard?a en llamas, su carne burbujeaba y se pelaba, pero el da?o se reparaba activamente, literalmente, en segundos, ante sus propios ojos. Su rostro san? por completo en segundos, intacto, sin marcas. Tarum sab?a, con escalofriante certeza, que Mictly pose?a algo con lo que su mente no estaba preparada para lidiar. Retrocedi?, el miedo le dio un fugaz impulso de fuerza, y trat? de escapar. Pero una mano, una mano grande, se envolvi? alrededor de su garganta. Se qued? colgado all? por un momento, ahog?ndose, con los ojos desorbitados. Y luego fue lanzado atreves de la habitaci?n y golpeado contra la pared con un ruido nauseabundo. Se desplom? en el suelo, con la cabeza dando vueltas.
Su propio rostro se distorsion? en una cara de terror. No pod?a moverse. No pod?a respirar. No pod?a escapar.
Mictly camin? hacia ?l, su paso deliberadamente lento, cada paso resonando en los nervios ya desgastados de Tarum. Se detuvo, domin?ndolo con su altura, Mictly se acerc? a unos cent?metros de su cara. Tarum pod?a sentir el calor que irradiaba Mictly, un calor que no ten?a nada que ver con el veneno.
La voz de Mictly era un gru?ido bajo y gutural, un sonido sacado de las profundidades del mismo infierno. "?D?nde llevaron a mi familia?"
Cap?tulo 25: El Costo de las Mentiras
Tarum tartamude?, las palabras se atropellaban unas a otras en un intento desesperado de apaciguar a la bestia frente a ?l. "?Espera, no s?! ?No hice nada! Estaba?"
Nunca lleg? a decir nada m?s.
Mictly lo golpeo. El golpe fue tan r?pido, tan brutal, que Tarum nunca lo sinti?. En un segundo su brazo estaba all?; al segundo siguiente ya no estaba.
No hab?a dolor, solo un shock entumecido que r?pidamente dio paso a un fuego abrasador y agonizante. Grit?, un sonido primitivo de puro tormento sin adulterar. Mir? hacia abajo al mu??n desgarrado donde sol?a estar su brazo, a la espantosa rociada de sangre y hueso salpicada en la pared.
No pod?a creer lo que ve?a. Su brazo... hab?a desaparecido.
Mictly lo agarr? del cuello una vez m?s, con un agarre firme, y amenaz? de nuevo, las s?labas alargadas, amenazantes. "?D?nde? llevaron? a? mi? familia?"
Los ojos de Tarum se abrieron de par en par, llenos de terror. Vio la muerte en los ojos de Mictly, una muerte fr?a e implacable que promet?a ninguna escapatoria. Cerr? los ojos con fuerza, anticipando el pr?ximo golpe.
Ahog? su negaci?n, desesperado por evitar lo inevitable. "?Espera! ?Espera! No s?, lo juro que no?"
Otra explosi?n de dolor. Esta vez en su pierna. Mir? hacia abajo para ver otro mu??n truncado, otro chorro de sangre repugnante.
Los gritos desgarraron su garganta, crudos y penetrantes. Se retorc?a en el suelo, su cuerpo convulsionando de agon?a.
El pu?o de Mictly se cerr? una vez m?s, su propio rostro contorsionado en una ira desnuda. Apunt? su pu?o al pecho de Tarum.
"?ESPERA!!" Tarum grit?, su voz quebr?ndose. "?No lo s?! ?Elias me dijo que iba de regreso al pueblo de Dust Devil, y Ragnar me dijo que iba de regreso a Pagan City! ?Eso es todo lo que s?!" Las palabras apenas eran m?s que un susurro, una s?plica desesperada lanzada a los dientes de la tormenta.
Mictly lo mir? con llamas de ira ardiendo en lo profundo de sus ojos. Fuera, la tormenta rug?a y azotaba, un espejo del hurac?n que herv?a en su coraz?n.
Una lenta y aterradora sonrisa se extendi? por el rostro de Mictly. Era una sonrisa salvaje, desprovista de calidez o compasi?n. Una promesa de dolor y destrucci?n.
"Sabes," declar? Mictly, con una voz suave, "nunca he sido una buena persona. He tomado las vidas de tantos, que sus almas se han convertido en demonios que viven dentro de m?."
Se detuvo a mitad de una frase, mirando los ojos aterrorizados de Tarum.
"Mi familia? ellas son los ?ngeles que mantienen a esos demonios bajo control. T?, me quitaste, a mis ?ngeles," se inclin? hacia adelante agarrando la cara de Tarum, las palabras se desvanecieron en un gru?ido feroz, "y ahora, esos demonios est?n libres otra vez."
La tormenta afuera se intensific?. Un rayo ilumin? un ?rbol afuera y lo hizo a?icos. El trueno hizo temblar la casa.
Con cada destello de rel?mpago, el pu?o de Mictly golpeaba el cuerpo de Tarum. Las s?plicas de clemencia de Tarum eran tragadas por cada trueno de la tormenta, y desapareciendo en el viento como polvo. La casa, una vez destinada a ser una tumba, se hab?a convertido en un escenario de la m?xima condena para un hombre malvado. La tormenta rug?a, testigo de la furia desatada de un hombre, una furia dormida durante m?s de veinte a?os.
Cap?tulo 26: El Eco de la Violencia
El aire estaba denso y pesado, saturado con el sabor met?lico de la sangre. Rojo era el color dominante en la habitaci?n, no el matiz vibrante de la vida, sino el tono opaco y coagulado de la muerte. Pintaba las paredes, un mural grotesco de violencia, aferr?ndose al descolorido papel tapiz floral como una enredadera macabra. Tarum yac?a en el suelo, una masa de huesos y carne hecha pur?. Ahora era menos que un ser humano, parec?a m?s un experimento descartado, un intento fallido de recrear una forma humana. De pie sobre frente a los restos de Tarum, Mictly respiraba lenta y entrecortadamente. Su pu?o, apretado con fuerza, goteaba carmes? sobre las desgastadas tablas de madera. Sus brazos, una vez un lienzo de piel desnuda, ahora estaban resbaladizos y manchados, traicionando la sinfon?a brutal que hab?a dirigido. Pero su rostro era la paradoja m?s inquietante. Estaba calmado, intacto por la fren?tica locura que lo hab?a consumido momentos antes. No hab?a salvajismo, ni rabia, ni signo visible del monstruo que hab?a residido en ?l momentos antes. Era como si la tormenta hubiera pasado, dejando solo una extra?a e inquietante tranquilidad a su paso.
Se alej?, despacio y tranquilo. En el pasillo, una chaqueta de cuero desgastada colgaba del perchero, un consuelo familiar en un mundo al rev?s. Se la puso, el aroma del cuero envejecido un peque?o y ef?mero consuelo. Luego tom? el equipo de la motocicleta: el casco, los guantes, las botas reforzadas; cada pieza una capa de protecci?n, un escudo contra el mundo, un escudo que pensaba que ya no necesitar?a.
La parte trasera de la casa estaba envuelta en sombras, un marcado contraste con la escena empapada de sangre que hab?a dejado atr?s. Bajo una gruesa lona manchada de aceite, una m?quina dorm?a. Una motocicleta, pero no solo una motocicleta. Era una bestia de acero negro y poder salvaje, despojada y modificada para la velocidad y la agilidad.
Despleg? la lona, el pesado lienzo vibrando suavemente. La moto brillaba bajo la tenue luz, un depredador esperando ser desatado. Se monto en el asiento, el metal fr?o bajo sus piernas. El motor rugi? volviendo a la vida con un gru?ido gutural, sacudiendo su esqueleto, prometiendo libertad.
Aceler? por el camino de entrada con el motor a fondo, la lluvia ca?a a c?ntaros, grandes y pesadas gotas salpicaban su visera. A trav?s del espejo retrovisor pod?a ver detr?s de ellos, su casa en llamas, un cielo negro con una explosi?n ardiente que gritaba su silencio.
Su mand?bula estaba apretada, sus dientes rechinaban. "Un incendio el?ctrico," murmur? para s? mismo, y sus palabras se ahogaron en el estruendo del motor. "Todos mueren, sin pistas, sin testigos."
Cap?tulo 27: Hacia la Tormenta
En el horizonte. Una torre mal?vola de oscuridad se estaba formando, magullando el cielo. Relampagos, no el juguet?n destello del verano, sino una explosi?n cegadora, furiosa y descontrolada de ira pura, rasgaban hacia abajo, marcando la tierra. Era una tormenta nacida no de la naturaleza, sino de pura y absoluta ira.
En la base de este cielo furioso, un ?nico punto de desaf?o atravesaba la creciente penumbra. Una motocicleta, rugiendo como una bestia enfurecida, consum?a millas de asfalto. La carretera se desdibujaba bajo ?l. El viento aullaba en sus o?dos, un lamento que reflejaba el miedo que le oprim?a el coraz?n. Su rostro contorsionado se fij? en una r?gida determinaci?n. Ten?a que llegar all?. Ten?a que salvarlas. Necesitaba proteger a su familia.