Era un jard�n vivo, consciente, y se alimentaba de las mentiras que las personas dec�an no por maldad, sino por amor, miedo o deseo. Sus flores no ten�an nombre, pues cambiaban de forma y color seg�n la historia que alimentaba su ra�z. Algunas brillaban como estrellas atrapadas, otras susurraban secretos al viento con p�talos de papel.
Aquel d�a, una joven llamada Lira lleg� al jard�n. Ten�a el cabello como noche reci�n nacida y los ojos llenos de remordimientos. Hab�a mentido a su hermana menor, dici�ndole que su madre volver�a del mar, aunque sab�a que no era cierto. Lo hizo para proteger su coraz�n, a�n blando como la espuma.
El jard�n la acogi� en silencio.
Donde sus pasos tocaban la tierra, brotaban lirios negros con centros plateados. Cada flor repet�a suavemente su mentira: *"Volver�. Te lo prometo."*
Lira, al ver esto, sinti� una punzada de culpa, pero tambi�n una extra�a paz. El jard�n no la juzgaba. Solo florec�a.
Pronto descubri� un �rbol en el centro, con hojas hechas de cristal ahumado y ra�ces flotantes que no tocaban el suelo. En su tronco, ley� una inscripci�n:
- "Aqu� florecen las verdades disfrazadas. Aqu� se honra el arte de proteger con palabras rotas."
Lira entendi� que no todas las mentiras son oscuras. Algunas son puentes. Otras son escudos. En el jard�n, cada una ten�a un lugar, una forma, un color �nico.
Esa noche, el jard�n le permiti� recoger una sola flor. Lira eligi� una que brillaba con luz azulada y que susurraba su mentira con voz dulce. La llev� consigo, no como castigo, sino como promesa: de hablar siempre con amor, incluso cuando la verdad duela.